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LA EUROPA DE LA PROSPERIDAD
Estos nacionalismos exacerbados...

A esta crísis se le puede y se le debe sacar una enseñanza loable y constructiva: los ciudadanos, que, en definitiva, somos los que realmente, con nuestros votos, debemos y podemos hacer que los líderes políticos cambien sus idearios, para que sean más humanos y constructivos en el entorno social y que el mundo laboral se estabilice y dejemos de sufrir hambre de pan, de paz y de justicia.

La situación económica mundial es bastante delicada, al buen decir de los gurús económicos–que se manifiestan cuando las aguas han rebasado ya el río-. Y este deterioro económico crece día a día. Nos encontramos ante una verdadera recesión económica mundial, cuyo fin nadie lo sabe. Pensemos de verdad que el eje económico-político de Alemania y Francia no está funcionado como debiera; si estas dos naciones–que siempre actuaron como verdaderas locomotoras de la economía de Europa–, se quedan al ralentí... ¡qué Dios no coja confesados! Aquella Europa de la prosperidad, sí, la Europa de la prosperidad de la que tanto nos hablaron, se nos esfuma como el aire temprano de la mañana que se lleva a los pajarillos...del cielo.

Los Estados miembros de la Unión Europa se hallan incursos en este organigrama de pérdidas y ganancias: éramos–más bien no hicieron creer– hombres ricos y, en corto espacio de tiempo, nos hemos convertido en hombres pobres. El pueblo español se conforma con poco: Un amor, un amigo/a, un libro...Bueno, ¡qué no nos quiten el fútbol! Es el pan nuestro de cada día. Pienso y reflexiono, ¿qué seré yo?: ¿Hombre rico, hombre pobre? ¿No será que soy un pobre hombre?

La UE ha sabido establecer, sin duda, una coordinación monetaria entre los distintos Estados que la forman, pero ha fracasado rotundamente en el establecimiento de una autoridad fiscal común. Y es que en la práctica, y al poseer una moneda única–el euro–para las transacciones económicas, hemos podido desarrollar pactos de estabilidad y crecimiento más o menos ambiciosos...Sin embargo, las políticas democráticas de los distintos países integrantes siguen parámetros distintos, que nos conducen a desarrollar idearios políticos que tienden–alguno de ellos-, a nacionalismos exacerbados y excluyentes. Atrás van quedando aquellos soñados Estados Unidos de Europa, ansiados por todos pero buscados por unos pocos. Estos nacionalismos extremistas (existen también en España).Ellos priman y piensan en cómo vivir bien o mucho mejor dentro de sus fronteras, aunque estas últimas ya no existan. En cómo expulsar a los foráneos, en cómo potenciar su propias etnias con olvido de lo demás seres humanos...

Comprobamos que Francia camina por su lado, y Alemania por el suyo. Con crisis manera de actuar–en cierto modo un tanto separatista–, están fomentando el retraso y el crecimiento del mundo laboral: los inmigrantes volverán a sus países de origen, para nuevamente seguir sufriendo, y en sus propias carnes, violencias y violaciones que posiblemente las habían enviado al mundo de los olvidos. Ésta no es la Europa que todos anhelábamos, que comprobamos en el día a día que se nos va de las manos... ¡Qué lastima resulta perderla!

Pero esta crisis económica y política–por la que Europa está atravesando-, se le puede y se le debe sacar una enseñanza loable y constructiva: los ciudadanos (por votantes), y en definitiva, somos los que realmente con nuestros votos debemos y podemos hacer que los líderes políticos cambien sus idearios políticos, para que estos últimos sean más humanos y también constructivos en el entorno social, y que, el mundo laboral se estabilice y dejen de sufrir los hombres/mujeres hambre de pan, de paz y de justicia. Así de fácil.

Y digamos parte de la verdad, y poniendo la mano sobre nuestro corazón–ese motor de amor y cariño que todos llevamos dentro–, y la decimos al expresar que existen trucos viables en el sistema capitalista de libre mercado–en el que creo-, puesto que los empresarios son capaces de echar a cualquier obrero/a (por productor/a) cuando les venga en gana, aunque estos últimos estén en posesión de los tristemente célebres “contratos indefinidos”.

Y estos son los empresarios (capitalistas) de los que hablo: que atesoran dineros, enormes fortunas con las que pueden comprar el mundo entero pero no el amor, que guardan botellas de vino de marca que jamás catan, que cuentan los billetes por la noche por ver si falta alguno de ellos..., no son más felices que los demás mortales y además no disfrutan de la vida, tal y como debían hacerlo.

Si creo, y siempre he creído, en el liberalismo político que siembre de ideales firmes y verdaderos las mentes de nuestra juventud, que es el futuro del mañana. Si creo, y siempre he creído, en el liberalismo político que fomente la actividad económica en todas sus formas. Si creo, y siempre he creído, en el liberalismo político que defiende a “la familia” como cota superior de la vida asociativa: matrimonio hombre/ mujer, uniones de contratos sentimentales hombre/ hombre, uniones de contratos sentimentales mujer/ mujer, parejas sentimentales...En todo esto creo y mucho más. El concepto de deber y amor debe supervivir en todas las relaciones humanas.

La Coruña, 9 de marzo de 2009
© Mariano Cabrero Bárcena es escritor

>> Autor: Mariano (09/03/2009)
>> Fuente: Autoría propia/ Mariano Cabrero Bárcena


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