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CRECIMIENTO, CLIMA Y SUEÑOS DE FUTURO
¡El debate está abierto...!
Thomas Jefferson dijo que le gustaban más los sueños de futuro que la historia del pasado. En eso estamos también muchísimos idealistas que preferimos mil veces más las ideas por sí mismas, a los avatares del pasado y aun del presente, rara vez no infaustos en cuanto miramos a nuestro alrededor...
Las cosas de la Tierra han llegado a un punto que pronosticar que la civilización occidental lleva camino de derrumbarse arrastrando en su caída a las naciones no capitalistas, está al alcance de cualquiera. Por mucho dinero que se inyecte, seguirá yendo a parar a los mismos que no lo necesitan, no lo dan y si lo prestan se quedan con la parte del león... Y no más difícil es vaticinar que el desplome significará volver a la economía de trueque, en realidad, al final del proceso retroprogresivo, la solución. Esto, si no se declara la tercera y última guerra mundial: la cómoda y "natural" salida que tienen los conflictos internacionales encallados y encanallados.
Y en las cosas de la Tierra a que aludía, olvidándonos de lo cruento para pensar mejor, lo que destaca por encima de todo lo demás es la Economía política que vertebra al sistema capitalista. En ella la idea de "crecimiento", motor espirituoso del mismo, si en otro tiempo pudo traer esperanzas e ilusión ahora es hybris (concepto griego que se traduce como “desmesura” y que en la actualidad alude a un orgullo o confianza en uno mismo exagerados, resultando a menudo en merecido castigo). Una idea madre o un concepto dinámico cuya continuidad y excesos devienen en todo lo nefasto por antonomasia para la humanidad: como lo son las nociones de "imperialismo", "evangelización" o "conquista", y "teología" que a su vez explica monarquía, papado y dogma católico sobre los que se edifica la sociedad piramidal más rancia.
Nos encontramos en un punto de inflexión globalizado en el que "crecer", en economía y en altura, es un cáncer antropológicamente hablando. Porque crecer sí, pero no de abajo arriba, sino a lo ancho; esparciendo, desparramando, extendiendo lo ya existente entre tanto desheredado de la Tierra (lo que debiera hacer la Iglesia vaticana con sus pertenencias y su oro, en lugar de tanto predicar la caridad). Ese debiera ser el norte; no empeñar la gestión política y económica en aumentar el producto interior bruto de las naciones donde no por eso deja de mermar el bienestar de la clase trabajadora en el capitalismo mientras la depauperación progresa en otros continentes.
Lo que necesita la humanidad no es crecer, sino avanzar. Pero avanzar no es producir sin pausa en cadenas de montaje. Avanzar no es manufacturar para el stock, para saturar el mercado, para agotar los recursos naturales, para corromper y desvalijar mares, ríos, bosques y selvas hasta descubrir, cuando quede el último pez, el último árbol y el último irracional, que el dinero no se come, como dice ese conocido dictum hindú. Avanzar, moralmente, no materialmente, indica inteligencia verdadera que es lo que falta.
El tipo de crecimiento en el que se obstinan las naciones capitalistas es monstruoso. Y sobre todo inútil. Porque el "crecimiento", sea el que produce una hinchazón de los mercados, sea el "sostenido", eufemismo piadoso y feble de insostenibilidad precisamente, no puede si no propiciar la esclerosis general conduciendo a Occidente a un callejón sin más salida que el acceso por el que entró: la caverna. El más obtuso comprende que no es posible "crecer" ad infinitum. Ni sostenida ni no sostenidamente. De seguir así, sólo se librarán del desastre (por poco tiempo) los que se han trajinado sus particulares arcas de Noé. (Algunos sociobiólogos anuncian hace tiempo que el suicidio colectivo será el último avatar de la humanidad).
Y algo que tiene mucho que ver con el crecimiento, es el cambio climático, es decir, mutación de la biosfera que trastoca numerosas cosas y destruye tantas más. Pues bien, acerca de él, unos científicos lo afirman y otros lo niegan considerando este episodio como algo pasajero. Y de entre los que lo afirman, unos dicen que el cambio va unido al calentamiento (lo que no es congruente con las nevadas extemporáneas y torrenciales más recientes) y otros al enfriamiento global (lo que no se corresponde con el derretimiento progresivo de los polos y el retroceso de los glaciares). En cualquier caso los que señalan el calentamiento exponencial afirman consecuentemente la desertización del planeta. Los que apuntan al enfriamiento dicen que hemos entrado en una Edad del Hielo que puede durar varias décadas o varios siglos, como ocurrió en la "Pequeña Edad de Hielo", un período frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX y puso fin a una era extraordinariamente calurosa llamada "Óptimo climático medieval".
Ahí están, pues, los "calentistas", los "enfriacionistas", los escépticos y los negacionistas. Todos persuasivos, todos resueltos, todos sin conceder el más mínimo margen a la duda o al posible error de cálculo y enjuiciamiento...
Así es que, ¿a quién hacer caso? Los escépticos, los negacionistas y los "calentistas" cuentan con tribunas en todos los medios de comunicación oficialistas. Los "enfriacionistas" han de contentarse, para explicar su teoría, con la Internet. Pero, sabida la repugnancia que nos causan los dogmáticos y el dogma, ¿quién del común de los mortales daremos la razón a unos para quitársela a los otros? ¿Quién, de entre esos científicos, y sobre todo de entre los políticos que habrán de escucharles, habida cuenta lo mucho que dice y se desdice la Ciencia, apostará por una tesis sin temor a equivocarse, equivocando de paso las medidas para hacer frente a los desastres que conlleva la mutación del clima?
Seamos serios. No sabemos qué pasará; si la Tierra se congelará o se abrasará, si media esfera terrestre habrá de ser ocupada por el desierto y la otra por el hielo. Lo que sí sabemos por vía deductiva simple y la simple observación es que desaparecen ecosistemas, glaciares, miles de especies y fuentes de agua potable; que la erosión y el desierto avanzan. Lo que si podemos afirmar sin temor al yerro es que no es posible crecer más y más, sin solución de continuidad. Lo que sabemos, pues lo vemos, es que ese crecimiento, sostenido o no, es devastador para todos y para la propia Economía capitalista; que fabricar ilimitadamente coches sin evaporar los existentes; que emparedar de ladrillo y de cemento la superficie terrestre alterando la configuración de los ecosistemas está provocando el desequilibrio galopante de la naturaleza, induciendo el hielo o el fuego. Esto sí es cierto y seguro.
El caso es que los protagonistas del debate mundial sobre el asunto enfebrecen frívolamente las cabezas sensibles que coexisten junto a la indiferencia de la mayoría quizá consciente de su impotencia personal o asociativa. Y mientras tanto la gran industria, la química, la maderera, la automoción, la petrolera y todo cuanto contamina, infecta y destruye se contentan con gestos aislados de voluntad titubeante ante el evidente cambio. Pero estas medidas, tan exiguas son, no pasan de testimoniales; al final sólo oportunidad para rentabilizar -todo en materia industrial y política pasa por el mismo filtro- la preocupación que no quieren en el fondo despejar. Así, la industria del automóvil emerge esporádicamente con el "generoso" impulso ecológico de fabricar una unidad que contamina diez gramos menos de CO2 que los otros, mientras otros dicen que el CO2 es imprescindible y no produce efecto invernadero. El caso es que nada más útil para los gobiernos y la industria, ahora ya destructora, que no ponerse de acuerdo la "comunidad científica": la mejor excusa para no cambiar de rumbo y seguir pensando sólo en "crecer".
Los antiguos griegos desconocían el número cero y el infinito. Occidente levanta su civilización sobre el "crecimiento", justo lo que lleva camino de aniquilarle. En la medicina hipocrática es principio sanador que cuando la enfermedad no responde a un tratamiento, ha de intentarse el tratamiento radicalmente opuesto. Del mismo modo, la única solución al cáncer que padece ya la humanidad provocado por el capitalismo, está en abandonar el camino agotado del crecimiento y estudiar cómo hacer para "decrecer"; para separar (y atender a) lo "imprescindible", agua y alimentos para todos, de lo superfluo, de la basura. Para solucionar un problema hay que desistir de la conciencia que lo causó escrutando la nueva que lo corrija. Decrecer en altura y extender horizontalmente los logros que merezca la pena conservar es la única salida que tiene la humanidad occidental. Separar el grano de la paja es el tonto desafío que la humanidad debe afrontar...
Lo decía al principio, son preferibles mil veces los sueños de futuro que la historia del pasado. La historia siempre es sórdida y espeluznante a partir de la segunda capa, ésa en la que entran sólo los historiadores. Esta situación que vive la humanidad exige por primera vez una visión idealista: lo único que nos puede conducir a la praxis absolutamente "realista". Nos va en ello la Vida...
A información relacionada, que no te puedes perder:
* La gran mentira del calentamiento global (Enlaces...)
* Más de 400 cientificos, en desacuerdo a causa del Calentamiento Global Antropogénico.
* Con los biocombustibles no se ahorran emisiones de CO2
* La otra cara, del presunto Calentamiento Global
* Energía eólica - enlaces a los artículos de Mark Duchamp
* La exportación energética de España, a debate...
* Contaminación lumínica: La crisis energética...
* A toda la información sobre el Cámbio Climático, alojado desde Ibérica 2000... (http://www.iberica2000.org/Es/Directorio.asp?Id=17) (A numerosos artículos...)
>> Autor: Jaime Richart (03/04/2009)
>> Fuente: Jaime Richart.
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