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OBSESIONES
Un par de ideas o de mentiras bastan para mover el mundo.

Hace unos días recordaba la "estulticia". A ella Erasmo de Rotterdam dedica su famosa obra "Elogio de la locura". Hoy quiero hablar de la propensión del ser humano a la obsesión.

Un par de ideas o de mentiras bastan para mover el mundo. Esto no es la iluminación tardía de un hombre entrado en años: es una evidencia infantil. Prescindamos de tantas otras en el pasado: ¿no están acaso moviendo hoy al mundo dos obsesiones: una por el terrorismo y otra por el islam?

Otro día cualquiera, tal como hoy, abro los periódicos y me viene a la cabeza que, además de la estulticia, la tendencia a la reiteración, a la redundancia, al pleonasmo y en definitiva a la obsesión, es otro rasgo muy marcado en el ser humano; sobre todo cuando éste, por su protagonismo público, ha de responder en sociedad.

No es extraño. La obra de los grandes pensadores de la historia (alguna de ella ingente) podría reducirse a un par de ideas. Pero su arte, su inteligencia y su habilidad consisten en que las repiten hasta el infinito bajo mil formas atractivas. Y si esto antes se notaba menos era porque el paso de la historia era premioso, el entendimiento de unos pocos calmo, y el de la mayoría demasiado escueto. Pero hoy día no hay asunto ni misión, que no veamos en carne viva hasta qué punto están presididos por la obsesión y tratados con altas dosis de neurosis.

El pensamiento humano, para algunos, es maravilloso. Ningún otro ser vivo puede pavonearse de él. Su historia empieza cuando el antiguo griego se da cuenta de que el objeto pensado es independiente del sujeto pensante. Entonces es cuando empieza verdaderamente la aventura humana. Hasta entonces, para los que parten de la Historia Sagrada, ni Adán y Eva sabían quién era quién. Pero, para quienes la ven según Darwin, tampoco la primera pareja de simios podía imaginar que su cerebro alcanzaría las proporciones del de George W. Bush...

El caso es que, como decía, el pensamiento se echó a rodar desde que se produjo el prodigio de distinguirlo de sí mismo el humán. Quien, inmediatamente, empezó a fabricar los instrumentos capaces de hacerlo práctico: primero el lenguaje sonoro y después la escritura.

Pasando por alto tan largo y tedioso proceso de adaptación del cerebro hasta el siglo XXI, pronto empiezan los "ismos". Y desde ese preciso instante, cada "ismo" busca -y si no lo encuentra lo fabrica- el "ismo" enemigo. El principio de contradicción que forma parte del artefacto lógico inventado entre Aristóteles y Sócrates, hizo su trabajo. Y ya en la Torre de Babel se preguntan para qué haberlo inventado si aquello era un guirigay. Mientras que, para los que lo explican todo a la manera darwiniana, la pareja de monos empieza también a darse cuenta de que mejor hubiera sido no haber tenido el infeliz destello de aquella infausta distinción entre pensamiento y autor. Con señas, carraspeos y mugidos se habían estado entendiendo hasta entonces sin problema, mientras que ahora palabras tan sencillas como alma, amor, terror o servicio público levantaban tsunamis de interpretación...

La inteligencia llega a su cúspide en la civilización (ésta, para O. Spengler, es la última fase de una cultura) en que nos encontramos. Pero es entonces cuando tiene lugar la gran paradoja. A medida que creemos saberlo todo, vamos descubriendo que no sabemos nada. Stephen Hawking dice que "nunca llegará a entender el universo". Y sin embargo los maestros y los catedráticos de Universidad, siguen, erre que erre, obsesionados en explicarlo y en suspender a quien no lo entienda. Robert Wald, de la Universidad de Chicago, dice: "Si realmente crees en la mecánica cuántica no te la puedes tomar en serio", y el famoso físico Richard Feynman: "Puedo decir sin temor a equivocarme que nadie entiende la mecánica cuántica"...

Hay plantas, por lo visto recientemente, que contradicen gravemente a otro sabio: a Gregor Mendel. Al genio de Newton se le puso en evidencia cuando se comprobó que una pluma cae en el vacío más deprisa que una piedra. Y hace unos días Alberto Martínez, un joven especialista, un "superexperto" del californiano instituto Caltech afirmaba que Einstein no fue un genio; que no descubrió la teoría de la relatividad especial en 1905, sino que la ¡inventó!". Y no paramos. ¿Puede haber más ocasiones en que confluyan en el mismo nervio soberbia y humildad a la fuerza sin anularse entre ellas?

Está visto que el pensamiento está dominado por paranoicos que al principio, jóvenes quizá, jamás dudan.... para, con el paso del tiempo, terminar confesando su ignorancia y de paso la ignorancia de la humanidad en todo. Así es cómo el saber, "los saberes”, no hacen más que ir cerrando las puertas a la sabiduría....

Todo son obsesiones. A unas suceden otras, aunque en el fondo todas son la misma. La estulticia eramista explica a las mil maravillas los pies de barro de la humanidad. Pero la obsesión explica su parte de arriba. En fin, que de lo que quería hablar hoy es que desde que el humán inventó el pensamiento reinan en el planeta efectivamente la estulticia, la majadería y ahora, más que nunca, la obsesión. En otro tiempo a través de las tres intentaban descifrar el sexo de los ángeles y otras aporías. Pero hoy todo es por el dinero, por el coche, por la televisión y por el móvil.

Y así, en Occidente, en el tercer milenio, la fe cristiana y quienes la llevan hasta sus últimas consecuencias, después de haber superado sus justas con el ateísmo, el positivismo, el agnosticismo y el comunismo, la emprenden con el terrorismo; Aznar, con Felipe González, luego con molinos de viento explosivos que no existían, y ya estamos viendo hasta donde llega una obsesión con ese video editado por la FAES; a Rajoy le obsesiona Zapatero; al país entero, ETA e Ibarretxe; a los yanquis, primero fue Hussein, luego Irán y Corea, ahora Chávez, y más adelante quién sabe si el monstruo de las galletas; a la TV, la publicidad y los shares de audiencia; a El Mundo, unos confidentes desgraciados y la Comisión del 11-M; al poder político y al judicial Otegui y sus amigos; a Rosa Montero, Fidel Castro; a Cataluña, El Carmel; a Madrid y toda localidad gobernada por el PP hacer obras, vengan o no vengan a cuento; a cada pueblo y cada ciudad, sus fiestas patronales... y a la Conferencia Episcopal española, el preservativo. La mía es la degradación extintintiva de la Naturaleza.

Porque lo peor de lo peor es que, con tanta obsesión, nadie se percata (o le da igual) de que nos estamos cargando "masivamente" (ahora nada se resiste a lo masivo) la biosfera.

¿Y, envueltos en tanta estulticia y obsesiones, aún nos atrevemos a seguir pensando que somos los más inteligentes de la Creación o, si no creemos en ella, que, además de (a la americana) que somos hombres y mujeres que "trabajamos duro" somos los "mejores" de los seres vivos que habitan en este (a la americana) "jodido" planeta?

>> Autor: Jaime Richart (30/03/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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