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-Aun viviendo en cualquier comunidad autónoma de las que forman España, nos resulta difícil comprender ese sentimiento de independencia de quienes se manifestaron el día 11 de septiembre. Evidentemente no ignoramos la diferenciación de las distintas comunidades en su lucha por mejorar su forma de vida, su cultura, su lengua y su economía, pero si ello nos lleva a la arrogancia de algunos de sus dirigentes –como Artur Mas, en Catalunya-, malinterpretando y haciéndose eco del fanatismo popular, entonces no nos queda más remedio que considerar el viejo tópico de las dos Españas.

Cuando se configuró el Estado de las Autonomías, cualquier persona normal sabía que la convivencia entre los españoles ha de primar sobre unos ideales que son más propios de los tiempos de los Reyes Católicos que de una España del siglo XXI.

Pero lo que de verdad debería preocupar a toda persona amante de verdad de la libertad de los pueblos, es la propagación de ideas falsas sobre la independencia al pueblo ignorante por parte de algunos dirigentes, algo inadmisible en un estado democrático. Ellos son el cáncer de nuestra sociedad. Ante semejantes actitudes, todas las personas que amamos de verdad a España en su conjunto deberíamos unirnos y manifestarnos. Es nuestro derecho en una sociedad democrática de verdad.

Los dirigentes de muchas comunidades autónomas han estado ya demasiado tiempo fanatizando con sus ideas a una buena parte de la población. Los resultados están a la vista. ¿Hacia dónde va España? Mucho nos tememos que hacia el abismo. Es una cuestión de tiempo. Ejemplos trágicos provocados por un nacionalismo fanático no faltan: antigua Yugoslavia, Irlanda del Norte, etc. En lugar de trabajar todos juntos por una España mejor, se ha optado en las comunidades por la desidia, el separatismo, la ambición y el menosprecio a los demás habitantes de un mismo pueblo, el español.

En consecuencia, el mito de las dos Españas está hoy más que nunca en evidencia y es urgente ponerle freno. Por otra parte, no han podido escoger el momento más inoportuno para que esa otra parte del pueblo español expresara sus fanáticos ideales en la calle, gritando que desean “libertad”. ¿Libertad para qué?, como se preguntó Lenin. Y es que la palabra libertad tiene varias connotaciones. Creemos que la verdadera libertad es aquella que permite a los pueblos vivir en armonía y que nadie esté por encima de los demás. Ese menosprecio y rivalidad que observamos en nuestros dirigentes, nada tiene que ver con la democracia. Bastante tenemos los españoles con sufrir una crisis económica interminable, para que encima tengamos que oír las sandeces de algunos dirigentes de comunidades autónomas amenazando con un referéndum por la independencia. Esto es insoportable. Dan ganas de hacer las maletas y emigrar a un país más tolerante. Esperemos que la cordura de la gente haga olvidar los fanatismos de nuestra historia, pues la España de los Reyes Católicos, afortunadamente ya ha pasado hace mucho tiempo.

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