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El horror de la guerra

(4251)

RESPIRANDO ARMAS PARA MATAR...
Un niño mostrando el horror de la guerra...
Porque el presupuesto de guerra de los Estados Unidos de América es el que ocupa la cota más alta del mundo, y este país posee (vuelvo a insistir en decirlo) una muy próspera–la mayor del mundo–, industria armamentista.

Un niño mostrando el horror de la guerra...
Porque el presupuesto de guerra de los Estados Unidos de América es el que ocupa la cota más alta del mundo, y este país posee (vuelvo a insistir en decirlo) una muy próspera–la mayor del mundo–, industria armamentista.



Globos, globos de ilusión, muchos globos de ilusión–llenos de sentimientos e ideas de paz–, harían falta para que, mediante un suave aterrizaje, se depositasen sobre los cerebros de nosotros–los humanos–tan llenos de odio y venganza, y que desterrasen para siempre esa “bestia negra” que todos llevamos dentro: el placer de matar por matar. El hombre es el único animal racional sobre la tierra, que experimenta y pone en práctica este último.







Los Estados Unidos de América es un país que, respirando armas para matar por los cuatro costados–de norte a sur y de este a oeste–, siembran de muerte el mundo entero, pues es el primer productor y exportador de éstas: las armas ,muchas veces, sólo sirven para matar. Matar por matar: es la triste realidad con la que nos encontramos todas las mañanas, aún con el café humeando de caliente, y abrimos cualquier periódico que nos echamos a las manos...Y ellos, los norteamericanos, al levantarse y leer diarios, sin duda están respirando armas para matar. (Confucio, y en sus Diálogos, manifestó: “El gobierno es bueno cuando hace felices a los que gobiernan y atrae a los que viven lejos”.)

Es paradójico el comprobar que, siendo el año 2009 próximo pasado la fecha que marcó la crisis económica que actualmente aún estamos viviendo, los norteamericanos han gastado muchos dólares en la compra de armas, que muchas veces sólo sirven para matar y que las carga el diablo..., como reza el famoso y antiguo dicho, aunque personalmente, entiendo que las cargamos las personas de carne y hueso. Y es que el espectacular aumento de venta de éstas, se debe, en principio, a la sensación de inseguridad que están sufriendo los ciudadanos norteamericanos en sus propias carnes: el generador del horror que producen las armas vive en EE.UU., y se lee en sus caras, fomentado y desarrollado por tantas alarmas contraterroristas, que conllevan en el interior de sus corazones...muertos de miedo (lo cual es natural).






Porque el presupuesto de guerra de los Estados Unidos de América es el que ocupa la cota más alta del mundo, y este país posee (vuelvo a insistir en decirlo) una muy próspera–la mayor del mundo–, industria armamentista. No hay que olvidar –ni por un momento–, que, aquellos que compran sus armas, llegan a ser sus mejores amigos, y que estos últimos y los primeros prueban las armas–su eficacia–, sobre seres humanos. Y, sin embrago, estos buenos y entrañables amigos americanos del norte proclaman a los cuatro vientos e invitan al ‘desarme mundial’. Uno no lo entiende, y el señor Obama–44º presidente de los Estados Unidos–, tampoco: paradojas de la vida. Barack Obama sabe muy bien que el horror exportado: las armas, siempre tienen billete de ida y vuelta.

Y uno sabe que para avanzar en esta vida, en este mundo, no debemos añorar una “Edad de Oro” pasada, pero sí tratar de crear un mundo vitalista, moral y ético (religioso, para aquellos que profesen alguna religión) que, en definitiva, nos enseñe a respetarnos, comprendernos y desearnos la paz los unos a los otros. Nunca debemos apoyar el derecho al exterminio. Dar la mano, extenderla, es construir un puente irrompible para toda la vida: la paz.

Muchos conflictos familiares de ciudadanos norteamericanos–que terminan en verdaderos homicidios–, se producen dentro de sus hogares: triste y lamentable noticia la que apunto, que me produce tristeza y desazón.

Es triste reconocer que nosotros los humanos–seres creados por el Dios, el todas las religiones–,llevamos dentro de nuestros corazones odio y venganza negra, que repartimos sin que nuestras conciencias sientan estupor o pánico de lo que podemos ser capaces de cometer contra nuestros hermanos en el mundo entero. La II Guerra Mundial, que comenzó Alemania, nos demostró hasta que punto el ser humano es capaz de martirizar, degradar, torturar, violar...a los prisioneros de guerra–mujerees y niños–, como se demostró en los campos de exterminio de judíos por tierras europeas. Porque, hoy por hoy, nos encontramos conque el hombre/mujer sigue siendo un fiera contra el hombre.

Entiende uno que los animales matan para comer, para alimentarse y no morir de inanición. Y es que el hombre es una fiera contra el hombre, porque los animales matan para alimentarse, pero los seres humanos matamos y torturamos por el mero placer de torturar y matar..., haciendo sufrir –con nuestros actos--, a los más débiles, y verles llorar lágrimas que se vuelven hielo. Son semillas de violencia que albergamos en nuestros corazones, y que a lo largo de nuestra vida las empleamos como una falsa autodefensa y una revancha malentendida. (Y el justo se regocijará cuando, sediento de venganza, se lave sus pies con la sangre del malvado. Y, al presenciarlo, los hombres exclamarán: ¡Verdaderamente existe recompensa para el justo! ¡Verdaderamente existe un Dios que hace justicia en la Tierra! Libro de los Salmos ,58: 10,11.)

La CIA (Central Intelligence) y la oficina de investigación federal (Federal Bureau of Investigation, FBI) han de trabajar al unísono, si pretender luchar contra ‘el terrorismo islámico’, que pulula por cualquiera parte del mundo, como si fueran pájaros enloquecidos con algún virus venenoso. Estos últimos podrán tener, y en cualquier momento, un aterrizaje forzoso de consecuencias impredecibles. ¿Locos los terroristas?: lo son; quizás lo sean. ¿Locos los que venden armas?: quizás lo sean: lo son.

La Coruña, 19 de enero de 2010
© Mariano Cabrero es escritor.

Insertado por: Mariano (19/01/2010)
Fuente/Autor: Autoría propia / Mariano Cabrero Bárcena
 

          


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