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El salario del miedo

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SON MUCHOS MIEDOS JUNTO...
- Vaclav Havel (político y dramaturgo) dejó escrito: “La tolerancia empieza a ser una debilidad cuando el hombre comienza a tolerar cosas intolerables, cuando empieza a tolerar el mal”. “Desgraciadamente no hay computador ni matemático que pueda fijar la frontera (...)”. (... )

Artículo de opinión:
El salario del miedo

Partiendo de la base de que “la violencia engendra violencia”, y ésta se viene acrecentando en todos los ámbitos de nuestra cotidiana vida, nos estoy acompañando–diría yo–, de temores o miedos a procesos que, buscando nuevas normas de adaptación a cambios sociales en nuestra actual sociedad de convivencia, son necesarios asumir como naturales en las culturas de los pueblos o grupos sociales, insisto: hemos de asumir que deben existir miedos y temores–miedo a morir, miedo a perder la cabeza, miedo al sufrimiento, miedo al dolor, miedo a la enfermedad(cáncer, sida, esclerosis múltiple, etc.)... Son muchos miedos juntos. Éstos condicionan nuestras normas de convivencia y respecto hacia las personas y cosas que existen en nuestro entorno, pero se deben superar a lo largo de nuestra vida mediante sistemas de educación escolar–aprobados por ley–, que fortalezca la autoridad del profesor en clase, y, claro está, la convivencia pacífica entre los alumnos. Y ahora, por si fuera poco todo esto, estamos cogiendo miedo a la agresividad que se está fomentando en nuestras aulas. El principio de autoridad de los profesores –que siempre existió en las escuelas de primera enseñanza–está tirado por los suelos, y los alumnos lo saben. Aquéllos–trabajando y enseñando–sirven de valladar entre los muchachos/as y sus respectivos padres, pero ganando el pan nuestro de cada con su salario: el salario del miedo.

Hay que fortalecer la profesión docente, tal y como debe hacerse. Porque todos sabemos que en nuestro interior llevamos innatos unos genes que nos inclinar a destruir, atacar o hacer daño por el simple y mero hecho de hacerlo. Pues entonces consiste en que, mediante nuestra educación en las aulas, canalicemos esos genes negativos que poseemos hacía comportamientos de conducta dirigidos, y en este sentido, a los alumnos que deseen conseguir objetivos de creatividad basados en la iniciativa y el espíritu emprendedor. Se trata de educar, pero, al mismo tiempo, también de conseguir–por todos los medios habidos y por haber–, que los chicos/as se conviertan en personas el día de mañana. Que los chicos/as sepan distinguir, sin ningún genero de dudas, qué es una agresión flagrante y en qué consiste una legitima defensa. Esto sirve, sinceramente, para que se atenúe–en parte–la agresividad: en las aulas y en la cotidiana vida.
Y es que el entorno en que vivimos es violento al cien por cien. Porque ninguno de nosotros ponemos en duda de que existe violencia en el fútbol. Y muy grande y profunda violencia. Cuantas veces comprobamos la expulsión de los campos de fútbol de adiestradores–entrenadores–, que insultan a los árbitros y levantan, a veces, brazos amenazadores de venganza y malos modales. Y es que no tienen señoría hablando, ni tampoco actuando, tal y como lo vienen haciendo con harta frecuencia. Otras veces visionamos por televisión o comprobamos en el propio terreno de juego verdaderas batallas campales sobre el césped. Les recuerdo, a unos y a otros, que la prudencia es un arte y como tal tenemos que aprenderla para practicarla. Vayamos al fútbol, señores y señoras, pero a disfrutar de su magia, de su entretenimiento, de su emoción y fuerza, de su incertidumbre... en cuanto al resultado. Hoy se gana, maña se pierde: es ley de vida. Aquí no ha pasado nada. Además, sin no mienten las estadísticas, cuatro de cada diez españoles tenemos nuestras conversaciones centradas en asuntos del balompié (¿interesa la política?).

Ahora el turno le toca a la televisión: “la caja tonta”. Este simpático aparato nos aprisiona. Es el medio de comunicación que llega a alcanzar mayor difusión, y lo ve casi todo el mundo. Ver y oír: he aquí el milagro. Os confieso, y con sinceridad, que muchos de los programas emitidos hoy por hoy llegan a dormirme. La “tele” acarrea ventajas y desventajas, pero nosotros debemos controlar este aparato maravilloso. Y, sin embargo, la televisión ejerce sobre nosotros un poder colosal, quizá como dice Karl Poppe (filósofo), el “más importante”. Un piensa que ella haya sustituido a la voz de Dios–el Dios de todas las religiones–, y que tres plagas se ciernen sobre la “caja de las sorpresas”: violencia, sexo y sensacionalismo. Y por este orden. La polémica mundial hacia la pornografía–que no hacia el erotismo–, ha girado siempre en torno a todo aquello que induce al crimen, al delito sexual, a la conducta antisocial de la persona... Debe haber permisividad hacia la conducta humana, hacia el cine, televisión, pero hasta esa frontera que separa el bien del mal. Vaclav Havel (político y dramaturgo) dejó escrito: “La tolerancia empieza a ser una debilidad cuando el hombre comienza a tolerar cosas intolerables, cuando empieza a tolerar el mal”. “Desgraciadamente no hay computador ni matemático que pueda fijar la frontera (...)”.

Sin embargo, estos semejantes nuestros, estos solitarios... de la vida cuando ejercitan actos de violencia están apagando temporalmente su cansancio de vivir. Quizá, cuando somos violentos, y concretamente contra las mujeres–ese ser maravillosamente complementario nuestro-, estamos llevando a la práctica una de las tres fuentes del poder humano: la violencia. Esa violencia que siempre engendra más violencia, y que hemos de desterrar para siempre de nuestros corazones... Porque cuando se ejerce violencia contra alguien–mujeres, niños, ancianos... -estamos ejercitando el instinto más primitivo conque nace el hombre: pegar para castigar, para destruir... para hacer daño. Las otras dos fuentes de nuestro poder-conocimiento y dinero–son más volubles: pueden emplearse tanto para sancionar como para premiar.

El “Yo soy yo y mi circunstancia” que dejó escrito José Ortega y Gasset–Meditaciones del Quijote (i, 322), 1914–, es vigente al día de hoy. Donde nuestras vidas, vivencias y costumbres están impregnadas siempre de violencia. Las páginas de los diarios nos hablan de episiodos violentos en los centros educativos, causando alarma social y falta de convivencia entre las personas. Y es que esta violencia, muchas veces, parte del propio hogar familiar, donde los padres se insultan, se violentan y terminan por agredirse delante de sus propios hijos: éstos están tomando mal ejemplo, mala medicina... para curar la violencia que albergar en su interior, y que hace que el desarrollo moral, social y emocional de los jóvenes caminen por senderos donde la luz moral está olvidado, y los sentimientos duermen el sueño eterno.

La Coruña, 29 de noviembre de 2006
* Mariano Cabrero Bárcena es escritor
(Copyright)

Insertado por: Mariano (29/11/2006)
Fuente/Autor: -Autoria propia/ Mariano Cabrero Bárcena
 

          


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