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¡Que no 'somos' nosotros!

(3307)

-¡QUE NO!.
-Que me niego a usar la primera persona del plural a la que tan aficionados son los periodistas que me incluyen en la miserable, unas veces, y salvaje, otras, condición de unos puñados de humanoides que trajinan a su antojo al mundo, las finanzas y a los matarifes.

Que no. Que eso de que "nunca habíamos sido menos salvajes, que somos incorregibles, que no sabemos resolver esto o lo otro, etc", como cada día escriben esos espíritus sensitivos en los periódicos, es cosa de unos cuantos pero en absoluto de nosotros.

A mí no me van a instilar el sentimiento de culpabilidad de que el mundo vaya a la deriva por mí ni por cuantos conozco y trato y leo. Por eso, por ejemplo, me niego en absoluto a reciclar. ¡Qué reciclen ellos, que reciclen los regidores de municipios y Comunidades y los magnates de todas las industrias que nos encajan productos fabricados y encarecidos por materiales y envoltorios casi indestructibles! ¡que lo hagan los superhombres que se forran ahorrándose mano de obra en la recuperación de papel, usando un árbol cada día para hacer una revista de informática cuando creíamos que la informática iba ahorrar papel. Y todo para comprarse jets y mansiones en Miami, mientras nosotros nos afanamos humilde y minuciosamente a cumplir como buenos ciudadanos!

Lo anterior es sólo una pincelada de cuanto querría decir a todo este respecto de las responsabilidades y decisiones... de los que mandan y de las respuestas que deben esperar de nosotros, los que obedecemos, a pie de calle y no en las urnas: el juguete...

Si lo que se desea es precisamente separar -como dicen sucederá en el Juicio Final- a humanos de antihumanos, a normales de necios, a los amantes de la paz de los que hacen la guerra permanente (como ése, el supremo orate del mundo y de la actualidad confesó con jactancia y sin pudor), deberán señalar con el índice a los verdaderos responsables y culpables.

Ya no vale el “somos”, así o asao. Los que nos conducen al abismo tienen nombre y apellidos. Son aquéllos, los dioses de la industria y del comercio. También los políticos, grandes microcéfalos. Esa licencia literaria –“somos”- está muy manida y ofende. Vean. Pasen, observen y piensen, sólo un poco: por un lado está la humanidad ”real” de los simples mortales, y por otro la inhumanidad y la imbecilidad de los que no pueden hacer nada porque ellos a su vez también obedecen a los otros. No nos mezclen. Respétense a sí mismos los periodistas y respétennos de una vez a los que les hacemos el favor de leerles.

Esa primera persona del plural me hace mucho daño. Y en quienes la emplean veo a cómplices, a cucos y maliciosos incapaces de un lenguaje más directo, más valiente, más comprometido en el alineamiento con “los buenos”, que es la inmensa mayoría.

No "somos". A la humanidad no la representamos los que escribimos ni los que nos leen. Ni tampoco siquiera los que no hacen ni una cosa ni otra. La representan, presiden y tuercen los abyectos y sus cómplices, los pobres de espíritu y débiles mentales aunque se luzcan porque dominan el juego de palabras...

Pues los abyectos no están sólo en despachos ovales y en pentágonos. Los hay a mansalva. Suelen ocupar oficinas civiles cerca del cielo, desde donde, sin abrir la boca, con un garabato sobre un folio impiden el acceso a las energías limpias, intensifican la fabricación y venta de artefactos que no dejan de contaminar jamás, maquinan contra los pequeños comerciantes, ordenan a sicarios incendiar selvas o hacer talas salvajes de bosques mientras ponen en curso campañas ecológicas, orquestan cuestaciones para reconstruir un país mientras lo desavalijan y arrasan, y piensan el "desarrollo" del país que rigen o del mundo en clave de cifras económicas sin tener ni pajolera idea de que el valor de muchas cosas, del orden natural y del moral, nada tienen que ver con su precio y menos con su cotización en Wall Street, en Tokio o en Madrid.

No “somos”. Son. Los rectores del mundo, verdaderos desalmados, por un lado, y los dirigentes de los demás países, pusilánimes que no se alzan en armas contra los impostores y degolladores empapados en deshonor pero enjugados por la aureola artificial de todo lo contrario son los que nos hacen la pascua. Nosotros no intervenimos.

Los que "no somos" ni rectores ni desalmados ni impostores ni degolladores, nada tenemos que ver con este progresivo e inexorable retorno de la civilización occidental a la caverna a donde aquéllos nos conducen. Y lo malo, lo que más me consterna, es que no sólo nos están arrastrando a ella a los que en el fondo participamos, por connivencia, del botín de tanto expolio, sino también a la mayor parte de la humanidad constituida por el “buen salvaje” roussoniano; y todo, éstos últimos, sin comerlo ni beberlo...

Así es que, por favor, cuando hablen de esas cosas y les venga a la cabeza y les espanten las atrocidades y necedades de mandatarios, de políticos, de traficantes, de esclavistas, de especuladores, de expoliadores, de torturadores, de genocidas y demás clase de gente de mal vivir, absténganse los columnistas de emplear ese yo plural mayestático e indigno que me pone de los nervios. Pues ni la epidermis del que escribe, ni la nuestra tienen nada que ver con la de “ellos”, más correosa que la del paquidermo. Nosotros aún tenemos alma. Ellos, ni eso...

Insertado por: Jaime Richart (05/01/2007)
Fuente/Autor: -Jaime Richart
 

          


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