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EL PAPA, EL PAÍS Y OTRAS MENUDENCIAS...
Comparando sus propios editoriales

-Para un periódico, el caso es rellenar páginas y estar al acecho de las ocasiones para ello. Y si no hay noticias, se fabrican o se prefabrican.

Menos mal que un día sí y otro también hay acontecimientos que dan mucho que hablar durante muchos días. Hay que escribir, en efecto. Y no importa haber dicho ayer una cosa y hoy la contraria o incongruente con la dicha ayer. El caso es escribir y escribir...

Los periódicos en general, todos, se las dan de "independientes", como los partidos políticos más votados blasonan de liberales (véase hasta dónde han llevado el liberalismo los neoconservadores norteamericanos llamándose también a sí mismos neoliberales, cuando son los más trogloditas que quepa imaginar). Así resulta que, en tiempos en que las palabras y los hechos están sufriendo fenómenos de inversión degradante sin que el mundo visible y televisible apenas se perciban de ello, cuanto más luzca en su cabecera un periódico el subtítulo de “independiente” o más insista en ello en sus páginas de interior, estemos seguros de que más estará dependiendo de una ideología que le subvenciona. De la misma manera, cuanto más presuma de liberal un partido político, más involucionismo estará propagando y más autoritarismo ejercerá allá donde ordena y manda.

A partir de ayer y durante varios días, todos los rotativos ya tienen carnaza y estarán dale que dale sobre el finado, sus orígenes y su historia. Como si no estuviéramos ya al corriente. Luego vendrá una quincena de especulaciones sobre el cónclave. Pero de momento se ocuparán de la muerte de un papa que si se ha caracterizado por algo es por haberse constituído desde el primer día en cómplice y esbirro del capitalismo contra el comunismo, en adalid de la teología neodogmática contra la de liberación, en defensor real de los ricos en mayor perjuicio de los pobres, aparentando otra sensibilidad. Un papa nefasto, que ha propiciado la involución política en unos países y cerrado caminos al ecumenismo que preconizó y practicó fugazmente, por su corta vida, su predecesor Pablo VI.

Y ¡qué no especulará ahora la prensa sobre cónclaves y papables! Como decía, los periódicos escriben y escriben, y a menudo, en estas circunstancias, con frecuentes contradicciones y sin ton ni son. La variedad intelectual de los colaboradores salvan el carácter libertario que reclaman para sí algunos, como El País. A los colaboradores variopintos los reclutan para eso. Pero los editoriales son otra cosa, o deberían serlo. En ellos late su espíritu verdadero, como late en articulistas señalados: Andrés Ortega Klein, en ese mismo periódico, o Pedro J. Ramírez en El Mundo, por ejemplo.

Por eso una cosa me ha llamado especialmente la atención en El País de ayer y de hoy. El editorial de ayer, comparando la figura del muerto con la de su predecesor decía, entre otras cosas: “Pero, a diferencia de su antecesor, Pablo VI, que aceptaba que el ecumenismo significaba admitir que la verdad está por doquier, la teología de Wojtyla fue diferente. Para él la Iglesia, cierto, debía estar abierta y dar entrada a quienes lo deseen, pero sólo en la Iglesia de Cristo existe la salvación, y sólo en ella está toda la verdad”.

La diferencia de ambos talantes es sideral. Tan importante como la que puede haber entre un dogmático y un agnóstico, entre un sátrapa y un liberal, entre un cristiano catecumenal y otro cristiano de clase, entre un pontífice de recalcitrante conservadurismo y otro como el que interpreta Anthony Quin en “Las sandalias del pescador”... Ayer El País, en su editorial, explicaba “las cosas como son”. Hoy, en ese afán por copar todos los aspectos comentables habidos y por haber, explica las cosas para contentar a todos. Para quedar bien ante los lectores de suscripción y ante otros posibles, el editorial de hoy exalta al egregio recién muerto como figura política conciliadora, hasta donde ni la más devota revista cristiana hubiera llegado aunque sólo fuera por pudor... Una de dos, o son dos personas distintas las que han escrito los editoriales de estos dos días, o es el mismo editorialista. Pero si es el mismo, entonces este asunto lo lleva un esquizofrénico ilustrado.

Ni siquiera un periódico que pretende ser modelo de objetividad, de independencia y de moderación sabe cumplir como es debido sus designios, como con demasiada frecuencia tampoco respeta su Libro de Estilo. Un papa que condena el capitalismo pero condesciende y confraterniza con el neoliberalismo norteamericano —esto es, con el diablo—, que recibe en audiencia a su jefe de filas y a su familia; que hace lo propio con otro de su cómplices más contumaces: Aznar y familia, no es más que un villano colaboracionista por acción u omisión de los neocons, de sus fechorías y hasta de sus barbaridades.

Que El País fije sus tendencias de una vez (y eso lo debe hacer en el editorial), es una asignatura pendiente a pesar de haber pasado ya más de 25 años desde su fundación. Desde luego en política exterior no puede ser más ambiguo, pero en todo caso más pro-estadounidense que europeísta.

Bastante confusión genera el hecho de que uno de sus ideólogos fijos, como el Andrés Ortega Klein citado, con un alto cargo en la administración de una revista panfletaria, Foreign Policy, cuyo director primero es un campeón de la causa bushista, Moises Naim, como para seguir confiando en la independencia y en la progresía de las que tanto presume El País.

Bien sabe Dios (es un decir) que si no fuera por Joaquín Vidal Beneyto, Stiglitz, Jeremy Rifkin, Chomsky, los Goytisolo o Gil Calvo, que no tienen fisuras, a El País no habría quien lo aguantase.

>> Autor: Jaime Richart (04/04/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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