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LA DEMOCRACIA CONTRA EL ISLAM...
¿Somos fanáticos de una democracia sin ley...?
Afirmar como punto de partida para todo discurrir político que la democracia, el sistema democrático y los "valores democráticos" están por encima de cualquier otro sistema y de otros valores posibles de organización sociopolítica es una pretenciosidad más del antropocentrismo occidental, propia de la enfermedad del ególatra adolescente.
El ególatra adolescente no concibe nada superior a él ni nada mejor que lo que posee... Sostener que los "valores democráticos" son tan valiosos que, para implantar en ellos la democracia, está justificado invadir países y que no importa matar a centenares de miles de personas que se resisten a la ocupación, es como si se nos sentara en el potro de tortura o se nos pusiera contra el paredón para que afirmásemos entre todos que Dios existe y que matar en su nombre y en el de las libertades formales es lícito, bueno, justo y necesario.
Pero no otros fueron los argumentos que, en Europa y desde Europa promovieron durante siglos casi todos los genocidios, casi todas las conquistas, toda la evangelización del Nuevo Mundo... Invocando en vano a su Dios causaron un millón de muertos en España, hace apenas tres cuartas partes de siglo, porque perdieron las elecciones el año 36.
Rara vez los cristianos no pusieron de pantalla a "su" Dios para cometer atrocidades. En estos tiempos también. Pero no lo ponen ya tanto en blanco sobre negro, sino más al fondo, más delegado, más difuminado. Le invocó el primer mandatario del mundo a las primeras de cambio cuando iba a invadir Afganistán, y no menos relación con el Maligno y la divinidad tiene esa noción de Eje del Mal que el Pentágono mete en el morral de sus legiones canallescas antes de lanzarlas a ejercitarse en las masacres.
Sin haberse quitado antes la viga de los integrismos interiores del ojo propio, los "dueños" de la política, de los medios y de los círculos intelectualoides se ríen mientras esgrimen sus armas, su palabra o sus viñetas, de la paja que dicen hay en el ojo de los que profesan otras religiones. Pero precisamente, quien más habla suele ser el que más tendría que callar, y los que más aparentan estimarlos como si fueran virginales son los que más prostituyen las democracias y más violan los "valores democráticos". Esto lo hemos venido descubriendo los ingenuos en cuanto comenzó el milenio.
Hasta entonces creíamos cándidamente que el dogma –“lo que queda de una idea después de haber sido aplastada por un martillo pilón”, decía Ortega y Gasset- había pasado a mejor vida; que el espíritu dogmático había sido enterrado definitivamente por los países que a sí mismos se tienen por más avanzados en “derechos humanos”, en la abolición de lo inhumano y en el desprecio de la irracionalidad. Eso es lo que nos ha torturado el alma a quienes imaginábamos que lo apodíctico, es decir "lo necesariamente verdadero" en todas sus manifestaciones, desde la religiosa hasta la filosófica pasando naturalmente por la política, estaba superado. Suponíamos que no hay ya materia sujeta a verdades concluyentes, a principios definitivos, y menos a fórmulas mágicas para la vertebración óptima de una sociedad. Cada cual tiene la suya. Y más cuando se observa que a la democracia liberal más la envilecen los que más afirman custodiarla.
Pero no fue transitorio ni quedó ahí la cosa; no fue de coyuntura ese discurso encomiástico de la democracia para justificar el saqueo del petróleo a los iraquíes. Ahora mismo entre dirigentes, tertulianos, políticos y escribidores de postín siguen justificándose, en nombre de los "valores democráticos", no sólo la permanencia en los países invadidos sino también las blasfemias contra una religión que millón y medio de personas profesan, y ya más fervorosamente que los cristianos la suya. Hablan, como si estos valores que respeta aunque sea a regañadientes la mayoría de los ciudadanos de segunda pero conculca buen número de políticos "democráticos", dueños de redes mediáticas y lobbies que abusan y extraen de ellos cuanto conviene a sus intereses personales y grupusculares, fueran el máximo Bien, las Tablas de la Ley Política dadas por un Moisés que nadie ha visto, para "todas" las sociedades del planeta.
En Occidente los manipuladores en parlamentos y Congresos, en medios y en cátedras no se cansan de hablar del integrismo islamista destructor aparentando referirse a una parte del Islam, para denigrar a la religión entera. No parecen darse cuenta o cuentan con la hipnosis general, de que la formulación de los "valores democráticos" para imponérselos a otras culturas y a otros países es un fundamentalismo mucho más insoportable incluso para la razón de los que nos hallamos en medio sometidos directamente a él sin tener nada que ver con él. Pues el fundamentalismo occidental es "activo", aniquiladoramente activo. Mientras el de los países árabes es reactivo; para espantar en lo que pueden, antes a sus dominadores y ahora también a sus verdugos.
Y esos mismos personajes que dicen defender la democracia y los "valores democráticos" como si fueran el oráculo de Delfos, son sus clérigos civiles. De tanta o mayor influencia en su sociedad que los espirituales islamistas en las suyas.
Somos "nosotros", "nuestro" fundamentalismo quien golpeó primero. Mucho antes fuimos "nosotros", los occidentales europeos, quienes hace más de un siglo “entramos” en los lares del islamismo con ardides mercantiles para negociar con jeques y traidores; luego, ya con los “americanos”, "instalamos" un Estado artificial en medio de un territorio profusamente habitado; y no hace ni cinco años, “terminamos” la zapa de los butroneros allanando brutalmente su morada llevando a ella el holocausto de la población civil...
Creo que ya va siendo hora de relativizar la categoría de la democracia como receta de organización sociopolítica ideal. Ya ha llegado el momento de considerar que podrá ser válida para el consumo interno, pero ni es inoculable, ni es siquiera el mejor de los sistemas posibles. Es otro más. Cuando se abandone este insufrible dogmatismo; cuando dejen de manosearse los "valores democráticos" para justificar infamia tras infamia, crimen tras crimen revestido de "legalidad", tal vez entonces otras culturas empiecen a sentir interés por la democracia. Pero mientras lo que sobresale en ellas sea el envilecimiento de los dirigentes y las ansias de expansión de los que detentan el poder político, económico, financiero e industrial a costa de sus propios conciudadanos, de los inmigrantes y de la riqueza de otras naciones, no podrá haber país alguno, y menos islamista, que la pueda desear. Los "valores democráticos" apenas sirven ya de tapadera en las propias democracias liberales. ¡Cuál ha de ser la “impresión” sobre la democracia de los habitantes de países donde no existe formalmente cuando de la democracia les llegan los peores efectos de su perversidad y corrupción! No sabemos, además, de nadie a quien se le haya hecho comulgar con ruedas de molino, que no se le haya atragantado la hostia o no se haya asfixiado con ella.
Hay otras formas de organizarse más justas y más equilibradas aunque para ello hay que reducir el alcance de las libertades formales que, como se está viendo, monopolizadas en su provecho por los más fuertes, están infinitamente más a su servicio, al servicio de la aniquilación de otras culturas, de la destrucción de la cuna de la civilización, de la Naturaleza y aun de la Humanidad, que para disfrutarlas y beneficiarse de sus frágiles ventajas los ciudadanos comunes.
Por el triunfo de una Nueva Razón o simplemente por la necesidad de cerrar filas frente a las tribulaciones que por el gravísimo trastorno que está sufriendo la Naturaleza y la biosfera se nos vienen encima, confiemos en que ilumine el instinto de orientación y de conservación de la especie humana a los rectores del mundo y encuentren pronto el Arca de la Alianza, que viene a ser, la Razón Universal.
* A todos los artículos alojados por este mismo autor, en Ibérica 2000... (http://www.iberica2000.org/Es/DirectorioAut.asp?Id=10280) (A numerosos enlaces...)
>> Autor: Jaime Richart (16/02/2006)
>> Fuente: Jaime Richart
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