iberica 2000.org

 Inicio
Registrate Patrocinios Quienes somos Ultimos Artículos Tablón Anuncios

Ayuda 

COLABORADORES

Usuarios Registrados
E-mail:
Contraseña:  

BUSQUEDAS

 Indice alfabético
 Indice de autores

 

DIRECTORIO

 Artículos y reportajes 
 Consultoría jurídica 
 Denuncias y derecho 
 Flora y Fauna 
     Fauna 
     Flora 
 Inventos y patentes 
 Libros y lecturas 
 Noticias Ibérica2000 
 Política medioambiental 
 Proyectos e iniciativas 
 Turismo y viajes 
     Excursiones 
     Lugares de interés 
     Turismo rural 
 Webs relacionadas 
 Agricultura de casa 

 Artículos de opinión 

 Cambio climático 
 Energía eolica 
 Humedales 
 Mundo marino 

 Asociaciones y colectivos 
 Empresas y comercios 
 Organismos públicos 

 Fondos de escritorio 
 
 

Nosce te ipsum

(4774)

LOS TIEMPOS ACTUALES NO SON PRECISAMENTE LOS MÁS PROPICIOS...
La sugerencia o mandato socrático, "conócete a ti mismo", es relativamente fácil de cumplir.

Presta atención a la inclinación predominante de tu carácter o tu naturaleza, aparta de ti los juicios previos, los prejuicios provenientes de la cuna, de la educación en sumisión y de tantas costumbres cuyo sentido no nos cuestionamos (todo lo que condiciona y falsea nuestro yo), y lo habrás conseguido.

Mucho más difícil es conocer al otro, al humano actual vinculado con todo y con el mundo; ése al que se refiere en su correspondencia Gustave Flaubert en esta frase inolvidable: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no habia aparecido aun, hubo un momento unico, desde Cicero?n hasta Marco Aurelio, en que so?lo estuvo el hombre». Deseo vehementemente que vuelva ese momento...

Yo, por mi parte, me conocí pronto. Creo que fue desde que empecé a distinguir el oro del oropel, lo estable de lo fugaz, lo sólido de lo gaseoso, la ética de la moral de ocasión. Sin embargo, no creo conocer a ese "otro"; tampoco espero, ni siquiera lo deseo, conocerle a fondo. Me basta saber de él lo suficiente para guardarme de sus debilidades. De todos modos, los tiempos actuales no son precisamente los más propicios para la aventura de indagar sobre él, son demasiado turbulentos. Pero hay un rasgo marcadamente diferenciador del humano occidental de hoy que por su obviedad no precisa de mucho estudio. Y es su inclinación hacia lo orgiástico, por oposición a lo apolíneo siguiendo la terminología nietzscheniana. El vértigo impreso en las costumbres y el tedio traído por una paz demasiado prolongada en Occidente en comparación de lo que hasta ahora ha sido la historia de la guerra, quizá sean la causa. Y lo digo, no porque crea que la larga paz sea un inconveniente para la tensión vital (por encima de todo soy humanista y vitalista), sino porque la paz relativa en la mayor parte del mundo está muy mal aprovechada. No hay guerra, pero hay una extraordinaria agitación, y las pocas ideas que no versan de política o de economía, así como los continuos acontecimientos, se desplazan unos a otros como las partículas impulsadas por un acelerador. Y eso dificulta considerablemente el juicio y valoración consiguiente del observador, que necesitaría de grandes dosis de serenidad (sofrosiné) para atravesar las numerosas capas que se van superponiendo hasta hacer irreconocible la auténtica realidad y la verdad.

Es cierto que el ser humano actual está vinculado con todo, pero la tremenda inestabilidad reinante en todas las esferas hace que la vinculación sea tal que él apenas toma consciencia de sí. La consciencia existencial de los sesenta segundos de que se compone cada minuto de la que habla Heiddeger, hoy es prácticamente imposible. La inercia lleva en volandas al individuo de hoy a engullir el tiempo, no a paladearlo. Y además no sabe hacia dónde dirigir su vida, pero también ignora hacia dónde la vida le lleva. Está en condiciones de ser informado de todo, pero a duras penas aprehende una milésima de la realidad exterior y esa información sólo le sirve, si acaso, para agitarse aún más y padecer más ansiedad. Vive fuera de sí, vive en la noticia, oficial, oficiosa o de las redes sociales. Y la difusión de ésta depende de su escabrosidad, de la insensatez de los protagonistas o de la hybris (desmesura) puesta en la propia noticia. Pero se olvida inmediatamente para dar paso a la siguiente que tiene los mismos trazos. Mientras tanto, la opacidad sobre lo que verdaderamente importaría y las asechanzas de los que maquinan, van socavando su futuro. Por eso no se percató con suficiente antelación de lo que se le venía encima. Fuera el ciudadano común, fuera el dirigente, sólo se interesaron del ahora. Y es que los contemporáneos de toda condición en nuestras latitudes en el fondo viven tan confiados y tan sobreinformados por la vorágine, que no se enteran de las verdaderas transformaciones hasta que hacen trizas su vida. Les llegan, lo mismo que el comienzo de una guerra: de improviso.

No obstante y aunque yo no llegue a conocerle, sí sé que ese humano puede alcanzar la plenitud si es capaz de sustraerse al vértigo y no escucha el estruendo, si prescinde de los intermediarios de Dios o la trascendencia (si es creyente), y si se conforma con poco. Difícil, pero posible...

De todos modos, pertenece a los rudimentos de la filosofía el dato de que el pensamiento propiamente dicho empieza cuando el sujeto no se confunde con el objeto que observa y advierte que el objeto no es él, que es diferente de él. Pero, estando hoy como está al corriente de lo que pasa fuera de sí, es más que nunca un náufrago cosificado en medio de incesantes tempestades. Hasta tal punto creo que eso es así, que si sigo investigando no me extrañaría encontrar a este humano regresando a la confusión de sí mismo con el objeto que observa; es decir, a la fase anterior al pensamiento.

Los tiempos no ayudan, ya digo: no hay calma, no hay sosiego, no hay armonía, y la axiología de la amistad, del amor, de la prudencia, de la moderación... es fruto con la cáscara hueca. A duras penas es posible la vida interior y la reflexión, y menos el filosofar. El humano de hoy bulle de preocupación, de sobresalto o de temor; preocupación, sobresalto o temor por sentimiento de impotencia, por carecer de lo que ve y no puede alcanzar o por perder algo de lo mucho que tiene. Se aprecia su necedad cuando a unos se les oye decir que pierden porque han dejado de ganar, y a otros se les ve en el trance de perecer más por falta de artificios que por falta de alimento.

Sea como fuere, el humano de hoy no trata de conocerse a sí mismo por sí, lo busca a través del psicólogo, del psiquiatra, del cura de almas, del adivinador o del último manual de autoayuda, para ordinariamente recaer. Ignora que, sí llega a conocerse exclusivamente por sí, logrará liberarse de las cadenas que esta caótica sociedad le impone justo para impedir que se conozca a sí mismo, para impedir que deje de ser un juguete en sus manos y para evitar que alcance la plenitud que ahora ni siquiera atisba. Pues si te conoces a ti mismo y está dispuesto a renunciar a todo, serás más fuerte que el Estado...

Jaime Richart
Antropólogo y jurista
9 Diciembre 2012

Insertado por: Jaime Richart (09/12/2012)
Fuente/Autor: Jaime Richart
 

          


Valoración

¿Qué opinión te merece este artículo?
Malo   Flojo   Regular   Bueno   Muy bueno   Excelente

Comentarios

Escribe tu comentario sobre el artículo:

Nombre:  

 E-mail:

 

Libro de Visitas Colabora Modo Texto Condiciones Suscribete

(C)2001. Centro de Investigaciones y Promoción de Iniciativas para Conocer y Proteger la Naturaleza.
Telfs. Información. 653 378 661 - 693 643 736 - correo@iberica2000.org