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De estricta justicia

(1889)

REFLEXIONES...
Felipe González afirma que conceder el indulto a Vera es de "estricta justicia"... ¿De estricta justicia?

Este es un caso más de esos que le hacen a uno dar un brinco del asiento...

Aunque la sentencia fuera injusta (lo que es demasiado suponer), la indignidad y cobardía de Vera, con su protesta y amenazas, y la de los intercesores de su indulto uniéndose a su indignidad no se desplazarían del lugar que le corresponde ni una micra.

Felipe González ha acabado en las redes del pragmatismo extremo... No suena a la intercesión del generoso, sino a la mediación del amigo sospechosamente agradecido.

Afirma sin sonrojo que "es de estricta justicia que se indulte a Vera por la labor que prestó al servicio del Estado". ¿De qué servicios al Estado habla? ¿De qué Estado habla? ¿Puede haber mejor servicio al Estado que desempeñar con absoluta honradez una función policiaca por el más alto policía y absoluto respeto a las leyes sobre la integridad de las personas, que en este caso tampoco parece que existió aunque no haya podido ser probado?

De todos modos este asunto es uno más de los muchos que evidencian la crisis de las reglas más tradicionales para medir el honor, la valentía, la dignidad y el valor dado a la justicia por parte de un político. No es algo que tenga que ver con el conocido dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Es la constatación de que vivimos una época de franca decadencia. A fin de cuentas todo está sujeto a ella. Además de las personas, también los pueblos, las sociedades y las culturas. El interés está en distinguir en qué fase aguda de la decadencia se encuentra Occidente y especialmente este país...

Porque cualquiera con una formación ética y moral básicas puede observar cómo, sin prisa pero sin pausa, la degradación de los valores más elementales y tradicionales de la cultura occidental se va extendiendo a ámbitos cada vez más amplios de la sociedad, y contaminando insidosamente a personas que fueron o pasaron por respetables.

La desintegración de una ética de mínimos la están acelerando los neocons. Y es ya patente el efecto dominó y expansivo en los países de su órbita más o menos voluntaria.

En nombre de la libertad y de la defensa de la patria cada vez son más los que se conceden a sí mismos licencia para la subversión ética prácticamente universal más o menos explícita, o para condescender con ella salpicando a los que están alrededor.

No es que se esté laminando una vieja moral sustituyéndola por otra; es que el desconyuntamiento de la moral más básica del no hagas a otro lo que no quieras para ti, está dejando solamente vacío y fuerza bruta para componer con vacío y fuerza bruta lo que engolada y etnocéntricamente seguimos llamamos "Razón".

No es ya que el neoliberalismo haya convertido la política en un negocio en sí misma o en un aparato al servicio del negocio pasando incluso por encima del cadáver de miles y miles de personas civiles o no; ni que el socialismo democrático haya pasado a ser mucho más democrático que socialismo con la pérdida de la quintaesencia que le dio vida.

Es que la realpolitik más repulsiva se está apoderando de todo sin dejar el más mínimo resquicio a la virtud política y personal. Ello da lugar a que que en el circo público acaben confluyendo todos, neocapitalistas y socialistas, poniéndose más o menos ambos a la misma altura.

Esto del caliente “caso Vera”, tal como está siendo tratado por la vieja guardia socialista, es un marcado indicio de lo que quiero señalar. El indulto del juez Pérez de Liaño por el anterior gobierno es el antecedente más inmediato que recuerdo.

Al final, las diferencias cromáticas entre los dos partidos mayoritarios serán tan mínimas como lo son —salvo en matices de trazo grueso hoy de circunstancias en el imperio— en Norteamérica.

Esto es, el que haya de votar no tendrá otra opción más que elegir entre quién crea que roba más o hace más negocio y quién crea que roba menos y hace menos negocio. Eso sabiendo de entrada que un “servidor del Estado” tiene a su alcance mil modos de hacer negocio y de robar impunemente...

¿A qué clase de justicia se refiere Felipe González?
La Ciencia del Derecho distingue, además de la natural, dos clases de justicia: la conmutativa (la que debe regir entre dos personas) y la distributiva: la que administra el Estado. Partiendo de esto, podrá ser de "estricta justicia" conmutativa por su parte pedir el indulto, por agradecimiento o por facilona magnanimidad.

Pero para la inmensa mayoría de la ciudadanía no sería de "estricta justicia" distributiva dejar libre a tan turbio e intrigante personaje público a través de indultos o amnistías.

Sócrates, condenado por el Estado (quizá injustamente) y rechazando la libertad que sus propios carceleros incluso con solicitud le ofrecían, tomó la cicuta sólo por cumplir con las leyes del mismo Estado que le había condenado. Y aún tuvo el humor de decirles que diesen el gallo a Esculapio...

En gestos así hemos de seguir buscando el referente sobre la dignidad de los profesionales de la política; no en su habilidad para enriquecerse a costa del erario público y en agravio de toda la sociedad...

Vera, está claro, no es precisamente un Sócrates. Y aunque hubiera sido condenado injustamente. ¿Quién, además de él, de sus apasionados defensores ha hecho un análisis siquiera somero sobre cuántos hay condenados en la cárcel por delitos que no han cometido? El indulto es una gracia. Bien. Y un derecho de cualquiera a pedirlo. Bien.

Pero ¿tienen derecho, es lícito que personas que por su papel en la sociedad se supone siguen siendo custodios del bien común y de la justicia ofendan a la sociedad pidiendo trato de favor para un condenado de su misma camarilla?

Felipe González acaba de dar una patada a la sensatez pidiendo el indulto de Vera por razones de "estricta justicia" y los otros le secundan. No puede haber más torpeza en esa petición tan aparentemente altruísta. Al final, el político puede mucho más que el jurista que fue, y el villano, más que el noble... Torpe y sobre todo repulsiva, cuando las cárceles están hasta los topes de gente injustamente condenada.

Primero porque una Sentencia de la Audiencia confirmada por el alto tribunal es cosa juzgada pero también debiera ser cosa sagrada para tan conspicuos servidores del Estado, el condenado y sus intercesores.

Luego, porque la sociedad es la principal agraviada, y, por último porque para muchos la condena de la Audiencia se ha quedado a todas luces corta. Pues la transguesión de las leyes del Estado por parte de un servidor del Estado que está precisamente en el Estado para hacerlas cumplir, es mucho más grave que la transguesión cometida por un ciudadano cualquiera.

Y en segundo lugar, porque no puede admitirse sin abochornarnos que las "razones de Estado" en la comisión de un delito puedan servir de atenuante y menos de eximente, sobre todo en delitos contra la pública propiedad.

Es una indignidad pretender que al privilegio de servir al Estado se una la exigencia de ser tratado privilegiadamente un servidor genérico del Estado que defraudó además la confianza depositada en un administrador de fondos públicos de los que se apropió abusando de su privilegio.

Es una indignidad, digo, porque en lugar de indulto debiera solicitarse para él el agravamiento de la pena... Eso, con independencia de otras responsabilidades de cuya rendición de cuentas ha salido de rositas, pero sobre las que una nutrida parte de la población de este país se las volvería a exigir por seguir moralmente convencida de la participación del condenado por apropiación indebida en otras acciones más punibles.

En estas mal llamadas democracias participativas, bastante ventaja da ya el legislador a las clases dominantes y a los que las lideran, promulgando por sistema leyes mucho más condescendientes con el poderoso que con el pordiosero. Mucho más permisivas de lo que la "estricta justicia" demanda. Eso que hizo decir a Anatole France que el mismo delito es robar un panecillo para el rico que para el pobre.

Bastante asimetría, digo, hay en la sociedad como para que encima la Justicia institucional haga descaradamente la vista gorda con desalmados y ladrones de postín, y los de su misma clase estén atentos a reforzar aún más tanta y tan odiosa desigualdad...

* Todos los artículos alojados por este autor, en Ibérica 2000... (Enlaces...)

Insertado por: Jaime Richart (28/10/2004)
Fuente/Autor: richart@telefonica.net
 

          


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