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ESPAÑA INGOBERNABLE
Tres décadas que llevamos de sospechosa democracia...
Que España es ingobernable se ha oído muchas veces. Como es natural especialmente a políticos, autores y pensadores acreditados por la historia de los últimos cien años.
Lo hemos oído decir, pero siempre poniendo el acento en la idiosincrasia de los gobernados, es decir, la del pueblo entero. Ahora toca discernirlo desde el prisma opuesto: el de la clase política y los gobernantes. Y lo que no he oído es que, si este país es ingobernable, en la medida que lo sea lo es no tanto por culpa del ciudadano, sumiso y humilde en general, como por los que recalan en la clase política, luego unos gobiernan a distinto nivel y otros se limitan a participar al acecho de su oportunidad.
La clase política, tanto en las dos repúblicas anteriores como en las tres décadas que llevamos de sospechosa democracia coronada, resulta insoportable. Y que es insoportable lo sabemos no sólo por nuestra observación sino también por ellos mismos, pues unos a otros se tachan de absolutos incompetentes aunque lo expresen con los retruécanos, los sofismas y otros recursos dialécticos más propios de los meramente retóricos que de los prudentes y sacrificados servidores del pueblo.
En todo caso lo que está muy claro es que el clímax, el más alto grado de crispación (independientemente de la causa objetiva cuya gravedad la ponen a menudo los medios acostumbrados y ahora la oposición) se alcanza en este país cuando, en esta apestosa alternancia, gobierna el partido que de los dos más se aproxima a las izquierdas. Y es que un retén permanente del millar de agitadores, a sueldo o convencidos, es capaz de poner en un plisplás a todo un país patas arriba. En suma si España es ingobernable es porque entre un plantel fijo de agitadores y fanáticos, y los políticos y gobernantes que por costumbre son siempre unos ineptos, la hacen difícilmente gobernable.
Y es ingobernable, además, por otros motivos endocrinos. Por la envidia de los incapaces de tener otros defectos; por la presunción envilecida de los que habiendo sido instruidos generación tras generación en el dogma, no se han reeducado luego a sí mismos y siguen siendo en extremo intolerantes hacia los demás en la medida que son tolerantes consigo mismos; por la presencia e intervención incesante de una clase clerical que no se resigna a mantenerse en los límites que le corresponden en un Estado aconfesional, y que por eso mismo se dedica desde el solideo a la vieja tarea, en este país, de atizar la intolerancia de los anteriores; por la vanidad de los peores que desplazan con buenas o malas artes a los mejores; por el egoísmo acompañado de debilidad, pusilanimidad, o excesiva prudencia de los que, teniendo un pasar, carecen de conciencia social y huyen de cualquier problema.
¿Dónde está aquel político ateniense que, según nos refiere Montesquieu, salió del Senado dando saltos de alegría porque había sido elegido en su lugar otro ciudadano con mayores merecimientos que él? Lejos de lo que pudiera parecer, todos los políticos de este país disputan y maniobran entre ellos incluso dentro de su propio partido para proponer siempre al más mediocre, al más canalla o al más débil, al menos arriesgado, al menos tenaz, al menos valiente; al que mejor contemporiza con los poderes fácticos o al mejor cómplice de ellos; al más manejable, en fin. Y si se equivocan eligiendo a un fuera de serie, como fue el caso de Manuel Azaña en la II República, pronto se conjuran todos, incluso lo de uno y otro bando, contra él. ¿Y por qué?, pues porque es la mejor manera de que el elegido vaya por donde quieren quienes están en la sombra, sin comprometer un ápice de su responsabilidad personal.
He oído a Zapatero decir que de lo único que se arrepiente es, de "no haber pinchado antes la burbuja inmobiliaria". ¿Le parece irrelevante el descuido? Pues es como si el cirujano en el quirófano se entretuviese charlando con sus ayudantes mientras el paciente se desangra. Porque eso lo dice cuando a lo largo de los ocho años anteriores y casi siete de su legislatura, hasta un tonto se daba cuenta del impresentable espectáculo de la construcción masiva e incesante. Se asombraba, escépticamente, de la proliferación de millones de viviendas nuevas aquí, allá y acuyá destinadas a estar vacías y sin comprador, lo mismo que de otros tantos millones de locales comerciales que se mantienen enladrillados desde entonces por la misma razón, y de centenares o miles de grandes superficies destinadas a despedazarse entre sí según las oleadas de la moda que se orientan por un tiempo hacia la novedad…
Pues bien, justo, ese retraso en darse cuenta que da lugar al objeto de su arrepentimiento, es lo que ha provocado en buena medida el desbarajuste general de este país, con sus millones de desempleados por en medio. Justo lo que un político debe tener y de lo que, justo, en ese caso, no ha tenido Zapatero: visión de futuro, perspectiva y anticipación. Como en las guerras el buen estratega. Por algo, para reforzar esta cualidad desde siempre los dirigentes en la historia se sirvieron de augures.
No sé si es porque bebo casi exclusivamente en fuentes clásicas y sólo leo a los consagrados por la historia y me influyen, pero pienso que la inteligencia de un gobernante, como la de cualquier emprendedor, no consiste en que él sea propiamente un talento sino en saberse rodear de gente leal y verdaderamente e inteligente. Y en los tiempos que corremos, en los que el economista es poco menos que un dios, a los economistas competentes y avisados que hubieran debido acompañarle: los marxistas, Zapatero los ha mantenido lejos. Todo lo ha fiado a mentores, como el fracasado Pedro Solbes..
En cuanto al otro economista fracasado, de signo político contrario, a pesar de sus entorchados, ese tal Rodrigo Rato, no extraña que en él confiara Aznar. Es de su misma laya, y viendo cómo se manifestó el "experto" un par de meses antes de estallar la crisis financiera, se ve palpablemente que es de esos consejeros que dicen a sus asesorados lo que estos quieren oír. Y Aznar es otro de esa clase de necios listos pero no inteligentes que, visto a la luz de la historia, sólo es un oportunista que únicamente sabe aprovecharse de las iniciativas y el ingenio de sus adversarios. (Franco también supo rentabilizar varios proyectos de ingeniería que eran de la República que él malogró). Pero en el caso del voluntarioso Zapatero, ¿dónde localizamos lo que podría disculpar su contrición y confesado arrepentimiento? ¿qué le impidió reaccionar a tiempo para no llegar este país tan lejos en el endeudamiento y ser ahora acribillado por los acreedores europeos?
Lo dicho, si un político que aspira a gobernar no tiene perspectiva ni determinación ni sentido de la anticipación, lo mejor es que se quede en casa o que se vaya. Ahora mismo, habría que tener coraje para salirse del euro. En mi consideración la integración en Europa era a priori interesante. Pero lo era desde el punto de vista político. Y así lo defendí incluso frente a quienes sólo clamaban por la "Europa de los pueblos". Pero esta dependencia económica en la que nos han metido era otra cosa, como se ha comprobado a la vista de que éste es un país de fulleros y de pícaros que poco o nada tienen que ver con los vecinos de la Europa Vieja. Ahora se ve (y un político de altura debiera haberlo visto antes) hasta qué punto no compensaban los empréstitos, hasta qué punto no merecía la pena para el mundo del trabajo las consecuencias que se han producido después, a cambio de unos puñados de millones malbaratados, desviados o malversados en muchos casos, y en todo caso y casi exclusivamente para construir con absoluta insensatez
A mi juicio esto fue ya un error de partida.
Pero nunca hay callejones sin salida. Siempre queda una con toda seguridad: la entrada, Salirse del euro, regresar a la peseta o a una moneda propia, en vista de lo pésimamente que se administra el dinero ajeno en este país, es la solución, la única. Pidamos árnica y aplazamientos a nuestros acreedores, que nosotros ya se lo devolveremos. Vivan las clases opulentas, la clase política, la monarquía y la clase clerical con la austeridad a que los decrecientes recursos del planeta nos obligan, y nos habremos convertido de la noche a la mañana de un país en quiebra virtual en otro técnicamente solvente.
Este es, a mi juicio, el mapa sociológico o antropológico de la gobernabilidad/ingobernabilidad correspondiente a este dificultoso país.
30 Junio 2011 - Jaime Richart.
richart@telefonica.net
* A todos los artículos alojados en Ibérica 2000, por este mismo autor... (http://www.iberica2000.org/es/DirectorioAut.asp?Id=10280) (A numerosos enlaces...)
>> Autor: Jaime Richart (30/06/2011)
>> Fuente: Jaime Richart
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