Comercio, globalización y lucha por la pobreza. |
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CAMPAÑAS DE INTERMÓN OXFAM. |
El problema no estriba en que el comercio internacional se oponga inherentemente a las necesidades e intereses de los pobres, sino que las normas que lo rigen están elaboradas en favor de los ricos. El coste humano de un comercio injusto es inmenso. |
¡Cambiemos las reglas!
Introducción. Hay una paradoja de fondo en el comercio internacional. En el mundo globalizado de comienzos del siglo XXI, el comercio es una de las fuerzas más poderosas que relacionan las vidas de todos nosotros. Es también una fuente de generación de riqueza sin precedentes en la que, sin embargo, se deja atrás a millones de las personas más pobres del mundo.
El aumento de la prosperidad en las naciones industrializadas ha ido de la mano de un predominio de las masas de pobreza en otras zonas: las desigualdades entre países ricos y pobres, ya inmorales antes de que comenzara en serio la liberalización, se están profundizando aún más. El comercio mundial ofrece el potencial de actuar como una poderosa fuerza para reducir la pobreza, así como para conseguir un crecimiento económico, pero ese potencial se está perdiendo.
El problema no estriba en que el comercio internacional se oponga inherentemente a las necesidades e intereses de los pobres, sino que las normas que lo rigen están elaboradas en favor de los ricos. El coste humano de un comercio injusto es inmenso. Si África, el este y el sur de Asia, y América Latina vieran incrementada en un 1% respectivamente su participación en las exportaciones mundiales, el aumento resultante de sus ingresos podría liberar a 128 millones de personas de la pobreza. Esa reducción de la pobreza contribuiría a mejorar otras áreas como la salud infantil y la educación.
En su retórica, los gobiernos de los países ricos insisten constantemente en su compromiso con la reducción de la pobreza. Pese a ello, esos mismos gobiernos utilizan sus políticas comerciales para llevar a cabo lo que viene a ser un robo: saquear a los pobres para dárselo a los ricos. Cuando los países en desarrollo exportan a los mercados de los ricos, se enfrentan a barreras arancelarias cuatro veces superiores a las que encuentran los países ricos. Esas barreras cuestan a los países en desarrollo 100.000 millones de dólares anuales, el doble de lo que reciben en concepto de ayuda.
Se pueden encontrar diversas expresiones políticas para describir el comportamiento de los gobiernos de países ricos, pero la cruda realidad es que sus políticas están causando un enorme sufrimiento a los pobres del mundo. Cuando los países ricos dejan a los pobres fuera de sus mercados, les cierran la puerta a una salida para escapar de la pobreza.
La falta de acceso a los mercados no es un ejemplo aislado de norma comercial injusta o de dobles raseros e hipocresía en los países ricos. Mientras que éstos mantienen sus mercados cerrados, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han presionado a los países pobres para que abran los suyos de golpe, a menudo con consecuencias perjudiciales para las comunidades pobres.
La comunidad internacional no ha abordado seriamente el problema de los precios bajos e inestables de las materias primas, que arrastran a millones de personas a la pobreza. Mientras tanto, se ha dejado libertad a las poderosas empresas transnacionales (ETN) para realizar inversiones y utilizar prácticas laborales que contribuyen a generar pobreza e inseguridad, sin más trabas que unas débiles directrices voluntarias.
Otra parte del problema es la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus normas sobre propiedad intelectual, inversiones y servicios protegen los intereses de los países ricos y de las poderosas ETN, al tiempo que imponen enormes costes a los países en desarrollo. La inclinación de la OMC hacia los intereses de los países ricos y las grandes empresas suscita cuestiones fundamentales sobre su legitimidad.
La campaña sobre comercio de Oxfam.
Este informe pone sobre la mesa el análisis que hace Oxfam de las normas que rigen el comercio mundial. La campaña que con él se lanza persigue cambiar esas normas para liberar el potencial del comercio para reducir la pobreza. Esta campaña está motivada por la convicción de que ha llegado el momento de acabar con los dobles raseros que prevalecen y conseguir un comercio con justicia. Entre los principales objetivos políticos de Oxfam se encuentran los siguientes:
Mejorar el acceso a los mercados de los países pobres, y acabar el ciclo de los subsidios a los excedentes agrarios y el dumping en la exportación por parte de los países ricos.
Poner fin al uso de condiciones en los programas del FMI y el Banco Mundial para forzar a los países pobres a abrir sus mercados.
Crear una nueva institución internacional encargada de estabilizar los precios de las materias primas en niveles compatibles con unas condiciones de vida razonables para los productores, y cambiar las prácticas empresariales de manera que las compañías paguen precios justos.
Establecer nuevas normas sobre propiedad intelectual que garanticen que los países pobres puedan acceder a las nuevas tecnologías y a medicamentos esenciales; y que los agricultores puedan conservar, intercambiar y vender semillas.
Prohibir las normas que obligan a los gobiernos a liberalizar o privatizar servicios básicos vitales para la reducción de la pobreza.
Mejorar la calidad de las inversiones y de las condiciones laborales del sector privado.
Democratizar la OMC de manera que los países pobres puedan hacer oír su voz.
Cambiar las políticas agrarias, educativas, sanitarias y de buen gobierno en los países en desarrollo, para que los pobres aprovechen las ventajas del comercio y los mercados. ¿Por qué una campaña sobre comercio y por qué ahora? Hay tres respuestas a esta pregunta. En primer lugar, que es indefendible que el comercio mundial continúe según el modelo actual. Ninguna comunidad civilizada debe tolerar los extremos de prosperidad y pobreza generados por las condiciones que prevalecen en el comercio. Y ninguno de nosotros debe estar dispuesto a aceptar el abuso de poder, la injusticia y la indiferencia frente al sufrimiento en las que se sustentan esos extremos.
La segunda razón para actuar se puede resumir en una sola frase: "un bien informado interés propio". Lo que está ocurriendo no es sólo indefendible, es insostenible. Amplias zonas del mundo en desarrollo se están convirtiendo en enclaves de desesperación y creciente marginación, por quedar fuera de la riqueza generada por el comercio.
En última instancia, la prosperidad no se puede construir sobre esas bases. Al igual que las fuerzas económicas que dirigen la globalización, la ira, la desesperación y las tensiones sociales que acompañan a las enormes desigualdades en riqueza y oportunidades tampoco respetarán las fronteras nacionales. La inestabilidad que generarán es una amenaza para todos. En el mundo globalizado de hoy en día, nuestras vidas están más inextricablemente ligadas de lo que lo han estado nunca como lo está nuestra prosperidad. Como comunidad global, nadamos o nos hundimos juntos. Ningún país, por poderoso y rico que sea, es una isla.
La tercera razón es la convicción de que el cambio es posible. El sistema internacional de comercio no es una fuerza de la naturaleza. Es un sistema de intercambio gestionado por normas e instituciones que reflejan opciones políticas. Esas opciones pueden dar prioridad a los intereses de los débiles y vulnerables, o pueden dársela a los intereses de los ricos y poderosos.
El comercio está intensificando la pobreza y la desigualdad en el mundo, debido a que la forma en que se gestiona el sistema internacional de comercio produce estos resultados. Las reglas del juego reflejan el poder de los privilegios adquiridos. Pero esto lo puede cambiar una campaña pública organizada. Como se ha demostrado con la campaña internacional para cancelar la deuda de los países pobres, la movilización ciudadana puede obligar a que los intereses de los pobres se incorporen a la agenda internacional. Y puede conseguir beneficios reales para el desarrollo humano.
Por último, hay una decisión clara que tomar. Podemos optar por permitir que las normas comerciales injustas sigan causando pobreza y desolación, y afrontar las consecuencias. O podemos cambiar las normas. Podemos permitir que la globalización siga trabajando para unos pocos en lugar de hacerlo para muchos. O podemos forjar un nuevo modelo de globalización incluyente, sobre la base de valores compartidos y principios de justicia social. La elección es nuestra. Y el momento de elegir es ahora.
Información extraida de: * Intermón Oxfam
Insertado
por: cipi-cpn (19/02/2003) |
Fuente/Autor:
Intermón Oxfam. |
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