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Creced y multiplicaos: la trampa

(2641)

-GENÉSIS I-28:
Y echóles Dios su bendición y dijo: Creced y multiplicaos, y enchid la tierra, y enseñorearos de ella, y dominad a los peces del mar y a las aves del cielo y a todos los animales que se muevan sobre la tierra.

11 Octubre 2005

En la interpretación literal y sesgada de este mandato divino extraído del Génesis, veo yo la clave de la mayor amenaza actual para la humanidad; lo que ha hecho añicos el sentido natural de la existencia que una porción de ella se ha dado a sí misma y se ha empeñado en imponer al resto. (Esa, y la parábola de los talentos). Sobre todo en dos momentos críticos de su historia: uno, el de la conquista del Nuevo Mundo en el siglo XVI: sacrificar almas para Dios, enseñar el evangelio el clérigo mientras la soldadesca cometía genocidio, en el Sur, como en el Norte luego, era la estrategia demoníaca puesta en marcha por el poder político en connivencia con el religioso. Pero esto, con variantes, sigue. Y el otro momento, es el del nacimiento de la era industrial, potenciado en la postindustrial. por los neoevangelizadores de estos tiempos que coquetean y trafican con el Antiguo Testamento, unos, y con el Nuevo otros...

En buena parte de las conciencias y talantes de los que rigen partidos políticos y paises está y cunde "lo cristiano" de esta pervertida interpretación del Génesis. El dominar la tierra lo han convertido en destruir la tierra. Desde los lideres españoles “cristianos” aunque no vayan a misa, pasando por la democracia cristiana a la que pertenece la nueva Canciler alemana, hasta la nauseabunda invocación de “su” Dios para matar, invadir, ocupar y torturar del cretino yanqui que representa a "lo cristiano" antiguo o viejo, bulle la idea del “crecimiento” ilimitado a cualquier precio.

¿A quién puede extrañar que según esa interpretación torpe del Génesis la selva amazónica se deforeste a pasos agigantados, y que en 2004 se haya talado una superficie equivalente a la de Bélgica? ¿Cómo puede sorprender que la lucha para evitar la tala salvaje por parte de los "conservadores" –paradójicamente los más proclives a no conservar nada y tirarlo todo para construir-, o para combatir incendios provocados en países como el nuestro, sea una lucha irremediablemente perdida? Se descarga infinitamente más fácilmente la fuerza que lleva aparejada destrucción, que la fabulosa y premiosa energía que hay que emplear para crear. Millones de años ha necesitado la selva para hacerse. En unos cuantos lustros desaparecerá... El fuego, la desintegración del átomo y el espíritu aniquilador sólo precisan de la yesca. La explosión, la implosión, el colapso son las formas de destrucción instantáneas al natural o percutidas por la mano del hombre.

Después de "destruir" hay un concepto de filosofía política y de filosofía para todo, arrollador e incontenible, que es "crecer". El verbo crecer es la consigna. Los países, las personas, las economías, la obra pública y privada, el PIB, sólo son estimados si han crecido, y despreciados si los números no les son favorables diciendo de ellos sus campeones expoliadores que allí, en ese país cuya tasa de crecimiento es tal o cual pero baja, sólo se reparte pobreza.

Y así resulta que mientras unos se esfuerzan sin éxito en ralentizar el crecimiento con un concepto ideal pero impracticable, "desarrollo sostenido", otros lo aceleran sin escrúpulos. Mientras unos tratan de tejer no impulsando en demasía el crecer, los falsos conservadores destejen construyendo sin parar. Por eso se produce un cruce de significados: éstos, los conservadores, lejos de aspirar a conservar (salvo en cuestiones facilonas y teóricas de una moral religiosa antediluviana) fuerzan patológicamente el tren del progreso material confundiendo el sentido general de su propósito llamándose a sí mismos no conservadores, sino neoliberales. Mejor dicho, si se presentan los conservadores como los custodios de las costumbres, son ellos los que en lo más hondo más las rompen cuando les conviene: se divorcian, abortan sus hijas, ponen la cruz en sus declaraciones fiscales porque tienen dinero pero no tienen compasión. etc. Y si se presentan como liberales, es para arrogarse su libertad que niegan a los demás.

Pero tampoco los progresistas hacen muchos ascos al mismo progreso “material” al que asimismo contribuyen. Lo proponen, simplemente a otro ritmo. Pero de hecho no marcan su compás. El compás lo marcan los incendiarios, los terroristas y los maquinadores febriles que trabajan a la luz del día o en la sombra instigados, pagados o simplemente como aficionados para los falsos conservadores y sus arcas. Los progresistas, por su parte, al crecimiento deseable lo llaman "desarrollo sostenible", una falacia y una trampa. Las leyes no pueden evitar ni corregir desmanes en la proporción, cantidad y consecuencias que acarrean los que "los otros" cometen. Los excesos que se pagan con dinero (el que contamina paga, etc), puesto que reportan beneficio, invitan a hacer cuentas y a pagar con dinero lo que casi siempre no podrá volver a ser restituído a su estado original o porque se ha agotado un bien tan escaso que es irreproducible. Pero en todo caso, en el ritmo, en el paso, en el tempo es en lo único que hay diferencias entre conservadores y progresistas del sistema “occidental”. Sólo en eso. No en los objetivos finales, que consisten exclusivamente en "crecer".

Por consiguiente, no sólo ninguno de los dos renuncia al "crecer", es que para ambos el crecimiento sin pausa es el leit motiv. No importa en ambos casos que ese crecer se lleve por delante éticas, ecosistemas y polución hasta solidificar el oxígeno que respiramos. "Crecer", "crecer" es para todos una obsesión, una paranoia, un tic. Ni siquiera quien entre los políticos piensa que el desarrollo no debe dar lugar al crecer tumoral y menos a la metástasis global a la que estamos asistiendo, puede pronunciarse y ahoga sus ideas. Porque como todo va en esa maldita dirección ¿quién se atreve a llevar la contraria al espíritu del partido, de la corriente general en forma de decreto político de inexcusable cumplimiento en todo el orbe occidental? Entre los antiguos griegos predominaba la doctrina clásica del ciclo periódico de génesis y decadencia. Pero ¿creyeron “todo” los griegos y romanos en ciclos periódicos? ¿Quién puede saberlo? ¿Cren todos los modernos en la idea de progreso y crecimiento, que se supone rige la corriente principal del pensamiento occidental desde el pasado siglo diecisete? Ciertamente no; no, al menos, en el sentido de la mejora inevitable y constante del destino moral del hombre sobre la tierra. Quizá, ni siquiera en cuanto al conocimiento y cultura. Puede haber habido griegos y romanos que se burlaran de los ciclos, como hubo, seguramente, personas en la Edad Media cristiana que se rieran de la idea de la Trinidad o de Dios...

Pero... ¿de dónde sale semejante idea-fuerza, semejante intención, tal obsesión que ninguno de los sobresalientes que llevan el timón de las naves del Primer Mundo se plantea dando a la aritmética y al número el máximo valor en detrimento de tantas cosas que debieran ser sagradas porque constitutivamente son patrimonio de toda la humanidad? ¿qué ocurre para que se procure el crecimiento sólo en ascensión y no en extensión de manera que el desarrollo racional e inteligente alcance a cuantos seres humanos mejor? En dónde está el foco de ese estrabismo que le impide al occidental realizar, no limitarse a invocar, un plan aceptable de vida digna para todos? No lo sé. Para mí es un misterio. El caso es que el hombre, cuando habla de crecer sólo piensa en hacerlo hacia arriba, no a lo ancho y en horizontal. Y “debiera”, porque sería mucho más provechoso hasta para él mismo a la larga.

El caso es que mientras se crece en vertical, se arrasa. Y cuando digo se arrasa me refiero a todo eso que se lleva por delante el crecimiento sin parar: la ética considerada hasta ayer un bien social, los afectos, la amistad, el amor, el medio ambiente y el destino de la biosfera. Crecer o crecer... está es la cuestión hamletiana.

Por este camino vamos muy mal, y lo sabemos todos. Pero está visto que una compulsión, una fuerza misteriosa o no arrastra a la humanidad del primer mundo a intensificar el crecimiento hasta que todo estalle. ¿A esa fuerza la debemos considerar instinto? No y sí. Si porque esa fuerza no viene de la razón, no es racional. No, porque el instinto no pervertido juega sus bazas con prudencia. No hay más que ver a cualquier animal en su comportamiento, sea en el momento de la predación sea como amante o sea como procreador. El instinto del humano a que me refiero se ha ido atrofiando, estragando, y no responde. No "responde", como no responde una aplicación informática "colgada". Habría que reiniciar. Habría que reiniciarlo todo para salir del bloqueo. Pero en esto se muestra impotente. Porque se ha atrofiado en una parte de la humanidad que, ciega y sorda, no oye a nadie ni atiende a nada que no sea ese afán por crecer destruyendo. Se ha estragado, porque su cobardía se ha transformado en necedad: no sabe o ni siquiera se le ocurre que “la solución” está en eso, en reiniciar, en empezar desde el principio conservando sólo lo digno de ser aprovechado porque no daña a nada ni a nadie... Crecer se ha convertido en el estigma de la autodestrucción. Muchos sociobiógos creen que el suicidio colectivo será el último avatar de la humanidad. Y en ese torpe propósito estamos ya...

Las politicas del crecimiento, sean de crecimiento ilimitado que no atienden a razones ni a contraindicaciones de supervivencia colectiva, sean de desarrollo sostenible inviables en la praxis, son doctrinas no sólo antirracionales. Son, responden, como hasta el más retrasado "ve" ya, a una doctrina antinatura.

La única explicación que encuentro a esto es la que Platón escribe en uno de los diálogos de El Político”: “Hay un tiempo en que el propio Dios guía y ayuda a que el mundo gire siguiendo su propio curso; y hay un tiempo, a la terminación de un ciclo determinado, en que se desentiende, y el mundo, al ser una criatura viviente y habiendo recibido incialmente inteligencia de su autor y creador, gira en torno y, por una necesidad inherente, da vueltas en dirección opuesta”.

Insertado por: Jaime Richart (11/10/2005)
Fuente/Autor: Jaime Richart
 

          


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