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EL OBISPO DE MONDOÑEDO
No saben lo que dicen...

He estado examinando las diatribas del obispo de Mondoñedo contra la homosexualidad. También la Epístola a los Romanos y Corintos de San Pablo en las que se basa.

No me extraña que haya vivido el mundo cristiano durante dos mil años con el alma en un puño y casi hasta con desesperación. Si juzgamos estrictamente las condenas que hace San Pablo de los comportamientos y la condición humana, en el reino de los cielos no entraría ni Dios. Desde luego tampoco el obispo de Mondoñedo. Un agitador de la paz pública —y lo es todo el que no circunscriba la prédica social al púlpito de sus iglesias— es un pecador empedernido.

Es un problema esto de interpretar las Escrituras, sagradas o no. Es un problema porque ni siquiera creo que sepan bien lo que dicen los obispos, y los cardenales. Dudo que hasta el mismo Papa... Las enseñanzas elevadas, sabias y sencillas de Jesucristo (como las de cualquier otro profeta o humano extraordinario fundador de religiones), interpretadas por los exégetas, por los hermeneutas del cristianismo, se convierten en una ratonera moral sin posibilidad alguna de entrar en el reino de los Cielos, pero lo que es peor, sin posibilidad de vivir en paz. Y todo porque siendo las enseñanzas de Cristo transparentes y concisas, sus apóstoles y luego sus legatarios se han dedicado a enredarlo todo. Y también los Concilios. Desde el siglo IV y Orígenes, se dedicaron a dar tantas vueltas a cuestiones naturales y simples (llevando las cosas tan lejos como debatir agriamente sobre el sexo de los ángeles) que desvirtuaron el lenguaje. A juzgar por el sesgo que han ido tomando los acontecimientos a lo largo de la historia, sospechamos que para obtener rentas del oscurantismo que con tanto éxito han venido practicando hasta ayer...

Si yo exagerase, si esto no fuese así, hace mucho tiempo que obispos, cardenales y también el obispo de Mondoñedo hubieran lanzado por todas las calles del mundo a sus huestes feligresas para dar el alto a las guerras de ocupación y expolio obscenas como ninguna, puestas en marcha sin causa —ni justa ni injusta— desde el año 2001 por el gobierno norteamericano. Sin embargo, ni una sola voz en alto clamando contra ellas se ha podido oir a obispos, arzobispos, cardenales, ni tampoco al obispo de Mondoñedo aunque pudieran hacerlo entre dientes y muy dentro de la parroquia. Y aunque el Papa desaprobó una de las dos, no debió ser muy grave el anatema cuando el propio Bush tuvo la desfachatez de visitarle y el Papa se dejó visitar por él. Tampoco, por lo mismo y a juzgar por el resultado, debieron tener mucho éxito sus admoniciones a Aznar y a Berlusconi que secundaron tan infames invasiones...

Está visto y comprobado que la Iglesia católica sigue las pautas del sistema económico dominante. Antes, el liberal; hoy el neoliberal. En éste y por definición, cuanto mayor es el robo menos interés pone la justicia en apresar al ladrón. Para la Iglesia, lo mismo: cuanto más extenso y horrendo es el crimen, más condesciende. En lo insignificante, por el contrario, siempre implacable con el transguesor. Excomulga a cualquiera por un pecado de amor, y no arroja al infierno a un indignatario político que manda matar masivamente a niños, mujeres y ancianos. Eso, cuando el Pontífice no ha bendecido los cañones (Pío XII). Siempre es lo mismo con esta Iglesia, estos cardenales, estos obispos...

Y ahora, acordándose de San Pablo y de cuestiones que competen a la ley civil (al César lo que es del César), al obispo de Mondoñedo no se le ocurre otra cosa que arremeter mediáticamente contra la homosexualidad y contra los homosexuales rebuscando entre la hojarasca tantas cuestiones tratadas contradictoriamente por este santo contradictorio. Cuando si nos ponemos a rebuscar en el pajar de la Biblia, el mismo obispo, por agitador, podría acabar en un infierno hecho ex profeso para él...

Esto y cosas parecidas son las que desacreditan a la Iglesia Romana, a sus obispos, a los cardenales y al obispo de Mondoñedo. Las mismas que hacen que todo el que no está en fase crítica y se agarra a un clavo ardiendo, le dé olímpicamente la espalda...

Seamos de todos modos comprensivos con la necedad y las prédicas de todos los radicales. De los católicos fundamentalistas también. También con las de estos caballeros purpurados. A fin de cuentas es evidente que una de dos, o “no saben lo que hacen” o lo saben demasiado bien. En cualquiera de los dos casos no merecen atención. Porque tampoco saben lo que dicen. Pues si lo supieran, hace mucho que hubieran cambiado ese viejo lema tan “cristiano” y tan perturbador de “la vida es milicia sobre la Tierra”, por la sabia pauta de la religión universal del “vive y deja vivir”.

En resumen, si no queremos atenernos a otras tan nobles como las cristianas, sigamos las enseñanzas de Jesucristo. Pero no escuchemos a los chalanes que se dedican a traficar con su doctrina...

>> Autor: Jaime Richart (25/12/2004)
>> Fuente: -Jaime Richart


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