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No se aprende ni se educa por Ley

(2720)

OTRA LEY DE EDUCACIÓN ESTÁ EN EL AIRE.
- Otra ley más a lo largo de los años por los que discurre este régimen político imitador de la democracia o aspirante a ella tratando de encontrar la piedra filosofal de la enseñanza y de la educación aneja.

No entro en la idoneidad de la misma. Supongo que será mejor que la anterior habida cuenta quiénes legislaron entonces y quienes legislan ahora. Pero ¿se tiene en cuenta que jamás una ley pedagógica y educativa es capaz de hacer buenos alumnos, buenos profesores y ciudadanos justos y honrados como de uno u otro modo proclaman ésta y en general todas las Constituciones?

A la educación y la enseñanza le ocurre como a la democracia. Tampoco a la democracia se llega por ley. Aunque los americanos aparentan creerlo, tampoco se inocula ni se instala a golpe de leyes a una sociedad que no la quiere, y menos si viene pergeñada e impuesta por el invasor. Los dirigentes yanquis tratan de emular al sanguinario emperador romano Caracalla quien en el año 212 d.J.C, concedía a cambio de dinero la ciudadanía romana a todos los ciudadanos libres del imperio destinado a las arcas vaciadas por sus guerras personales para proseguirlas. Pero es que entonces aquella ciudadanía la consideraban un honor. Sin embargo ahora, cualquier aproximación al espíritu del imperio norteamericano en descomposición pocos, y no menos el mundo islámico, lo consideran ya una deshonra...

Democracia, educación, enseñanza y asimiliación no se logran con normas positivas. Son, la voluntad general, las condiciones socioeconómicas, el grado de igualitarismo que equipare a aproximados niveles de igualdad a todos los ciudadanos ante la ley, y el nivel de desarrollo de la conciencia social en la clase propietaria las condiciones objetivas que hacen viables y posibles la democracia, la educación, la enseñanza y la asimilación.

La educación propiamente dicha es cosa de los padres, pero resulta que los padres se encuentran actualmente demasiado ocupados como para prestar atención a tan incómodo quehacer en una sociedad descoyuntada y partida por luchas intestinas territoriales, por predominios eclesiales ya fuera de lugar, por la inestabilidad laboral y por el abandono de conceptos tradicionales que no han sido reemplazados por otros de general aceptación.

Sea como fuere, la enseñanza y menos la educación en la escuela no tienen solución mínimamente satisfactoria mientras no se asienten y encuentren su sitio los aspectos no extraviados del concepto de familia, mientras no se supere la honda crisis en que está sumido lo que queda del concepto matrimonio, y mientras no rescate de sí misma la pareja su instinto semiatrofiado como cuidadores directos de la prole...

Todos los esfuerzos para meter en caja al educando y enseñanzas en su mollera y en su personalidad, serán baldíos mientras no se ajusten en la conciencia individual y social los mecanismos integradores del grupo o del binomio progenitores/prole.

La sociedad occidental va en en general en este sentido a la deriva. Pero es que una sociedad como la nuestra, medio siglo sometida a un sentido único de la vida siendo perseguido de diversos modos todo lo que no se acomodase a él, ha pasado a otro que rompe abruptamente el molde sin ofrecer recetas atractivas de recambio. Por eso la crisis de desorientación, con las consecuencias que ello lleva aparejado, es patente e inevitable.Tratándose de un país como el nuestro acostumbrado a vaivenes políticos y sociales constantes, este tipo de crisis puede durar mucho tiempo. Lo que determinará una quiebra prolongada de la educación y de los comportamientos. Determinará la inestabilidad general de los talantes malogrando en definitiva el bienestar que se supone es el fin de toda sociedad y de cualquier gobierno.

No se puede pensar en una sociedad en la que media población esté en el disparadero de ir a la cárcel y el otro medio al manicomio... Y no le queda mucho a ésta para que todo termine así.

Sólo la reorganización de la sociedad cerrando filas cada territorio, cada región, cada nacionalidad o nación o como quiera que llamamos al espíritu local en torno a sus valores más tradicionales relacionados con este asunto, recuperándolos mediante el adecuado aggiornamiento podrán salvarse extensas colectividades amenazadas de anomia. A la universalidad, desde el terruño, debería ser el lema.

La anomia, un grave problema derivado de la ausencia de las normas que in extenso asumió y fue sedimentando voluntariamente la sociedad a través del tiempo y de la costumbre. Un grave problema que sólo tiene solución a través del sucedánero del control social que antes funcionaba por autorregulación, y que termina en sociedades que la padecen exigiendo la coerción y la represión del aparato del Estado incompatible con un régimen de libertades públicas. ¿Esto es lo que espera a la victoriosa sociedad del Primer Mundo? Pues acabará en la cola de los tan enaltecidos valores democráticos y los mucho menos estimados valores culturales. Por eso la enseñanza tiene mala solución, y la relación profesor/alumno y padres/hijos tiene un negro porvenir sea cual fuere la ley de enseñanza que intente regularlas mientras la sociedad no evolucione por sí misma, y casi se diría sin ayudas, hacia la madurez que no se consigue metiendo el fruto en la nevera...









Insertado por: Jaime Richart (03/12/2005)
Fuente/Autor: -Jaime Richart
 

          


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