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Una fase terminal indigna e indignante

(2206)

LA AGONÍA DE UN PAPA
Problematizar, impedir, condenar el suicidio puede ser correcto en una sociedad que se postula “sana”.

No facilitar la eutanasia a quien pide auxilio para ella o simplemente una sustancia letal que le permita acceder a la muerte dulce —pues no otra cosa es la eutanasia—, es sencillamente una insensatez y también una injusticia. Y desde luego ésta lo es, porque está claro que “la solución” queda reservada "sólo" a los chamanes del sistema. Pues somos cada vez más los que tenemos la evidencia unas veces y otras la convicción moral, de que son ellos los que recurren ordinariamente a ella para sí mismos y para quienes quieren, mientras altísimos porcentajes de la población corriente agoniza con Aspirina o Nolotil...

Pero lo que puede terminar siendo una indignidad repulsiva es aferrarse a la vida y a una dignidad, artificiosa como todas, como es la del Papado. Esté en él mismo, en el propio Papa, la causa de esa resistencia a claudicar o sea consecuencia de una constricción de su entorno, el espectáculo que está ofreciendo el largo y patético tránsito de un Papa a otro, de un jefe de Estado a otro, resulta tan denigratorio para el propio pontífice como para todos los que le acunan. Si hubiera alguien que debiera abandonarse a la voluntad de ese Dios que tiene a toda hora en la boca sin pretender corregir para nada su designio, ése debiera ser el Papa; según ellos, su representante en la Tierra.

Además, cuando centenares de miles de mujeres, de ancianos y de niños están siendo matados violentamente, fulminados, arrasados, torturados... por las tropas de un país enviadas a otro a eso y a robar, ver cómo un sólo ser humano (que conoce muy bien todo lo que ocurre) ofrece tanta resistencia (o le hacen resistir) a abandonar la vida y su protagonismo personal escudado en lo institucional, es no sólo una indignidad compartida por todos los que lo auspician, lo consienten o se empeñan en explicarlo infructuosamente: es, sencillamente, una aberración.

¿Qué mensaje nos quieren transmitir a través de esas imágenes más que dramáticas ya trágicas, que el mundo se guarda generalmente de exhibir cuando se encuentra en trances similares por innecesario, cruel y hasta obsceno? ¿Que es un superman que aguanta todo lo que le eche la Naturaleza pero también todo el instrumental médico? En estos tiempos, raro es lo que no "huele a podrido en Dinamarca"... Y en tantas pruebas mediáticas como tenemos a todas horas, todo esto está mucho más cerca de la impudicia de un reality show, tan en boga hoy día, que de las miras catárticas que los purpurados insinúan al orbe católico y al no católico.

Aferrarse a la vida por los métodos artificiales de la Medicina (de efímera eficacia en el cómputo total de una vida ya de por sí larga y sobre todo comparada con la eternidad en la que ese ser humano pontifical cree a pie juntillas) sin aceptar, naturalmente, o aceptándolo a regañadientes, el fin de su vida según los designios de ese Dios en el que confía y a cuya voluntad se le carga con todo lo peor de que es capaz la humanidad más perversa, hace del Papa, de su séquito, de la Curia y de su vidriosa y enrevesada religión uno de los fenómenos sociales más detestables a los que podemos actualmente asistir en primera fila.

Digo que es el más repulsivo, después de esas guerras de invasión nauseabundas como las que nos viene obsequiando el otro Papa, el civil anglosajón, que ni él ni su infernal política neoliberal, neoconservadora —o como quieran llamarla— pero despiada, inhumana y depredadora, no están dejando en el planeta títere con cabeza.

La religión católica, por mucho que también se resistan a reconocerlo sus administradores, está tocando fondo y ellos mismos están precipitando su fin. Y que le está llegando su fin, lo leemos justo a través de los renglones torcidos con los que su Dios escribe recta la Historia, el presente y el futuro de la especie humana...

Insertado por: Jaime Richart (01/03/2005)
Fuente/Autor: -Jaime Richart
 

          


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