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La democracia española contada desde la luna

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GRAN PARTE DEL DINERO SE PERDIÓ EN OBRAS SUNTUOSAS Y SUPERFLUAS...
Es sabido que el presente es efecto del pasado y causa del futuro... en España y en Europa.

Por Jaime Richart
Antropólogo y jurista

23 Febrero 2013
Pero más allá de las explicaciones académicas de la economía, de la macroeconomía y de las finanzas acerca de lo que ha ocurrido en este país, lo cierto es que España no estaba preparada para esto, para digerir el gran endeudamiento. Este país pasó bruscamente de la autarquía franquista y de un sentido general del ahorro, al endeudamiento masivo. Los fondos recibidos de Europa tuvieron la finalidad de contribuir a la modernización del país y a ayudar a la pimpante democracia.

Pero los administradores públicos nunca se habían visto con tanto dinero junto y se volvieron locos. Gran parte del dinero se perdió en obras suntuosas y superfluas que generaron empleo mientras se realizaban, pero no más riqueza ni más empleo después. Otra parte fue a parar a la construcción extensiva de obras públicas y, sobre todo, de viviendas privadas sólo accesibles a través de la hipoteca, es decir, de más endeudamiento de la ciudadanía con los bancos. Y otra, a los bolsillos de los cómplices de los propios administradores o de estos a través de mordidas, comisiones o recompensas.

A este trajín se ha dedicado este país los treinta últimos años, dejando sobre el campo desolación, desahucios masivos y tres millones de viviendas vacías. Así, de la cultura del ahorro heredada del franquismo, pasó al desenfreno del gasto y del consumo sin sentido. Como el recluso salido de la prisión que se aturde ante la libertad de la que fue privado; como el nuevo rico que de la noche a la mañana se ve con tanto dinero fácil que no sabe qué hacer con él, pierde la conciencia social que quizá tuvo y hasta el sentido del gusto, y se potencian en él el egoísmo y la ambición sin límites.

El concepto "ahorro" había sido fundamental hasta el tránsito a este remedo de democracia. Pero, al ceder repentinamente el sentido lícito y práctico que hay en el comportamiento de la hormiga; al recibir la ciudadanía machaconamente mensajes publicitarios de todo tipo lanzados desde la banca y desde las prestigiosas (entonces), Cajas de Ahorro que le incitaban a endeudarse, el ciudadano inició una carrera a ninguna parte que ha terminado sumiéndole después en depresión y desesperación, y en una instintiva desconfianza hacia la banca y los banqueros, hacia los políticos y la política. Porque todo ello ha ocurrido además ante la mirada indiferente o complaciente de los sucesivos gobiernos de los dos colores únicos, con exclusión de los demás. En efecto. Sólo dos partidos, dos ideologías próximas, dos mentalidades instaladas aún en el talante picaresco de buena parte de lo hispano, han dominado y gobernado en este país durante 37 años. El resto de mentalidades ha contado muy poco. Sólo han servido para que los otros pudieran presumir de diversidad en un país diseñado por esas dos facciones que, así las cosas, resulta irrelevante para el desarrollo del principal factor de cambio que es justo la mentalidad ahora rehén de la preponderante...

Por eso es lamentable que el partido de los ricos y acomodados no sólo no haya evolucionado hacia la conciencia social de la que siempre careció, sino que ha acentuado la carencia y cada día más se advierte dramáticamente su falta. Pero más lamentable, si cabe, es que el partido que se postuló como el gestor prudente de la economía no ya socialista sino mixta, permitiese con su pasividad, su participación en el saqueo general y su patente pusilanimidad, que este país se aproxime rápidamente a la quiebra moral de buena parte de su sociedad asociada a la quiebra económica.

Y si digo que todo ha sucedido ante la mirada incompetente y cómplice de los sucesivos gobiernos del país, no olvido el papel asimismo lamentable de los gobiernos europeos. Los gobiernos europeos de la Europa banquera y económica, cometieron la imprudencia temeraria de poner multimillones en manos de una nación cuyas condiciones psicológicas y sociales, aún determinadas por la tiranía y por una economía autárquica recientes, exigían una vigilancia estrecha del uso del dinero entregado. Me refiero a la misma imprudencia que cometen los países prósperos cuando entregan (aunque en este caso de manera interesada) a gobiernos de países políticamente atrasados, dinero que de antemano saben que se lo van a quedar el fantoche de turno.

Todo lo cual dice muy poco de la verdadera inteligencia de sociedades que se pavonean de realizar obras ciclópeas y conquistar el cosmos, de organizar asociaciones solidarias o de defender ridículamente al nasciturus, pero siembran la muerte en el mundo o bien practican al filibusterismo social; unos para apropiarse de la riqueza de las naciones indefensas, otros para apropiarse de los recursos de la sociedad a que pertenecen, y otros para propiciar el suicidio o incitar a él (como hace el gobierno nipón al pedir a los mayores que alivien los gastos del Estado), incapaces de evitar las causas principales: desempleo crónico, desahucios y sanidad coartada...

Durkheim, el filósofo del suicidio, explicaba la sociedad como un organismo vivo dotado de cerebro, estómago, aparato excretor... Pues bien, los que en los años 78 se alzaron con un derecho que en realidad nadie les había reconocido, dotaron al país de un esqueleto político sin calcio en los huesos. Unos eran abiertamente de la clase franquista, algunos de la clase no franquista pero consentidora, y otro, comunista incrustado por los anteriores para mejor disimular la trampa y la maquinación. Entre todos ellos, llamados "padres", suministraron el bebedizo de la constitución a la ciudadanía, que hubo de ingerirlo ante la mirada extorsionante del ejército aún franquista; bebedizo que, con el de leyes permisivas al alcance de los que ya habían tomado posiciones en la economía, la banca y la empresa, pronto facilitó a los oportunistas afanarse en el expolio de lo público. Así se fue envenenando poco a poco la sociedad entera, que ha terminado juguete de sus dueños, como antes lo fue del dictador.

De manera que, aquello que llamaron democracia no ha resultado ser otra cosa que una maniobra canallesca para perpetuar en el poder a las clases sociales históricamente dominantes (no hay más que rastrear los apellidos en las instituciones), es decir patricios, aristócratas, plutócratas y gentes acostumbradas a cohabitar con la Iglesia y a vivir, de distintas maneras, del influjo que ejerce la monarquía. Todo, lo más opuesto a una democracia; una democracia sin controles, que ha terminado revelándose como una caricatura que no reconocen siquiera los prestamistas de un dinero que jamás va a poder devolver este país sin destruirse, y que si se intenta será causa de millones de desgracias y puede que hasta de su descomposición. Lo que ocurre ahora es nefasto, pero si el pueblo no se hace con las riendas, como hizo en Islandia, ya puede ir preparándose para tribulaciones bíblicas...

Insertado por: Jaime Richart (24/02/2013)
Fuente/Autor: Jaime Richart
 

          


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