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La Profecía

(2360)

LA NATURALEZA TIENE LA ÚLTIMA PALABRA.
¿El fuego no en forma de hecatombe, sino de aceleradamente progresiva sequía universal?... me vengo preguntando desde hace unos años a esta parte.

De vez en cuando recuerdo, aunque no sé a quién se atribuye, la profecía de que el próximo fin del mundo será por fuego después de haber sido el último por el Diluvio universal.

Yo comprendo que este asunto es desagradable; más que desagradable, crepuscular; más que crepuscular, dramático; más que dramático, trágico; más que trágico, milenarista... Hay muchos, por otra parte, que consideran pesimistas razonamientos sobre cuestiones por sí mismas sombrías, aunque quienes los formulen sean para sí mismos optimistas. Me lo sé de memoria. Este es mi caso. Soy optimista por naturaleza, por carácter, por educación y por voluntad. Pero hay cosas que se ven venir, si me mira hacia adelante después de haber mirado hacia atrás. Simplemente.

Y es desesperante estar viendo desde hace años lo que sucede y va a suceder; viendo que los que tienen la responsabilidad de interpretar no sólo el presente sino también de leer el futuro, indefectiblemente prefieren pensar sólo en el presente. Por razones económicas, de comodidad y de todo tipo. Y ello a costa de cargar a las generaciones siguientes con las consecuencias de su ciego egoísmo y su gravísima torpeza. Es deprimente saber que quienes dimos y damos la voz de alarma no alegamos percepciones imprecisas o precisas extrasensoriales, sino percepciones que van y vienen directamente de los sentidos y de un entendimiento diáfano, primario, virgen, exento de toda clase de conveniencias bastardas. Es terrible escuchar a los optimistas profesionales —unos por inexperiencia, otros de buena fe y otros retribuídos— cómo en medios y en estructuras sociales, políticas y aun científicas razonan con el clásico "aquí no pasa nada", que esto es un ciclo y volveremos a la normalidad... Produce consternación observar que tanto los responsables máximos de la sociedad como quienes les asesoran vienen teniendo desde hace mucho tiempo atrofiadas esas capacidades naturales y de pura "lógica". Por eso fuimos tratados como visionarios y agoreros. Pero peor es que aun tratándonos como merecen los catastrofistas sin causa, no hayan adoptado medidas precautorias en unos casos y en otros casos medidas radicales para retrasar lo inevitable; que hayamos venido observando que sólo esperan estúpidamente al momento en que ninguna medida será ya eficaz...

Esta conducta es proverbial y propia de la sociedad occidental. Una sociedad sólo despejada para obtener el inmediato beneficio, pero capaz de inmolarse también ante una pérdida inmediata. Es frecuente en esta materia el esperpento. Y por ejemplo, son muchos los empresarios que por no ceder ante las justas pretensiones de sus trabajadores o del sindicato, prefieren la quiebra de su empresa. Lo mismo que tantos optaron en la Historia por morir en el potro con tal de no abjurar de su fe... Esa tozudez esta tejida a la condición del necio, tipo tan presente en esta aniquiladora sociedad, tan cristiana como inhumana e irracional. Porque necios son los que dirigen el mundo y sus designios. Y lo son, aunque sólo sea porque sabiendo que nada pueden hacer por sí solos, ni son capaces de ser héroes ni de dimitir...

He escrito mucho a lo largo de estos últimos años sobre el tema. Mi primera pésima impresión de los sabios congregados en la famosa Residencia de Estudiantes de Madrid en unas Jornadas del Agua, data del año 1991. Yo, sin obsesiones, simplemente a través de la observación directa, ya había detectado la disminución de la ventilación de la atmósfera, la asfixia progresiva de la biosfera, el estancamiento progresivo de las masas de aire, la disminución de las brisas, el fenómeno de alternancia entre la lluvia fina que pasa por el cedazo de capas de polución y el brusco rasgar del agua de esa cortina cuando la evaporación de los océanos acumula sobre ella en exceso lluvia potencial. Todo con independencia de los fenómenos naturales "normales": ciclones, huracanes, tornados, tormentas, lluvias torrenciales en monzones o vientos alisios, etc. en franca regresión. Pero aquellas Jornadas concluyeron con sentencia firme de cuyo ponente era un tal Toharia. El Fallo fue, que en el peor de los casos nos encontrábamos sencillamente ante un ciclo, y que, como todo ciclo, era pasajero. No es un ciclo, advertí. Es un cambio en toda regla por... las causas que, ya, todo el mundo conoce hoy a lo largo y ancho del planeta. Propuse comunicación no de las cuencas, sino de los embalses a través de acueductos con la misma técnica y el mismo propósito de los oleoductos. Ello permitiría no desperdiciar, trasvasando en uno y otro sentido, los excedentes, llevar los aluviones de lluvia de norte a sur y de sur a norte, desde zonas que antes no sufrían "gotas frías", por ejemplo, a zonas tradicionalmente húmedas que habían dejado de serlo... Fui escuchado como un perfecto orate, como un intruso, como un osado... No soy ni meteórologo, ni Físico, ni tengo mas conocimiento de las ciencias naturales que el que procede de mi pasión por ellas, por su estudio y por la voluntad de no alejarme de la "naturaleza de las cosas" y por el concepto griego de kairós (oportunidad, hasta para el momento de hacer el amor).

Pero para mí, el asunto está visto para sentencia: esta civilización no puede dar marcha atrás. Está encadenada, condenada a “su” fatalidad. Y el crujir de dientes bíblico me temo que ha empezado ya. De momento parece claro que el eje de la Tierra se ha desplazado últimamente por una serie de concausas humanas, y ello determinaría la visible desviación de las masas nubosas de sus rutas "acostumbradas". Esto afecta a todas las zonas y lógicamente también a la península. Por consiguiente no hemos de esperar sino que la sequía alcance proporciones catastróficas irreversibles, como las de Africa en el último decenio; determinante, por otro lado, de los éxodos migratorios de masas de población que no tienen más alternativa que salir de un infierno donde la gente muere lentamente, aunque perezcan en su huída. El asunto va por partes. Pero todo parece indicar que la Tierra padece un tumor cuya metástasis es imparable...

Soy consciente, pues no se me oculta, de que: el "fin del mundo" es un tópico; el paso de una Era a otra no implica la destrucción del planeta como astro; aunque la destrucción no fuese violenta, "sólo" silenciosa, "no pasa nada": no vale tanto la pena vivir en medio de un desierto; el fin del mundo ha llegado para quien en este momento agoniza en cualquier punto del globo, etc. Pero estos anteriores alegatos con los que yo a mí mismo me respondo, no me impiden ver que el ser humano, en cuanto a especie viviente, está cavando su propia fosa aceleradamente; como viene sepultando a miles y miles de especies de flora y de fauna. Y lo peor es que una gran parte de ella, la oriental, no ha tenido ni arte ni parte... Desgraciadamente ya, no deja de ser esto una constatación suficientemente probada y comprobada, no una mera percepción sensorial, extrasensorial o típica de videntes...

Lo único que a mí, personalmente, me queda por saber —y eso quizá mantiene en mí una extraña curiosidad más que la esperanza de estar equivocado— es si yo asistiré al fin en vivo y en directo, o si será algo que verán con trágica lucidez mis nietos. Y esto es peor. Pues tengo 66 años y nietos desde los 3 hasta los 19 años.

Pero fíjense quienes me lean hasta qué punto detesto el dogmatismo, soy positivista y amante del buen humor, que a pesar de todo lo dicho y de que los compadezco porque no sabían lo que hacían, me uno emocionalmente a la masa de optimistas que han hecho de este mundo un basurero sin retorno. Al fin y al cabo también pronto me di cuenta de que, por necios y perversos que sean los humanos o precisamente por eso, el mundo siempre ha estado realmente gobernado por niños. No tenéis más que ver de cerca cómo se comporta "casi" todo aquel que tiene una vara de mando. Pues los adultos se dedican a vivir y a dejar vivir, y a que la vida de todos los seres vivos discurra por su cauces naturales. ¿Y los sabios?: los sabios, a la contemplación...

ADENDA.- Es evidente, y no creía necesario hacer esa advertencia sobre la consternación que ello causa, que cuando se habla del fin del mundo se piensa en el mundo aproximadamente tal como cada cual lo "conoció". Ya sabemos que también han conseguido que se viva en la luna y en Marte y en el desierto Kalahari. Pero para "nosotros" eso no sería "vivir", sino todo lo más existir. También, desgraciadamente, muchos viven en mazmorras... Ya se dice que en cuanto a tal, el planeta no desaparecerá, pero evidentemente eso es algo absolutamente irrelevante a los efectos extintivos que tratamos.

Insertado por: Jaime Richart (18/05/2005)
Fuente/Autor: -Jaime Richart
 

          


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