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Desde luego raro es mi escrito que no encierra la intención de provocar alguna reacción en el lector —todo el que escribe, o lo hace para desahogarse o intenta entretener o busca una conmoción en la dirección que fuere.

Y, en cuanto a la pueril aspiración que me atribuye de registrar más lecturas, de todos es sabido que cualquiera medianamente inteligente preferirá mil veces cuatro lectores que lean con atención sus pasatiempos, argumentos u observaciones, a que 200 irrumpan en el escrito espoleados por el morbo u obviando las ideas que contiene para sofocarlas en medio de la vocinglería que aquí se llama “ruido”.

Entre los que escriben, profesionalmente o no, unos lo hacen para medios que intentan por encima de todo vender muchos ejemplares —según esto, les valora el periódico; otros, para vender libros y cuantos más mejor —de ello depende su autoestima y la de su editorial; otros, con intención y forma de denuncia; otros, además, para obtener la aclamación de mayorías más o menos previamente anestesiadas —algo fácil si se elige bien el círculo donde se propague el libro o el escrito (un pésimo libro puede contener miríadas de tópicos y de majaderías, y sin embargo venderse por miles; todo depende del círculo en que se difunda); y otros, en fin, sea en la Red sea fuera de ella, distanciándose todo lo posible de premisas ideológicas de cualquier clase, escriben sólo o principalmente para pequeñas minorías que sabrán distinguir el esfuerzo por huir de los efectismos y así apreciarlo apreciarlo.

Este es mi caso. Y si se trata de escribir en la Red, la fama, buena o mala, dependerá sobre todo en saber elegir adecuadamente el foro...

Así es que sepan esos que acostumbran a tratarlo todo con el mismo rasero y que juzgan a todos como si todos padeciésemos las mismas debilidades que las suyas que, personalmente, soy de los que piensa y siente que cuantas menos lecturas registre un escrito mío más disfrutaré de la agradable sensación de empatía con los pocos que lo lean, y que cuantos más lectores me concedan cortésmente su razón, más consternación quizá me causen al hacer que dude de la mía; tan inconsistente se me antoja la “razón” común, es decir, la razón a secas.

* Todos los artículos alojados por este autor, en Ibérica 2000... (Enlaces...)

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