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NOSOTROS...
La política es cosa de todos. La colectividad nos necesita.
-No dejemos que gobierno y oposición, mayoritarios, ni minorías, nos trasteen, nos manipulen, nos lleven a donde quieren esos “pocos” que en la sombra manejan los hilos que nos parece manejan los titiriteros cuando no es verdad... Despertemos, espabilemos...
Nosotros, pobres mortales e ignorantes de los “secretos” de la política, opinamos con las herramientas básicas, con nociones elementales del pensamiento que nos dio Dios —o sucedáneos—, y luego la “cultura”.
Algunos también con el examen minucioso de la práctica y de alguna que otra teoría... Pero queremos ver los partidos de fútbol y la belleza de un lienzo, sin las afiligranadas interpretaciones intelectuales de la táctica del equipo ni las explicaciones sobre la urdimbre que hay detrás de ese tapiz genial que nos extasía.
Queremos ver a dos bandos futboleando, metiendo goles y disfrutando de la plasticidad del juego sin que nos expliquen obviedades y nos hagan retorcidos análisis que aturden mientras vemos el partido.
Queremos deleitarnos de la emoción estética que emana de la obra de arte, sin que otros moscones redichos nos apliquen su juicio crítico que nos ensombrecerá su contemplación y nos aguará la fiesta.
Enjuiciaremos todo eso que nos concierne o nos interesa, con herramientas primarias intelectivas y espirituales para valorar, aprobar o rechazar decisiones y omisiones de los políticos profesionales sobre la vida en común, es decir, sobre la vida social, además de lo que puedan afectarnos en lo individual.
La política, es decir, el quehacer de otros en nuestro nombre, al igual que la justicia, mi derecho y mi salud son asuntos demasiado importantes como para dejarlos exclusivamente en manos de los superexpertos, esto es, de abogados, de médicos y de políticos...
Comprendemos que hay cosas de las que el gobernante puede tener una visión más amplia de los efectos y las causas para decidir. Pero será principalmente porque antes nos las ocultó. Porque si da cuenta de todo lo que luego habrá de ser objeto de una decisión, de una ley de envergadura, no habrá sorpresas ni aspectos sobre los que haya ciudadanos que no puedan opinar, manifestarse y expresar su voluntad en la correspondiente convocatoria para que esto que llamamos, aunque sea haciéndonos guiños, “democracia”, pueda ser, con propiedad, “participativa”...
Sepamos, recordemos, que la visión “técnica” de un problema que tiene el político de turno, está empañada generalmente por presiones mentales exógenas que lo desenfocan en exceso.
Quiero decir que los dirigentes, a menudo se las han de ver con problemas “no naturales”. Esa presión exógena afecta severamente a su toma de decisiones de muchas maneras. Tener la cabeza despejada en política, como en tantas dimensiones de la vida colectiva, no es nada fácil.
Y a menudo la orientación acerca de proyectos, iniciativas y respuestas a los problemas que van surgiendo —siempre y cuando no medie grave corrupción— han de abandonarlos los gobernantes más a los instintos, muy personales unos y en sinergia del grupo político otros, que a una reflexión serena de los máximos responsables; porque una reflexión serena es casi imposible en tiempos en que la ansiedad se enseñorea patológicamente de la vida privada como de la pública, como es paralizante, permanente espada de Damocles, el “qué dirán” en Estados Unidos...
Nosotros, los que padecemos la historia porque no la hacemos ni la protagonizamos, no podemos aceptar de buen grado la "moral de los señores" independiente de la "moral de los esclavos". No aceptamos ya que se nos diga que hay “morales” —lo “amoral”— que no rigen para el pueblo.
Esas de las que nos apartaron para llevarnos, por ejemplo, a participar en una guerra que no queríamos... Enjuiciamos la invasión de un país, las torturas a que se somete a un ser humano, los abusos de unas naciones sobre otras, etc desde la moral humanista que se ha hecho eviterna desde que la sociedad humana dejó la horda, la caverna y la ley del Talión; desde que el humano empezó a jactarse de su superioridad biológica frente a la bestia...
Aunque luego ya vemos cómo terremotos y tsunamis le ponen en su verdadero sitio; si bien algunos están convencidos, y creen que puedan convencernos, de que la ola gigantesca podría haberse detenido con la mano o con algún ingenio norteamericano salido de sus laboratorios...
El ser humano empezó a civilizarse desde el momento en que llamó “crimen” a lo que antes era un acto “natural” de mayor fuerza sobre otra fuerza menor; desde que llamó matrimonio, enlace o compromiso a lo que antes era apareamiento, coyunda y veleidad; llamó contrato a lo que antes era imposición, prepotencia y dominio; llamó, en fin, Derecho a un esfuerzo sobrehumano por dominarse a si misma la bestia frente a otras bestias y por saber cuál es su sitio en y frente a la Naturaleza.
Si ahora, para juzgar los asuntos de la colectividad, abandonamos los criterios, las premisas básicas del humanismo a los magos oficiales; si dejamos en manos de los sumos sacerdotes civiles las soluciones desde el oscurantismo a que acostumbra el poder y sus aliados en cuanto llegan a él (como otrora la religión), la sociedad regresará de nuevo al estado de lactancia y empezará a descomponerse. Poco a poco, o bruscamente.
Ejerzamos pues nuestro derecho de expresión no sólo para opinar en el pub. Ya que los parlamentos, las radios, las televisiones, los periódicos y toda clase de tribunas están en manos de los dueños virtuales de la sociedad y nosotros nos limitamos a sufrir la Historia del presente, bramemos contra todo lo que nos hiere, contra tanto abuso, contra toda sinrazón... en Internet. Que nos oigan y se arredren, hasta que llegue a ser Internet el instrumento, la plataforma y el verdadero dirigente sincopado... de cada país primero y luego, si ha lugar, de toda la humanidad.
>> Autor: Jaime Richart (08/01/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart
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