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Ahí es nada. El experimento nos ha dejado atónitos, boquiabiertos, perplejos. Sin embargo, muchos pensarán que cuánto mejor hubiera sido que cualquier otro instituto imperial hubiese dedicado ese mismo presupuesto a contar los granos de arena del desierto del Sahara, por ejemplo. Quizá al final del conteo hubiésemos sabido el secreto del por qué lo abandonan tantos subsaharianos para refugiarse en este otro desierto que empieza a ser la península ibérica. O a desvelar dos misterios mayores que el de la Trinidad. Uno: por qué Aznar ahora tiene tanto interés en la zona y en recibir al líder del Frente Polisario mientras no quiso saber nada del asunto cuando fue presidente. Otro: por qué el mismo espectro tiene tanta inquina a los independentistas vascos y arropa ahora en cambio a los independentistas saharauis y dialoga con ellos cuando jamás dialogó ni con su padre...

¡Cuánto seríamos capaces de gastarnos —si lo tuviéramos— infinidad de seres humanos, por llegar al fondo del por qué de tantas cosas absurdas, torpes, mezquinas y atroces de la sociedad! Sobre todo de la sociedad americana. Esa que sufraga la NASA. Como, el por qué ésta de dedicar 100.000 millones de dólares a la construcción de la Estación Espacial Internacional (ISS) para controlar férreamente a todos los países del planeta, en lugar de dedicar esa cifra que marea a redimirlos del hambre y de las guerras! Sobre todo, en lugar de investigar para extirparla, la inclinación homicida del humano contra su propio hermano... Porque sólo entonces es cuando, además del maravilloso descubrimiento de que el Tempel 1 está cubierto de polvo fino y no de polvo grueso, conquistaría todas las estrellas...

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