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'Cosidas' de pies y manos

(1305)

INTERMÓN OXFAM DENUNCIA LA PRECARIEDAD LABORAL DE MILLONES DE TRABAJADORAS DE LA INDUSTRIA TEXTIL.
"El trabajo precario de las mujeres en la cadena de producción", en el que la ONG denuncia la situación de precariedad laboral de millones de trabajadoras en las grandes cadenas de ropa de distintos países.

En la fábrica textil hay una chica embarazada de siete meses, que trabaja diez horas al día y, como tiene que hacer muchas piezas por día, el patrón no la deja ir al servicio.
Para ella es una auténtica tortura pero no se puede permitir el lujo de perder su trabajo", cuenta Khadija.

El nombre de Kadhija es falso, para evitar represalias, pero su relato es real: pertenece al último informe de Intermón Oxfam "Más por menos.

El trabajo precario de las mujeres en la cadena de producción", en el que la ONG denuncia la situación de precariedad laboral de millones de trabajadoras en las grandes cadenas de ropa de distintos países.

Son víctimas de un modelo de negocio en el que los minoristas(supermercados y grandes almacenes) y las marcas de ropa utilizan su poder en las cadenas de producción para trasladar sistemáticamente los costes y los riesgos a los productores, quienes, a su vez, los desplazan a la mano de obra que contratan: las mujeres trabajadoras.

Y que mueve mucho dinero: los consumidores de todo el mundo gastaron un trillón de dólares en la compra de ropa en 2000, un tercio de ellos en Europa occidental, otro tercio en América del Norte y una cuarta parte en Asia.

El esquema es sencillo.
Las marcas, a fin de aumentar su cuota de mercado, cambian sus escaparates con frecuencia, realizan diseños que responden a los gustos inmediatos de los consumidores y ofrecen mejores precios.

Hasta hace poco la norma en la industria del vestido era de dos a cuatro temporadas de moda al año (coincidiendo con las estaciones), ahora es de seis a ocho.

Los minoristas exigen cada vez con más frecuencia la entrega "al momento", lo que ha reducido los tiempos de producción en un 30 por ciento en los últimos cinco años y genera pedidos más pequeños e imprevisibles, así como costes de transporte aéreo elevados en caso de incumplir los plazos.

De este modo, las cadenas de moda ejercen una enorme presión sobre sus proveedores para producir ropa de calidad a menor precio (una fábrica de confección de Tánger, en Marruecos, vende por dos euros a las grandes firmas de moda españolas un pantalón que hace tres años vendía por 3,3). Y más rápido.

"Hace tres años un pedido estándar podía ser de un mes.

Ahora hay pedidos en los que el camión llega un martes y el sábado tiene que volver con las prendas a España. Lo necesitan urgente y nosotros debemos hacer un esfuerzo para sacárselo", asegura el gerente de una fábrica de Tánger.

"Casi ninguna fábrica cuenta con las herramientas o la experiencia para afrontar esto con eficacia, así que exprimen a los trabajadores.

Es el único margen con el que pueden jugar", explica Rosey Hurst, directora de Impactt, asesora ética de las cadenas de abastecimiento.

Así, para hacer frente a esta doble exigencia ("bajo coste y flexibilidad"), la mayoría de los proveedores emplean a trabajadores y trabajadoras con sueldos míseros, contratos de corta duración, exigen objetivos exagerados y, a su vez, subcontratan en la economía informal a productores "invisibles" que están fuera de la normativa "Si tenemos que entregar un envío de 10.000 piezas, hacemos unas 6.000 en la fábrica y damos el resto a otras fábricas que nos lo quitan de las manos", reconocía a Intermón un directivo de Sri Lanka.

Los trabajadores de las unidades subcontratadas ganan hasta un 40 por ciento menos que los de las fábricas formales, y sin subsidios. Las trabajadoras domésticas incluso menos.

Las mujeres, que forman del 60 al 90 por ciento de los trabajadores en las cadenas de los países investigados por el informe, se llevan la peor parte.

El perfil está bastante definido: casi todas son solteras y con una edad entre 20 y 30 años. Y están muy mal pagadas. Las jóvenes aprendizas de edades entre 14 y 18 años, que constituyen entre un 10 y un 20 por ciento de la mano de obra, perciben un 55% del salario mínimo.

"Preferimos contratar a mujeres porque son más disciplinadas",-confiesa el gerente de una empresa de confección.

"A veces tienen que quedarse trabajando toda la noche y entienden perfectamente la necesidad de esa flexibilidad".
Una "flexibilidad" que consiste en realizar 12 ó 13 horas diarias en temporada alta, llegando incluso hasta 16. Por ley, las horas extraordinarias deben pagarse un 25% más, lo que rara vez se cumple.

En Bangladesh, por ejemplo, las trabajadoras consultadas para el informe realizaron una media de 80 horas extras al mes y se les pagó el equivalente a una media de 24 horas.

Las mujeres de una fábrica de confección en Tánger hicieron alrededor de 90 horas extraordinarias en julio de 2003, pero no contaron como tales porque, según su patrón, no eran más que parte de la obligación de las trabajadoras de alcanzar sus objetivos de producción.

A esto se une la usurpación de subsidios que les corresponden legítimamente. En algunas fábricas, hasta la mitad de los trabajadores no están declarados a la seguridad social.

Otros no pueden reclamar los subsidios a través de la misma porque, "aunque deducen las contribuciones a la seguridad social de nuestra nómina, si vas a comprobar si ese dinero llega realmente al departamento de seguridad social, te despiden", dice la trabajadora marroquí Saida.

Las condiciones de trabajo también afectan a la salud.
Las mujeres sufren agotamiento, dolor de espalda, cansancio ocular, problemas respiratorios, quemaduras y lesiones con las agujas.

Para aumentar la producción, muchas fábricas restringen y vigilan el uso de los lavabos por medio de un sistema de fichas.
"En toda la cadena hay unas 40 mujeres y sólo dos fichas. Las trabajadoras tienen que competir por la ficha", en el caso de una gran empresa en Sri Lanka, según una de sus trabajadoras.

Para adaptarse a estas restricciones, muchas mujeres se saltan las comidas y beben muy poca agua, lo que provoca problemas renales.

La explotación hipoteca, a su vez, el futuro de los hijos de las trabajadoras que -sometidas a estos horarios inhumanos- apenas han podido criarlos.
Muchos de sus hijos abandonan la escuela muy pronto.

En el caso marroquí, las hijas empiezan a trabajan en la industria del vestido a los 13 años y cuatro de cada cinco tiene una hija que abandonó la escuela antes de cumplir 14 años para cuidar de sus hermanos.

Además, contratan a las trabajadoras con menos probabilidades de sindicarse (mujeres jóvenes, a menudo inmigrantes) y amenazan o despiden a las que se atreven a defender sus derechos.

Resulta casi heroico alzar la voz en sus condiciones: sin documento en base al cual protestar -muchas no tienen contrato por escrito-, sin la más mínima estabilidad laboral -a otras les renuevan repetidamente los contratos cada tres meses o, como en Honduras, las despiden sin paga durante los periodos, de hasta seis meses, en que la empresa no recibe pedidos regulares- y con escasa formación -una de cada tres es analfabeta. En algunos casos la posición de debilidad es aún mayor.

La provincia china de Guandong es hogar temporal de 26 millones de trabajadores inmigrantes (en el sector de la confección, el 80 por ciento son mujeres menores de 25 años) que pierden su derecho de residencia si se quedan sin trabajo. No parece casualidad que el 60% de las trabajadoras entrevistadas para el informe en esta localidad no tuviera contrato escrito y el 90% careciera de seguridad social.

En estas circunstancias, los sindicatos apenas tienen margen de maniobra y algunos empresarios incluso se niegan a reconocerlos o a negociar con ellos.

Un "pecado", la labor sindical, que ninguna empresa perdona.
"Si solicitas trabajo en otra fábrica -explica una trabajadora de la confección hondureña- la dirección se pone en contacto con el patrón anterior para averiguar por qué te marchaste. Si fue porque estabas en el sindicato, no te dan el trabajo".

Algo parecido sucede con las inspecciones. Algunos simulan que las cumplen falsificando los documentos, ocultando la subcontratación e intimidando a los trabajadores para que den respuestas falsas, pero adecuadas a las inspecciones y auditorias.

Engañar a los inspectores es relativamente fácil si tenemos en cuenta que muchas visitas son rápidas, previamente anunciadas y llevadas a cabo por extranjeros.

Los medios materiales son, asimismo, muy escasos: en 2002, en Tailandia, había un solo inspector por cada 500 fábricas; y en Bangladesh 10.000 antiguos casos esperan su turno amontonados en los tribunales laborales.
Cada uno puede tardar cuatro o cinco años en resolverse.

La doble contabilidad se encarga de ocultar la cantidad de horas extras. Cada mes en el sobre figuran dos papeles: uno con la nómina y otro con las horas extras.

"La compañía no incluye el pago de horas extras en la hoja de salario porque la inspección se enteraría de que hemos trabajado más horas extras de las permitidas.

La empresa nos ha mandado que no enseñemos este papel cuando nos pregunten", afirma Gita, que trabaja en una de las principales fábricas de prendas de vestir de Sri Lanka. En Tailandia, algunas empresas pagan a sus trabajadores el salario de dos días por responder a la inspección que no hacen horas extras.

Tal y como se encarga de matizar Intermón Oxfam en su informe, los gobiernos también son a menudo responsables. Alentados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), buscan atraer a los inversores con bajos costes y mano de obra flexible.

En Bangalore (India) un inspector de trabajo reconocía haber "recibido instrucciones de arriba de ser condescendientes en las inspecciones, pues estas fábricas contribuyen al crecimiento económico del Estado".

En Marruecos, según la versión de un funcionario de la Cámara de Comercio española en Tánger, un jefe extranjero quería pagar 10 dirhams por hora a sus empleados, que cobraban 8,5 dirhams por hora -exactamente el salario mínimo- y el inspector del Gobierno le dijo que no lo hiciese porque sería peligroso y no sentaría bien a las demás empresas.

Están cosidas de pies y manos, título uno de los capítulos del informe de Intermón Oxfam. Y son prueba tangible de un modelo de producción en el que cada parte de la cadena echa la culpa al anterior de la explotación y en el que el eslabón más frágil, como mujer y como trabajadora, importa cada vez menos.

Antonio Pita. (Periodista).
Agencia de Información Solidaria.
pitajim@terra.es

Insertado por: Redac.Ibérica2000 (12/02/2004)
Fuente/Autor: infosolidaria@telefonica.net
 

          


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