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Después del Ensayo

(2151)

CRÓNICA DEL DÍA
Pongamos las cosas en su sitio de una vez. El problema endémico entre el Estado Español y los nacionalismos periféricos —principalmente vasco, catalán y gallego— no estriba en “lo político”.

Así como el iris refleja lo que sucede en un riñón enfermo y la piel una enfermedad hepática, el problema general radica en la sensibilidad. En la sensibilidad tan diferente entre los que mantienen la hegemonía emboscados en la razón política, y los otros que en buena parte la soportan. El real foco de la patología está en lo idiosincrásico, en lo sociológico, en lo cultural, en lo antropológico... y también en el paisaje. Lo político está muy al final. De aquí que no asome nunca ni un atisbo de consenso. Bastante hicieron los padres de la patria con firmar con el euskaldún el Estatuto de Guernika. Los vascos debieran dar por ello las gracias cada día... Esto es lo que, entre ellos, se estarán diciendo a todas horas los miembros de la raza predominante. No sé si son hutus contra tutsis, o termitas Kalotermes flavicollis contra Reticulitremes lucifugus.

Ciñámonos a estos últimos 65 años. La edad que tengo yo. El Estado Español, antes el autocrático con sus huestes del tricornio, y hoy el democrático atrincherado en el artículo 8º de la Constitución española que permite la intervención del Ejército en las Comunidades que a juicio del gobierno central se desmanden, está, como siempre, hondamente dividido entre catalanes, celtas y euskaldunes, por un lado, e iberos a los que se asocian medio catalanes, medio gallegos y medio vascos, por otro. Sí, porque no creo que a menos que sea un desnaturalizado, haya quien, habiendo nacido y crecido en una cultura muy arraigada aunque sea bilingüe, vaya contra quienes desean mantener y aun extender la lengua materna, la sensibilidad cultural, las costumbres y ese sentido, por ejemplo, de la seriedad, del compromiso, etc. que aún adorna a buena parte de la sociedad media de todos los países. Del mismo modo que es dudoso haya muchos que arremetan contra su propia familia nuclear y se pongan al lado de quienes la persiguen.

Porque efectivamente, el valor de la amistad, el del compromiso, de la palabra dada, del contrato, de la autonomía de la voluntad, de la promesa, de la fidelidad... son cosas que están elípticamente presentes en toda relación humana. Pero unos siguen haciendo de ellos su norte, y otros en cambio los manejan e invocan para abusar de los demás. Valores sociales y personales en la sociedad, que se van descomponiendo con suma rapidez en unos territorios del Estado, mientras que en otros se mantienen casi intactos. Y si además, quien se toma todos esos valores a título de inventario es porque dispone del palo y la zanahoria; si quien los desprecia es porque puede recurrir a ese dichoso artículo de la Constitución que habilita al Estado a intervenir con el Ejército, el asunto puede hacerse insoportable. Un sentimiento de impotencia, de sentirse engañado, de sentirse manipulado se extiende por doquier y da lugar a los Plan Ibarretxe respaldados por toda una Cáma como la Vasca. Esto es uno de los motivos latentes que recorren subterráneamente la sensibilidad de vascos, catalanes y gallegos principalmente, hartos de ser ninguneados en aspectos que para ellos, como para todos, son fundamentales. Otra cosa es que a lo largo y ancho de la piel de toro abunde el consentidor...

Y este, más o menos, es el telón de fondo del contencioso ibero-vasco, ibero-catalán, ibero-celta. Es el Estado español el que, unas veces a través de gobiernos que con cinismo y prepotencia descarados generan una atmósfera psicosocial irrespirable, y otras a través de otros indolentes, excesivamente contemporizadores, dados al abandono, al qué más da, al “eso se firma pero nunca se cumple”, etc. hace imposible alcanzar a un equilibrio entre la fuerza centrífuga que imprimen los nacionalismos periféricos y la fuerza centrípeta que ejerce ineluctablemente el nacionalismo centralista.

¿Qué interés habrá de tener el hijo respetado, amado y mimado por su padre en irse de casa? Pero si éste no le respeta, no le tiene en cuenta, si olvida reiteradamente lo prometido o no cumple por mala fe lo pactado con él, o incluso le explota ¿no estará el hijo deseando escapar?

Casi todo son incumplimientos por parte del Estado central con las Comunidades ordinariamente soliviantadas. Un ejemplo, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado debieran haberse marchado del País Vasco ocho años después de firmado el Estatuto. Sólo deberían quedar contigentes para la custodia de puertos, aeropuertos y edificios gubernamentales; también para la gestión del Documento Nacional de Identidad. Han cambiado mucho las cosas desde 1978, fecha del Estatuto, han pasado más de veinticinco años, estamos llamando a la puerta política de Europa. Sin embargo, los “Intaxurrondos” siguen allí...

Bien. Ayer bajó el telón de la comedia. Estuvo a punto de no llegar a estrenarse y en quedar en otra vergüenza nacional más de las abundantes con que nos obsequia la clase política de este país, en especial de la derecha. Pero la desvergüenza ha seguido presente en el discurso de los que la explotan muy bien porque se vende. Y es que el ibero sabe trabajar para mantener su sempiterna hegemonía sobre, dígase lo que se diga, otras razas y otras muy diferentes sensibilidades.

No habrá oradores de altura que cautiven en la Carrera de San Jerónimo —el pueblo se conforma con poco, como con poco se conforma para revolcarse en el basurero televisivo. No habrá razones de peso para la discrepancia, pero la propia dinámica parlamentaria ya se encarga de forzarla, e incluso da la impresión de que “sólo” vive de forzarla.

Allí, en el Congreso, nunca hay propiamente debate, por lo menos hasta que la derecha se civilice totalmente. Mientras psicológicamente, ruidosamente, predomine la derecha, jamás lo habrá. Hable Zaplana, hable Aznar, hable Acebes, hable Trillo o hable Rajoy, cuando les toca escuchar la réplica, o miran a otra parte o leen papeles o, como ayer Rajoy, desaparecen de su escaño. En cuanto a esto de Euskadi, se ve que basta con atizar a ETA desde las cloacas para mantener el perpetuum mobile del discurso "antivasco". Ladran pero no escuchan. Les da igual. Diríase que les da miedo el razonar del otro. Les da miedo, pero al mismo tiempo les importa un comino que se les descubra su “fachosidad”. Ni siquiera el Parlamento es un centro de sordera; es un ágora de ausentes...

¿Tanto ruido, tanto insulto, tanto desprecio, tanto pateo antes y durante la representación para tumbar con tan suma facilidad una propuesta razonable?

El Estatuto vasco no se cumple desde nunca. Los incumplimientos premeditados y las disposiciones extra legem dirigidas a minimizarlo hacen del texto euskaldún vigente la cabeza reducida por un jíbaro. Y todavía dijeron los obstruccionistas centralistas, con tanto ruido y repulsa, que la propuesta aprobada por el parlamento vasco y traída respetuosamente al español, es “contra legem”...

Lo que se entiende muy mal es la confusa y probablemente perjudicial para su causa, postura de IU. Su propuesta programática federalista engarzaba muy bien con una propuesta de reforma del estatuto vasco. Y sin embargo aquí Llamazares, como San Pedro, la negó. Porque parece que por motivo que se me oculta (como en la contracausa europea) el debilitamiento progresivo del partido va acompañado de un oscurecimiento del programa.

En el Parlamento, ayer, del PP para qué hablar. Del PSOE, con tolerar la tramitación y dadas las circunstancias generales, podemos conformarnos. Sólo los nacionalismos periféricos estuvieron donde debían estar.

Aun así, mientras los sucesivos gobiernos españoles se burlen de los vascos y del Estatuto de Guernika, Euskadi -pacificado por la fuerza- no dejará de ser un país “ocupado”. De todos modos, la propuesta, rechazada, de reforma del Estatuto Vasco está claro iba dirigida, por un lado, a formular, urbi et orbe, justa protesta de los incumplimientos del Estado, y, por otro, a propulsar el Estado Federal que está pidiendo a gritos una zona geográfica del globo que tiene más la configuración de un continente de cantones, que de un país “abierto”. Y un país sometido políticamente a permanente compresión, nunca será un país feliz.

Suma y sigue...

Insertado por: Jaime Richart (02/02/2005)
Fuente/Autor: -Jaime Richart
 

          


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