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EL FIN DE UNA ERA
¿El lobo?: ya lo tenemos aquí.
--No deja de tener su gracia o ser un sarcasmo, según el talante del espectador, ver, en pleno siglo XXI, poner el grito en el cielo por una sola palabra, "nación", en el proyecto de Estatut catalán..
Asunto que, por cierto, recuerda a los Concilios cristianos de los primeros siglos donde se tiraban los trastos a la cabeza sobre si la luz del Monte Tabor era creada o increada, o sobre si los ángeles eran del sexo masculino, femenino o asexuados. O ver a los que discuten acaloradamente en el Parlmento central sobre el límite de velocidad en las autopistas, o a los que construyen febril, frenéticamente, o están haciendo en este momento cálculos sesudos sobre crecimiento y desarrollo, sobre el PIB de acá y de allá... No hablemos de las perversiones que proyecta a cada hora el imperio, ni sobre tantas y tantas previsiones en cuyo balance final no hay ajustes sobre "imponderables" porque para nada se tiene en cuenta la variable principal: la Naturaleza. Las únicas instituciones occidentales que sí la tienen en cuenta son las Compañías de Seguros. Preguntadles a ellas. Como contaba yo ayer que se me respondió en las Jornadas sobre el Agua en Madrid, 1993: "el efecto invernadero no se computa en el Plan Hidrológico"...
Sin embargo es la Naturaleza la que tiene siempre la última palabra en todo, y mucho más hoy que vivimos en la "aldea global". Y la Naturaleza, tan maltratada por la civilización occidental, va a dar al traste en los países del Primer Mundo con la vida considerada hasta ahora como "normal".
Sí, porque hay evidencias que ya no se pueden ocultar ni velar de que el fin más o menos parcial o total ya está aquí. En realidad hace tiempo que había empezado ya en otras partes, por ejemplo en Africa. Pero tenemos el "privilegio" de estar empezando a darnos cuenta de que de Africa está pasando a Europa por la penísula ibérica. No porque no llueva en absoluto desde hace un año y el cielo esté ocupado desde entonces sólo por el sol en zonas amplísimas de la península. Es que todos sabemos en el fondo que se acabaron las lluvias regulares que hacen posible la vida tal como la hemos venido viviendo regaladamente, y que en otras zonas incluso no volverá a llover jamás. Y que cuando vuelva a llover será misérrimamente o en forma de trombas devastadoras, dos maneras de hacer imposibles los cultivos y las cosechas. Masas forestales enteras, ya tan castigadas por los incendios, pronto marronearán y terminarán secándose. No os preocupéis todavía. Por aquí, recibiremos ayudas complicadas desde el exterior. Estamos al fin y al cabo en el primer mundo. Pero este proceso degradador de la biosfera alcanzará pronto también a los países que nos ayuden. El agua de los ríos permitirá cultivos puntuales y vivir por algún tiempo gracias a ellos. Recibiremos ayudas pero rápidamente irán pereciendo multitudes, pues no habrá alimentos ni agua para todos y aparecerán las epidemias. No será la elevación de las aguas del mar como consecuencia del derretimiento de los polos el problema principal. Las poblaciones se podrán replegar, como huyen otras veces de un volcán en erupción... Las plantas desaladoras, que precisan de altas dosis de energía y son sumamente costosas, no podrán con todo y con todos. Dentro de 20, 30 ó 50 años todo habrá terminado, si antes no irrumpe un tampoco descartable cataclismo natural o provocado por el incorregible y estúpido ser humano.
En realidad, como decía, somos unos privilegiados. En lugar de desaparecer de este mundo uno por uno y de una manera vulgar, nos estamos preparando para asistir al magno espectáculo del enterramiento progresivo y masivo de la especie humana. Los que sobrevivan -porque "la vida" sin duda seguirá y serán paradójicamente del "mundo tercero" los más resistentes-, tendrán otra canonjía además de asistir a la función general y de disfrutar amargamente de su propia supervivencia. Tendrán ante sí la tarea sobrehumana de contribuir a que todo vuelva a empezar. Podrán volver a iniciar lentamente su premioso desarrollo, que durará otro millón de años y se volverá a desmoronar, como en esta oportunidad, en un abrir y cerrar de ojos.. Se tarda mucho en construir, pero el humano tiene la extraordinaria habilidad de saber cómo destruir sólo en segundos
Pero de momento no pasa nada: contamos con el coche que, cuando terminen de bramar contra el Estatuto y de forcejear por el límite de velocidad, ya estará parado; con el móvil, con la televisión y con videojuegos sin tasa para esperar, como el suicida paciente, el desenlace...
Este será el precio que la civilización representada y abanderada principalmente por el anglosajón, tan temeroso de su Dios como temerario con sus semejantes que para él no lo son, habrá pagado al final por dar infinito valor al dinero y ninguno a las vidas que no son de su raza, por las conquistas espaciales que no conducen a ninguna parte, por las dentelladas dadas a la eternidad para prorrogar unos instantes la vida a unos cuantos seres humanos, y por haberse procurado para estos mismos tanta molicie. Será el tributo pagado a la Naturaleza por la alianza de tres rasgos exclusivamente humanos: desmesura, soberbia y necedad.
¿Pesimismo, catastrofismo, milenarismo? Sí. Los únicos ismos que se corresponden equitativamente con liberalismo, neoliberalismo y crimen permanente contra la Naturaleza y contra todo lo que se mueve. ¿Lo niegas? Será porque sólo te fijas en el espejuelo que el prestigitador sostiene en una mano para embaucar a ciegos y a lelos. Así nos va...
Que no convenga a algunos hablar tan crudamente de este primordial asunto es otra cosa. Pero es esta falsa prudencia la que nos ha traído hasta aquí. Ya estamos hartos de tener que mirar necesariamente a otra parte...
>> Autor: Jaime Richart (05/10/2005)
>> Fuente: Jaime Richart
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