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Libertad de información

(2213)

IMPLEMENTACIÓN A UN ARTÍCULO DE RAPHAËL MEYSSAN DE LA RÉSEAU VOLTAIRE
-Raphaël Meyssan hace en el Réseau Voltaire del 2 de marzo un análisis profundo y casi filosófico acerca de ambas expresiones. Pero, una vez leído con detenimiento veo que la cosa no es para tanto. Es una cuestión de voluntad de ser honesto el medio; no de otra cosa.

La cuestión es mucho más sencilla. Porque es llevando muy lejos el análisis de una cosa simple cómo se la puede complicar de tal manera que terminemos no entendiendo nada y no viéndola ella en sí misma. Eso de... “los árboles no dejan ver el bosque”. Espero que no sea esto lo que suceda en esta especie de réplica a R. Meyssan sobre el mismo asunto. Digo especie, porque no trato de restar méritos al esfuerzo del autor, ni tampoco le contradigo. Simplemente intento complementar su discurso y sus reflexiones magistrales sobre lo mismo...

Cuando se habla de libertad de información y de información a secas desde un punto de vista didáctico o crítico, se mete en el mismo saco todo tipo de hechos o “noticias” y toda clase de datos y circunstancias asociadas al hecho o a la “noticia”. Pero ocurre que cuando la pedagogía de la información mediática invoca la ética periodística para alcanzar o recuperar el prestigio que va perdiendo a pasos agigantados, siendo tan sencilla de poner en práctica la objetividad si se limita el “medio” a una descripción del hecho, no niega a la acción de dar la noticia o de referir el hecho matriz el derecho a tener vida propia acompañado de excrecencias valorativas que son precisamente lo que perturba la credibilidad del medio que la difunde. Que pretenda la pedagogía sobre la “información” y el periodismo que la información mediática alcance parecidas garantías que el proceso judicial (aunque su práctica a menudo deje también tanto que desear) se impuso precisamente con todo su cortejo de cautelas y de prolijidad, sin pertrecharse de las mismas cautelas, es de un pretenciosidad que por sí misma invalida esa pedagogía.

Intentaré explicarlo. En la información mediática no concurren aspectos propios de la técnica instructora y enjuiciadora que requiere la investigación de un delito. La instrucción, la forma y la prudencia al fondo envolviéndolo todo, son lo que le dotan de garantía. Cuando se habla, se escribe y se reclama, incluso a través de la propia autocrítica de los mismos periodistas, ampulosa, grave, puritanamente que es indispensable la información veraz, parece que fuera sumamente difícil y que hubiera de hacerse un esfuerzo sobrehumano para conseguirlo,cuando no es así. La información de un hecho físico es bien sencilla. En ciertas noticias la complejidad no está pero está al mismo tiempo; depende de que se le haya añadido una palabra que sobra o de que se omita la fuente directa de la noticia, que falta, y que es en el asunto algo fundamental. La dificultad y la transparencia "reales" que demanda la noticia vienen luego. El problema, complicado más o menos deliberadamente por el propio generador de información, llega cuando la contrastación, la investigación y la instrucción procesal del hecho noticiado que sigue a continuación y corresponde a la tarea periodística, se las sustituye, más menos deliberadamente, por la ligereza y por la precipitación. La ligereza y la precipitación vienen causadas, unas veces para anticiparse al competidor del ramo, otras para generar artificial y artificiosamente más caudal de “noticias” relacionadas con el hecho de partida, y otras –lo menos peligroso-, para apoyar a la causa política, social o económica a la que se debe, indirecta o expresamente, ese medio de difusión en concreto porque es quizá lo que financieramente le sostiene. Como siempre: lo peor no es que las cosas sean como son, y más si son inevitables. Lo peor es que se hagan pasar por lo que no son. Y en el caso de los medios de información, eso es lo peor.

“Rascacielos madrileño sufre un incendio”; “Una explosión en cadena causa la muerte de x personas”; “Impactan contra el TWC de Nueva York dos aviones comerciales”... es la “noticia”. No hay problema. Inicialmente no son más que “hechos”. Pero no son actos. Son tan “hechos” como el tsunami. Nada hay que justifique otro modo de presentárnoslos. Estas noticias no ofrecen ninguna resistencia a la objetividad. Pero no suele ser así. Lo que se convierte –ladina, artificiosamente- en “noticia de verdad” después del hecho incontestable, es la instantánea de la imputación y de la autoría; la instantánea atribución del hecho, de la noticia primigenia, a unas causas que, en el caso de que algún día sean descubiertas habrá de esperarse mucho tiempo. Repito, como en todo sumario judicial... Pero como, separándose “verdad” judicial y “verdad” política, se obtiene tantísima rentabilidad medida en horas de audiencia televisiva y en toneladas de tinta impresa ¿cómo desmontar lo que está confeccionado precisamente para obtener esas rentas y asociarlo a la ética, a la pureza de intenciones, a la objetividad informativas cuando en esa precipitación, en esa ligereza, en esa imprudencia, en esas verdades a medias reside la fuente de riqueza para todos?

Lo que viene después de la noticia es lo que ya, no siendo en sí mismo noticia pues debiera estar sujeto a un sinfín de investigaciones, se quiere seguir tratando como noticia a base de fingir descubrimientos o revelaciones casi instantáneos sobre la causa y los causantes de lo que ayer fue la noticia cuya objetividad no ofrecía duda pues era tan real, físicamente, como la luz del sol...

La objetividad en la información es relativamente sencilla en la inmensa mayoría de los casos. Basta emplear términos concretos, genéricos, sin adjetivar la descripción de un hecho. Basta no insinuar el autor o autores del hecho, y menos el móvil, cuando el hecho es violento, cruento o tiene todas las trazas de no ser fortuito.

Si realmente se desease un información veraz, creíble, seria, dígase lo que se diga no tiene más remedio que ajustarse mucho más a los trámites de un proceso penal; con su fase instructora y su fase pública del juicio oral. Si no se hace así, ocurrirá lo que en tantas cosas del sistema: se atacan los efectos para dejar intactas las causas de las injusticias, de las mentiras y de las manipulaciones.

Si, producida la explosión, el crimen, la muerte (el 90% de los hechos a que nos referimos cuando hablamos de "información" y la deontología que debe aplicarse), el periódico añade a la noticia la insinuación de la comadre sobre la autoría o su sospecha en la misma "noticia" o en la edición siguiente o al día siguiente, aceptando por ejemplo sin más una llamada telefónica -que puede hacer cualquiera o fingirse- que se la atribuye, ¿cómo compaginar esa práctica con la seriedad informativa? ¿cómo postularse creíble ese medio cuando ya hasta el más ingenuo sabe que las cosas raras veces son lo que parecen?

Si ese medio concreto nos dice que ha sido ETA o Al Qaeda inmediatamente (cuando sabemos qué fácil es desviar la imputación de un crimen a quien "queramos" o nos convenga); cuando sabemos que en la sombra se pueden maquinar muchas cosas que sólo una investigación imparcial, minuciosa y científica -quizá nunca- pueden revelar tras mucho tiempo y por eso no se "puede" colgar el sambenito a las primeras de cambio a nadie ni a nada sin despertar desconfianza y hasta desprecio por ese medio concreto, se está cometiendo un acto impuro, perseguible de oficio de lesa información/desinformación mediática. Algo, o mucho, de esto se vive en el País Vasco y fuera de él a propósito del contencioso que ese territorio tiene con el Estado Central y sus gobiernos sucesivos centralistas...

Presentar así un titular: “ETA comete un atentado en Atocha”, como hizo El País con ocasión del atentado del 11-M simplemente porque llamó al periódico el entonces presidente del gobierno (que hasta podía ser el autor intelectual del mismo) sin citar a éste siquiera... o “Al Qaeda ha puesto una bomba en tal sitio”, como si el gabinete de prensa de la ocasión o la agencia norteamericana de marras que dan la noticia madre fueran el oráculo de Delfos, hacen ya imposible que consideremos "serio" a ese medio concreto y nos fiemos de él. Aquí está una de las causas de la caída en picado de la credibilidad, difusión y venta de ejemplares de la mayoría de los rotativos en los países occidentales. Los medios, asociados a políticos y empresarios, lo quieren ya todo a costa de la mentecatez del ciudadano para repartirse entre todos el botín...
El autor o autores, en tiempos de tanta falta de escrúpulos y cuando se cuenta con tantas complicidades y medios técnicos para hacer ver las cosas como quieren los prestidigitadores (sean nacionales sean internacionales), cometen hoy, constantemente, el crimen perfecto. El que un medio se resigne a ello o quiera suplantar, además por razones espurias, esa impotencia por una práctica informativa "plana", fácil o fácilona, retribuída o compensada o no, es la clave de toda esa retórica montada en torno a la información y a la dichosa libertad de información. Las nebulosas que se generan en torno a la propia ética informativa, terminan formando parte de la propia desinformación, de la falta de ética, de la manipulación, etc que se supone (o se finge) que se desean combatir.

No creo que el asunto de la “pureza informativa” requiera ríos de tinta. Por eso pienso que algunos "superexpertos" y pretendidamente puritanos que divagan sobre ello, acaban colaborando al confusionismo que se genera sobre algo que, como digo, es bien simple.

Dése la noticia llanamente y luego, paulatinamente, vayan presentándonos a los testigos, los indicios, las pruebas materiales y las pruebas morales, y al final, sólo al final (quizá al cabo de meses) empiecen a hacerse conjeturas e hipótesis con cierta consistencia y validez sobre la noticia que se dio. Procédase con las cautelas que la prudencia elemental y el buen sentido son requeridas para que una institución o una persona física adquieran respeto y credibilidad, y se verá qué pronto empieza a recobrarse la confianza en un medio de comunicación. Si el periodismo en general, el periodismo al uso, o el periodismo en sí mismo no son compatibles con esas exquisiteces, el periodismo, tal como lo entendemos, está abocado al fracaso, el moral al menos.

Es imposible reivindicar objetividad e imparcialidad cuando se desliza inmediatamente como sospecha la autoría o responsabilidad de un hecho que, a un juzgado o tribunal de mínimo prestigio y de cualquier parte del mundo le cuesta (como vemos constantemente) mucho tiempo elucidar.

El prestigio, la fama, la categoría personal, la sabiduría... se ganan, como el vino añejo su calidad, con el paso del tiempo, pero se pierde en un sólo traspiés. No digamos si las meteduras de pata son muchas, y con mayor motivo si todo lo que sucede en relación a los medios, a sus mentores y a los políticos empresarios de hoy día asociados -como empezamos a sospechar- es premeditado.

La Prensa, los medios, no tienen remedio. Por eso, en medio de tan vitriólico panorama informativo, confiamos en el nuevo medio "Diagonal" -al menos hasta que se corrompa también-, al que doy desde aquí mi más efusiva bienvenida .

Insertado por: Jaime Richart (06/03/2005)
Fuente/Autor: -Jaime Richart
 

          


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