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EL DERECHO DEL MORIBUNDO
Ya que no nos dejan vivir, que al menos nos dejen morir en paz.

Toda la polvareda levantada en este asunto del Hospital Severo Ochoa de Leganés de Madrid es otro de los elegidos al azar por la sección de choque del Partido Preservativo.

¿Finalidad?, la de siempre: infectar, envenenar todo lo posible el clima de la convivencia ciudadana para desacreditar la res pública, lo público, lo social, lo societario, lo socializante.

Esto es idea urdida de la presidenta de la Asamblea de Madrid, Esperanza Aguirre. ¿Pruebas? No necesitamos pruebas. Las pruebas se aportan a los procesos judiciales y en los juzgados. Los ciudadanos sólo podemos aspirar a sospechas e impresiones. Sólo se nos permite ser comadres de un patio de millones de vecinos. Los bancos de datos, que registran parte de lo aproximadamente sucedido, sólo están al alcance de unos pocos que luego los manejan a su antojo.

Y lo que digo es que Esperanza Aguirre hace tiempo viene dando vivas muestras de un inusitado empeño en emular a toda costa a la repulsiva Margaret Thatcher, conocida en su tiempo como la Dama de Hierro. Su propensión a urdir conspiraciones es su rasgo más reluciente. Llegó a la poltrona a través de una estratagema. Contó con la complicidad de dos tránsfugas, ahora engullidos por el absoluto anonimato. En este asunto del Hospital de Leganés no ha hecho más que exigir unas víctimas tácticas, a uno de sus victimarios; un tipo que viene revestido con las solemnidades de los abogados del Estado. Y no podían encontrar entre los dos nada más a propósito que un Hospital público, repleto de enfermos terminales conducidos allí desde tantos otros centros de la Comunidad donde no existen cuidados paliativos. El asunto es a todas luces trágico, pero ese individuo y ella misma lo han tratado desde el principio en clave política.

Estamos en una farsa democrática permanente. No es el el pueblo el que de ningún modo decide en algo. El pueblo no decide nada. Es la aristocracia del dinero y con posición social la que sigue dominando en todo. Los patricios y los plutócratas quitan y ponen, gritan y mandan, permiten u ordenan callar. Al pueblo sólo se le permiten mezquinas aportaciones de adorno, tanto en los medios como en los programas televisivos y radiofónicos. Las encuestas y los estados de opinión que los medios publican a bombo y platillo cada dos por tres, además de estar falseados forman parte de la sesión permanente del ilusionismo nacional.

Detrás de lo de Leganés no había nada que no fuese recto y correcto. Lo saben ellos muy bien. Confundir cuidados paliativos, eutanasia y homicidio forma parte de su estrategia. Como también llamar asesinato al aborto.

Pero ya que han puesto el dedo en la llaga de esta manera inmunda, evidenciando la carencia de medios sanitarios adecuados a una sociedad al día, lo que hay que hacer es insistir en la idea firma de que lo que está en juego es el derecho del moribundo. El derecho a agonizar con la menor conciencia posible de la agonía, y a no sentir dolor o sentir el menor posible. ¿No se pare sin dolor? ¿No se extrae una muela sin dolor? ¿Acaso se extirpa un tumor sin anestesia? ¿A qué viene esta escandalera por asunto ya tan obvio, que a estas alturas de la historia debiera estar zanjado, como lo está la equiparación entre hombre y mujer, la no discriminación y los derechos humanos?

Que se dejen los cavernícolas de patrañas y de farsas. Todo lo tratan del mismo modo. Mientras vociferan contra el aborto, abortan sus hijas. Mientras, para desacreditar lo público, vociferan contra la eutanasia, los cuidados paliativos, la sedación o como queramos llamar al auxilio a morir dignamente en un hospital público, todos los familiares de los vociferantes mueren tranquilamente sedados. Y sedado ha muerto el Papa.

El derecho del moribundo a morir sin dolor, debe inscribirse cuanto antes como el derecho más importante de una vida. Debe registrarse como el derecho final con el que se cierra el estatuto de todo ser humano que pertenece a una sociedad que se postula a sí misma a cada momento como digna.

Ya que no nos dejan vivir, que al menos nos dejen morir en paz.

>> Autor: Jaime Richart (13/04/2005)
>> Fuente: -Jaime Richart


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