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La revolución abortista

(4071)

¿LOS HOMBRES EN LA PAREJA, YA NO CUENTAN? DEBATAMOS...
La revolución abortista consiste en apartar al macho de la decisión sobre el aborto. El hombre queda excluido de la regulación de esa materia. Sólo procede su opinión. No es vinculante. Como no lo son los informes del Senado.

En general, las antiguas legislaciones no castigaron al aborto. En la Grecia Antigua, Platón y Aristóteles y otros filósofos lo recomendaban como fórmula para limitar las dimensiones de la familia y regular la demografía. Se consideraba al feto como parte de la madre, y era sólo ella quien podía disponer al arbitrio de su cuerpo.

Pero es evidente que desde los tiempos de la antigua Grecia, cuando el raciocinio alcanzó su máximo esplendor, esta clase de inteligencia, la natural, cuyo impulso emana de la Razón, ha retrocedido paulatinamente a lo largo del tiempo en lugar de superarse. No obstante, hay hoy día indicios de querer volver a encontrarla. La semilla del retorno a la naturaleza que luego, en el siglo de las Luces, preconizó Rousseau ha germinado, forzados los humanos por el cambio climático del que el principal culpable es Occidente. Y ello, aunque queden millones y millones de opulentos y gentes sin conciencia que no se han enterado, y no quieren enterarse porque en la devastación que causan fructifica su riqueza.

Por eso se impone en España y en el mundo recuperar el tiempo perdido a causa del influjo nefasto del cristianismo. De un cristianismo sin Cristo, hecho doctrina en este -como en otros- asunto vidrioso y eternamente inacabado del aborto. El cristianismo mal entendido es el causante de las ideologías que entroncan a la religión y política, en lugar de contraponerse como sería razonable.

El asunto del aborto que divide y tanto violenta a la sociedad española que se niega a seguir los senderos de la mayoría de los países de la Europa Vieja hasta llegar a este planteamiento que sugiero, pone sobre la mesa social la necesidad de esa revolución.

Como ya digo antes, la Iglesia católica y su doctrina social en tantas cuestiones oscilante si tomamos como referencia a los siglos, tienen buena culpa de la agitación y de los sufrimientos añadidos al tema del aborto, haciendo de ello un asunto patético que no debiera serlo como no lo es ya tampoco la virginidad.

Oscilante, pues sin ir más lejos, véase cómo ha transformado a fondo el concepto del infierno o el destino de ultratumba del creyente bajo pretexto de actualización de una religión que se administró como eviterna. Hay otras muchas cosas que fueron sagradas y han terminado siendo pura banalidad.

En cuanto al aborto, la Iglesia vaticana ha considerado a la mujer secularmente semiesclava o sierva del hombre, y sólo en su liturgia sigue “tolerándola” ad casum. El sufragio femenino fue una conquista de la racionalidad al cristianismo. Pero aún quedan retales. Y uno de estos es el aborto y el empeño del catolicismo nacional y supranacional en citar y seguir a los científicos amamantados a sus pechos que avalan la teoría que equipara crimen y aborto... Allá ellos, lo que incumbe a la sociedad civil es decidir en función de su descreimiento e imponerse si es mayoritaria.

Y así, desde el punto de vista de esa mayoría social, el aborto es un mal menor que trata de evitar o paliar otro mal mayor. El hombre, el macho, el suministrador del fluido que fertiliza eventualmente al óvulo de la mujer, de la hembra, debe abstenerse de opinar, y con mucha mayor razón abstener de decidir sobre una cuestión cuya aportación es no por decisiva menos irrisoria a la hora de traer al mundo vida. Que es irrisoria salta a la vista. El macho se limita a introyectar. Y en la modernidad ni siquiera la hembra le necesita porque hay otros modos de ser madre sin la intervención del macho presente.

Aunque luego hubiese división de criterios entre las mujeres que deciden, el riesgo de equivocarse la sociedad se reduciría justo a la mitad.

* A todos los artículos alojados por Jaime Richart, en Ibérica 2000... (A numerosos enlaces...)

Insertado por: Jaime Richart (24/07/2009)
Fuente/Autor: Jaime Richart
 

          


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