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Atrapados por el miedo

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CUANDO DESEMBARCAN DE ESAS PEQUEÑAS LANCHAS DE LA MUERTE
Mariano Cabrero Bárcena :Cuando desembarcan de esas pequeñas lanchas de la muerte, y pasan las fronteras del bien y del mal, que los países democráticos europeos les brindaron en su día, y se convierten en seres “ilegales”–piel de color, hermanos nuestros–.Los conocimos con el nombre de inmigrantes, mas quedaron atrapados por el miedo. Y creyeron que la vida es libertad para todos...

Atrapados por el miedo

Contemplo todos los días, y cuando me acerco a broncearme en las costas canarias, cómo llegan los “cayucos” cargados de inmigrantes–procedentes del África occidental–, buscando...trabajo: el drama de conseguir comer todos los días, el drama para alcanzar labrarse un porvenir, el drama de tener que someterse a unas condiciones económicas infrahumanas, que ya poseían en sus países de origen.

Cuando desembarcan de esas pequeñas lanchas de la muerte, y pasan las fronteras del bien y del mal, que los países democráticos europeos les brindaron en su día, y se convierten en seres “ilegales”–piel de color, hermanos nuestros– .Los conocimos con el nombre de inmigrantes, mas quedaron atrapados por el miedo. Y creyeron que la vida es libertad para todos...

Nuestros pensadores, ya fallecidos, Ortega y Gasset y Unamuno, nos hablan de la vida: el primero(“Meditaciones del Quijote”), nos dice: “La vida es libertad en la fatalidad(...), porque consiste en llevarse y soportarse y conducirse a sí misma”; y el segundo,(“Diario íntimo”), nos manifiesta: “Se dice y acaso se cree, que la libertad consiste en dejar crecer una planta(...); en no podarla(...), si sus raíces se encuentran al poco de nacer, con dura roca impenetrable(...)”. Así pues, si una planta es libertad, si una vida es libertad, cómo se puede entender que–invitar a marcharse a los inmigrantes–se convierta en uno derecho fundamental en muchos países del mundo.

Aquella Europa de las libertades, aquella Europa de la hospitalidad... con la que todos soñábamos, tiende, inequívocamente, a convertirse en una Europa de los nacionalismos intransigentes: expulsamos de nuestros países respectivos a número determinado de “desheredados de la fortuna”, para así complacer a los nativos de estos últimos. Éstos sienten satisfacción, siente, orgullo de raza, sienten que no sienten miedo. Y es que estos miedos les han sido alimentados por los Ejecutivos de turno: mala política humana, mal arte de gobernar... al sembrar xenofobia, racismo, expulsión entre personas que vienen a trabajar: me pregunto si es ésta la Europa de la generosidad. ¡Seamos generosos!, aunque la riqueza huya de nuestras manos.

Y es que la Unión Europea debe canalizar la cultura democrática de todos los que formamos parte de ella, y conseguir respeto y comprensión para aquellos que, contra su voluntad, necesitan abandonar sus naciones de origen en busca de un nivel de vida mejor, en busca de un trabajo. León Tolstòi (1828-1910) novelista, manifestó que «la condición esencial para la felicidad del ser humano es el trabajo». Debemos comprender que los emigrantes son seres necesitados y que, una vez conseguidos los dineros necesarios, regresarán a sus países de origen, pues aman la tierra donde han nacido.

Y vemos y comprobamos, sin duda alguna, el odio entre hermanos–porque los inmigrantes son hermanos nuestros–, que estamos llevando a cabo como una verdadera caza…: la caza consentida de inmigrantes. Deberíamos todos responder al unísono: Inmigrante soy yo. Y es que uno se pregunta, y muchas veces, hasta que punto puede ser ilegal un ser humano. Piensa uno que nunca jamás.

Vemos con mucha frecuencia, por más que ambicionemos el evitarlo, que estamos tratando a los emigrantes con cierta desidia, arrogancia y, en cierto modo, mala educación: les abrimos unas puertas y les cerramos otras. [Me viene a la memoria el insigne escritor y sacerdote Pedro Calderón de la Barca(1600-1681), quien dejó escritas -entre muchas obras–una que se conoce por el titulo de “Casa con dos puertas, mala es de guardar”.]Y existen miles de puertas en Europa que están mal abiertas y mal cerradas .Con esta manera de obrar, sin duda, estamos rompiendo los moldes del sufrimiento de muchos seres del mundo–una vez más.

Uno sabe que para avanzar en esta vida, en este mundo, no debemos añorar una “Edad de oro pasada” pasada, pero sí tratar de crear un mundo vitalista, moral y ético (religioso, para aquellos que profesen alguna religión) que, en definitiva, nos enseñe a respetarnos, comprendernos y desearnos la paz los unos a los otros. Nunca debemos apoyar el derecho al exterminio. Dar la mano, extenderla, es construir un puente irrompible para toda la vida: la paz.

En cierto modo, y en el tren llamado “Esperanza” en el que viajamos todos, todos y cada uno de nosotros cometemos errores. Nuestra inteligencia comete yerros, pero esa misma inteligencia nos hace corregirlos: esto es ser inteligente. Mas hay que conseguir, y de una vez para siempre, que “el cometer errores” no se convierta en costumbre, y por costumbre los sigamos cometiendo. Todos deseamos ser gobernados por político inteligentes. ¡Que así sea!

En ese maravilloso “tren de la Esperanza” siempre llevamos generosidad y amor, para repartir entre nuestros semejantes. Libertad, hospitalidad, solidaridad...con–oriundos y emigrantes–para que los europeos–Europa–no llegue a convertirse en una Europa de los nacionalismos, valga la redundancia. Expulsamos de nuestros países respectivos a número indeterminado de “desheredados de la fortuna”, para así complacer a los nativos de estos últimos. Éstos sienten satisfacción, siente, orgullo de raza, sienten que no sienten miedo. Y es que estos miedos les han sido alimentados por los Ejecutivos de turno: mala política humana, mal arte de gobernar... al sembrar xenofobia, racismo, expulsión entre personas que vienen a trabajar: me pregunto si es ésta la Europa de la generosidad. ¡Seamos generosos!, aunque la riqueza huya de nuestras manos.

La Coruña, 22 de abril de 2009
Mariano Cabrero Bárcena es escritor
Copyright

Insertado por: Mariano (22/04/2009)
Fuente/Autor: Mariano Cabrero Bárcena
 

          


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