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CONSERVADORES Y LIBERALES
Según Josep Ramoneda, frente al Plan Ibarretxe
Lo "normal" es que los analistas políticos, los politólogos, tomen partido aunque en algunos casos quieran disimularlo.
Difícilmente pueden desprenderse de cadenas que a menudo les martirizan. A veces quisieran exponer sus ideas de otro modo, pero no pueden por los consabidos condicionantes que impone toda profesión. También la de periodista aunque ellos alardeen de independencia. No son libres. Tienen, como en tantas otros empleos dependientes de terceros, que escribir para comer... Por eso leemos con frecuencia tanta parida, ideas tan forzadas en columnistas que escriben bien pero en los que se adivina que no escriben exactamente lo que piensan. Dan tantos rodeos, echan mano a tan altas dosis de retórica, que acaban muchas veces en el bando opuesto de lo que les gustaría realmente decir. Esto no obedece a simples sospechas. Cuento con confesión de parte, directa o indirecta, en varios casos de articulistas importantes.
Si el marco del análisis es político o sociológico orientado a lo político, y en algunos casos incluso también científico —no antropológico— la conclusión del periodista de turno no será ecléctica. Para eso le pagan, para que no lo sea...
No hay más que leer entre líneas o el arranque del artículo, o bien el preámbulo en una conferencia, para saber ante quien estamos y qué se propone el disertador.
El lúcido Josep Ramoneda, en su artículo de El País, para "tumbar" nominal y silogísticamente el Plan Ibarretxe empieza su planteamiento con un sofisma (pues sofisma es todo aserto que contiene una verdad a medias o incompleta): "Para el conservador —dice— lo primordial es lo que lleva el sello de la determinación orgánica de la naturaleza para el liberal, lo principal es la libre elección de cada individuo".
Pues mire vd., se puede (y se debe) tener capacidad para tener por primordial ambas cosas. Así, con ambas capacidades, sería el perfil del ciudadano que ha terminado su proceso de maduración política, el que ha llegado a la cima de su ser social, el zoon politikon de Aristóteles: ése que se alegra de que otro ciudadano haya sido elegido en su lugar porque tiene mayores merecimientos que él... (Montesquieu- L'''' esprit des lois")
No voy a entrar al trapo aquí discutiendo las premisas “interesadas” de las que parte Ramoneda para defenestrar el Plan. Están en la línea, con ligeras variantes, que despliega tanto palanganero del poder central —político y fáctico— y también amplias mayorías dirigidas astutamente por su colaboracionista por antonomasia: ese experto cual ninguno también en adular a mayorías y, en su caso, en atizar el fuego de las broncas parlamentarias y mediáticas de las que extraerá magra rentabilidad... Me refiero a los medios.
Simplemente quiero decir aquí que, cuando el ciudadano “superior” tenga frente a él algo que considera de conveniencia extraña a su “familia”, adoptará en efecto una actitud "conservadora" (es decir, que lleva la determinación orgánica de la naturaleza") para proteger el caudal genético. Esto es, cerrará filas. Pero ello no le impedirá aceptar, de mejor o peor gana, la "libre elección del individuo"; sea éste de la “familia” propia, o sea de otra familia, aunque en algún aspecto pueda colusionar la opción en uno u otro caso con la conveniencia teórica o moral común de la familia a que ese ciudadano “superior” se pertenece. Pensar en el interés propio y en el común al mismo tiempo para resolver conflictos sociales, es lo que hace progresista al verdadero ciudadano, pero también a todo ser humano honrado y cabal en su condición de ser social. El ciudadano que ha logrado la reválida social sería una armónica mezcla de la clase de conservador y de la clase de liberal a que se refiere el planteamiento de Ramoneda. Tratar las cosas ajenas como propias y poner las propias a disposición del interés colectivo, en la polis, sería el lema del ciudadano modelo del siglo XXI.
El modo de responder al Plan por parte de PP y PSOE —ya lo he dicho en otro sitio— está magnificado, manipulado, tergiversado y desnaturalizado por todos los que, poniendo el carro antes que los bueyes, sólo piensan en sí mismos y exclusivamente en su sentido de las cosas. Todos sus esfuerzos van encaminados a lo mismo. Llaman "unidad" a lo que han fijado con garfios en el seso, a lo heredado, a lo que les resulta “familiar”, a lo que dijeron otros hace un siglo o hace cinco. Y, para demoler cualquier aspiración legítima o destruir cualquier otro camino que no conduzca a donde ellos quieren, rebuscan en Constituciones, en jurisprudencias y en mamotretos todo lo que creen refuerza su idea central sobre el asunto. Recurren a lo que en retórica se llama principia petitio; es decir, considerar a priori demostrado precisamente lo que la otra parte intenta probar de contrario: que el País Vasco, mayoritariamente, quiere seguir teniendo pasaporte español...
Allá donde Ramoneda ve conservadores y liberales, y habida cuenta que tan fácilmente ambos partidos se han concertado contra el “dichoso” Plan, yo no veo más que a sumisos, disciplinados, interesados y obsesionados en mantener a ultranza una idea negativa sobre el desenvolvimiento progresivo de una comunidad nacional, de un pueblo dentro de una comunidad de pueblos, de una sociedad dentro de otra sociedad...
De entre ambas clases conchavadas para oponerse al Plan, no sé si a una de ellas se la podrá llamar conservadora, pero sí estoy seguro de que la otra no está compuesta en absoluto por liberales “de verdad”. Es más, para mi estricta consideración, veo en todos ellos autómatas gregarios. ¡Qué digo!, borregos del rebaño nacional...
>> Autor: Jaime Richart (06/01/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart
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