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Y hablaron las paredes

(3460)

¡SI HABLARAN LAS PAREDES... DE CUÁNTAS COSAS NOS ENTERARÍAMOS!
-El afán de Clara consistía en coleccionar vestidos, a la manera de quien colecciona obras de arte, y decidió, más tarde que no sería mala cosa empezar a coleccionar hombres de carne hueso. ( ... )

-Artículo de opinión
Y hablaron las paredes

¡Si hablaran las paredes... de cuántas cosas nos enteraríamos! Y hablaron las paredes y me relataron:

1. Cenando en la habitación veinticinco del hotel de la “Alegría” se encontraban Clara y Miguel: ambos estaban casados. Clara había alquilado –como de costumbre–, su hermoso y joven cuerpo que naturaleza le quiso dar. A éste le sometía a operaciones estéticas muy a menudo. En fin, que ella vivía de y para su cuerpo. Clara ahora pertenecía a la alta jet, vivía en una lujosa mansión ubicada en el campo. Con muchas habitaciones, con muchos criados a su servicio, con una piscina...Su guardarropa aparecía atiborrado de modelos de todos los grandes modistos–Balmain, Chanel, Dior, Valentino..., y como no, también poseía modelos de Versace. Incluía además muchos pares de zapatos, e infinidad de ropa interior de esa que quita el hipo al más pintado. Como vemos, Clara era un dechado de virtudes...

El afán de Clara consistía en coleccionar vestidos, a la manera de quien colecciona obras de arte, y decidió, más tarde que no sería mala cosa empezar a coleccionar hombres de carne hueso.

Me casaré varias veces, se dijo a si misma. Haré mi agosto. Seré clara por fuera, y clara por dentro. Por las mañanas daré a besar mi mano a quien la noche anterior, con cuidado, me durmió, y entre gritos y alegrías: primero, me desnudo, y, más tarde, me gozó. Se que mi hermosura el seso desequilibrará a potentados, letrados, grandes cruces, capitanes de milicia y... hasta curas camuflados. Mi cuerpo es mió, siguió razonando la buena de Clara, y yo con el hago todo lo que me viene en gana. Nadie dirá de mí que soy una prostituta. Al final, sin duda, comentarán que fui una mujer que no tuvo suerte al concertar mis casamientos...

Esta clase de buenas mujeres están adornando todos los días la mal llamada “prensa del corazón”, puesto que el motor que impulsa este ultimo lo tienen lleno pobreza de espíritu, y venden, al mejor postor–por miles de euros–,sus vergüenzas, exhiben sus obscenidades y cuentan miles de mentiras, una tras otra. Estamos creando una sociedad erotizada. El sexo se vende y se compra como cualquier producto de consumo, e incluso, sexo y erotismo son piezas fundamentales para hacer propaganda de artículos para comer y de prendas para vestir. Desnudo femenino, belleza de mujer. Pero en nuestra intimidad, en nuestro matrimonio, en nuestra vida de pareja...donde figure el amor de por vida. (La mujer capricho es, / por eso vive de él; / y el hombre que de ella vive, / capricho de ella es.)

2. Era algo tarde. Me encontraba solo, y pensé en tomarme el último café del día. Mis oídos son finos, y escuché un hermoso dialogo entre dos mujeres:

SÍ EXISTE amor pasional entre mujeres: no lo negaré. Nosotras somos casadas, y hubo cómplices en nuestras relaciones sexuales: el otoño, las hojas que son secretos caídos que lleva el viento, la noche con la fuerza que da el amor... Somos almas ardientes, y buscamos lo siempre deseado. Después –quizás... con un ¡hasta luego!– merecerá la pena haber roto el roble amoroso que nos separaba. “Es hora, nuestra hora de los sueños –me dice mi antigua alumna cuando acude a la cita concertada –, de las relaciones carnales anheladas. Todo está escrito. Despojémonos de nuestras ropas, y busquemos sábanas – sin sogas indiscretas – donde yacer cuerpo contra cuerpo”. Su cuerpo de carne viva –cabellos bronceados y ojos con mirada desnuda – me había hecho su cautiva. Veintitrés años sin rumbo, sin límites humanos...

SÍ EXISTE amor pasional entre mujeres: no lo negaré. Allí –en las afueras de la gran ciudad – acaeció nuestro bacanal de mohines y carantoñas. La guarida de nuestro encuentro se encontraba al lado de una salvaje playa, tan salvaje como el ánimo voluptuoso –río profundo – que recorría nuestras venas. Desnudos los cuerpos combatieron sin medida –sobre la arena –, vientre contra vientre, pezones contra pezones... Nuestra sangre fue una y abundante sangre de placer. Mis cincuenta años no me perdonaron tanto exceso amoroso, pero las almas se tranquilizan, precisamente, con lo desconocido... con lo que estaba prohibido y hoy es llamado “opción sexual amorosa”, aunque el sexo sea el mismo. Belleza, armonía, besos ardientes, besos robados, lenguas insaciables, manos temblorosas y húmedas: he aquí el compendio de tantos y tantos orgasmos habidos. Nuestras manos, nuestras bocas cumplieron su misión.

¡Qué lejos quedaban los caprichos! ¡Qué fríos –helados – nuestros cuerpos! Ambas –nuestras voces – exclamaron: “¡Ay deleites perdidos y encontrados! Qué lejos de nosotras estuvisteis. Qué próximo el cielo: ¡lo abrazamos! Qué esclavas de los hombres pernoctamos”. Cerca, muy cerca pulularon testigos las estrellas, y la Luna caprichosa esperaba: humillarnos, inculparnos, violentarnos... Allí, y sobre la playa negra de arena, dos mujeres –madura y joven – sin barreras, valientes, con luz de noche primavera –cuerpo a cuerpo – se entregaron, se amaron, se salvaron..., y llegaron a esculpir sobre una piedra: “Ayer, en tiempo muerto, quizás un instante –sin siniestras intenciones – fuimos más mujeres, en la noche del Dios de las estrellas”.

3. Había casi nadie. Corrían las siete de la tarde cuando me encontraba tomando un cafetín, y ojeando revistas “matacorazones”. Entró en el establecimiento la hija de un buen amigo mío -por el que siento gran afecto-, que me dijo: “¿Dispones de cinco minutos?”. “Y de cinco mil”, le contesté. Clavó su mirada sobre mis ojos, y exclamó: “¡Deseo ser madre, lo necesito...!”. En mi sesera pululaban mil y una preguntas, y le inquirí-tratándole de ayudar-: “¿Estás embarazada, quizá...?”. Al pronto, respondió: “ ¡Ni mucho menos!...”. Me comentó que salía con chicos, tipos–casados y solteros, solteros y casados-, y que “más valía no hablar de sus...”. También me explicó que su vida pasional–ley del deseo sexual-así la resolvía, mas su corazón aparecía frío, con color de muerto. Esta semejante nuestra ha sido y es una competente mujer siglo XXI: tiene talento, escribe libros, es maestra del Estado...formando parte del organigrama social por méritos propios. Mi buena amiga–salvando edades–es atea, no cree en los hombres y menos aún en el amor. Así me lo confesó, y anuencia me dio para comentarlo.

Sin embargo, mi contertulia es una criatura valiente–hermosa, guapa e inteligente--, que escogió su voluntaria soltería. Es decir, el afrontar la vida lejos de sus progenitores, siendo responsable de sus propias decisiones. Esta solitaria y amorosa mujer–sabe que “el amor es una flor demasiado preciosa para cortarla” (proverbio chino) –prosiguió con sus confesiones amigables. Así, desalojó de su interior miedos y temores con soledad. Y me dijo más: “Necesito dar (entregar) cariño a alguien, necesito un ‘hombre’ para fabricar un bebé–el de mis sueños–, pero ¡maldito sida!: tropiezo con él a la vuelta de cualquier esquina”. Es evidente, hoy por hoy, que existen niños/as educados, y bien, por sus madres solteras.

Ante sus temores-que son los nuestros- aconsejé: “Busca un hombre-¡qué los hay!-, que respete tu cuerpo y temple tu alma”. Explícale tu proyecto amoroso–le dije–, pues hallarás ese hombre x. Él te transmitirá sus sentimientos de admiración, aprecio y agradecimiento..., que dejarán huellas perpetuas en el interior de tu vientre .Ésta es nuestra soledad de amor que estamos creando. Paradojas de los comienzos de nuestro siglo XXI: un solo niño, una sola madre también. Erikson mantuvo que “las mujeres están destinadas a tener hijos”. Se equivocó, como seres humanos que somos. En verdad esta muchacha estaba mendigando maternidad. Si mi hija, de su edad, me hubiese pedido consejo, quizás, mi corazón lloraría lágrimas de invierno, y mi laringe articularía palabra alguna.

La Coruña, 5 de abril de 2007
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* Mariano Cabrero Bárcena es escritor
( copyright (



















Insertado por: Mariano (05/04/2007)
Fuente/Autor: -Autoria propia/ Mariano Cabrero Bárcena
 

          


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