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POR LA RIQUEZA DE LA SERRANÍA DE CUENCA.
Viajes y excursiones Ibérica 2000.

La Alta Serranía desaconseja hacer un itinerario de un día, y obliga a pernoctar en lugares donde no abundan los establecimientos hosteleros o que, cuando existen, son de plazas limitadas.

Este recorrido también parte de la ciudad de Cuenca, por la carretera de Valencia. A unos 5 kilómetros hay que tomar el desvío que a la izquierda indica a Teruel.

Ya en dicha ruta, estamos sobre una de las depresiones periféricas, denominada de Fuentes (pueblo situado en un extremo de la misma) y recorrida por el río Moscas.

Pasando el cruce de Mohorte, llegamos a otra bifurcación que, a la izquierda, se dirige a los Palancares; hay que tomarla; a poco menos de 1 km. A la derecha, (2ª parada) se puede ver uno de los muchos hundimientos que, sobre los yesos, han tenido lugar en este sector, y que permanece anegado de agua.

Desde este mismo lugar podemos ver también el escalón topográfico que supone el prolongado relieve de la Serranía y cuya zona culminante es totalmente plana. Esta horizontalidad es consecuencia de un cepillamiento erosivo acontecido tras la Orogénia Alpina en sus primitivos relieves montañosos.

De nuevo en la carretera de Teruel, se pasa el pueblo de Fuentes (que debe su nombre a los multiples manantiales que lo rodean y que forman el río Moscas).

Inmediatamente después, la carretera asciende un pequeño puerto, denominado El Rocho (1.150 metros de altitud) para dar paso al otro lado a una vasta planicie (3ª parada), más baja topográficamente que su entorno y completamente cerrada: es una de las navas o poljes de la Serranía denominada con el nombre del pueblo anterior, Fuentes, y si vamos muy atentos, podremos ver a la izquierda de la carretera u talud que corresponde a las obras de explanación que hubo de realizar para evitar el lago que se formó en este paraje en el año 1940, tras un periodo de intensas lluvias.

Una vez sobrepasada la depresión, seguiremos el curso de un falso valle, que en realidad es un rosario de dolinas enlazadas unas con otras.

Inmediatamente después entraremos en otra gran depresión, la Nava o Polje de Reillo (4ª parada), una vez más denominada con el nombre del pueblo más próximo) y que también puede anegarse en años muy lluviosos a partir de un manadero denominado “Ojo del Mozo”.

Las aguas de esta depresión en otros tiempos salian subterráneamente de la misma hacia el valle de Cañada del Hoyo y manaban en las proximidades de la estación de ferrocarril, quedando como testimonio de este hecho abundantes masas tobáceas.

En la actualidad, sus aguas, también subterráneamente, se encauzan hacia el mantial del Molino de Reiete, al pie de la carretera a Teruel bajo el talud del km 117 y aunque no es visible desde la carretera merece la pena pararse para beber un trago de sus riquísimas aguas.

Pero debemos regresar a la Nava de Reillo y tomar la desviación a Cañada del Hoyo, pasar el pueblo, y a unos 3 kms.

En la carretera que se dirige a Val de Moro de la Sierra, nos encontramos con las lagunas de los Oteros (5ª parada) o torcas de agua, inundadas por el manto freático.

Existen un total de 10 lagunas, y otras tantas torcas asociadas a la presencia de una gran depresión karstica recorrida por el río Guadazaón, y con la que entran en contacto las lagunas más orientales (La Parra, el Cardenillo).

El paraje en que se sitúan, es de una gran belleza. Pero este lugar no está debidamente protegido, y la proximidad de la carretera hace que en verano sea concurido en exceso con la degradación consiguiente.

Hace falta una reglamentación urgente y la declaración del lugar como paraje natural de especial interés.

Para continuar el camino, hemos de dar marcha atrás durante 1 km aproximadamente y desviarnos a la derecha por una pista forestal en buen estado de conservación, pero sin señalizar y que una vez recorridos unos 10 kms, se llega a la Muela de Los Palancares densamente cubierta por el pinar, en donde se situa otra amplia agrupación de 30 torcas en este caso sin agua, de variadas formas y tamaños.

Aunque existe un cartel señalizador, para recorrerlas todas, hace falta llevar una cartografía adecuada (mapa topográfico 1.50.000 hoja 610, Cuenca) y además ese paseo puede llevar practicamente todo un día.

Por ello recomendamos visitar dos de las más accesibles y expectaculares: La Torca del Lobo, y la del Agua (6ª parada) muy próximas entre sí y bien comunicadas por un camino que no ofrece ninguna pérdida.

Una vez observadas estas torcas, se reemprende camino hacia el Oeste, ya por carretera asfaltada, y al cabo de 1 km. Aproximadamente nos desviamos a la derecha, hacia el norte por una curva bastante cerrada, siguiendo una amplia pista, asfaltada a trechos.

Se atraviesa toda la Muela de los Palancares, dejando a nuestra izquierda una de las torcas más expectaculares, la torca Rubia, con 90 metros de profundidad, para luego descender a la cabecera del río Huécar y entrar en la amplia paramera sobre litología calcárea de Jurásico, conocida con el nombre de Tierra Muerta, dominio de la Sabina Albar, aunque también a veces hay buenos pinares.

La ausencia de ríos e incluso de agua, y la presencia de simas sobre una topografía muy suave, es la tónica dominante durante muchos kms. En el corazón de esta zona sobrepasaremos un cruce de carreteras: la de la izquierda se dirige a Buenache de la Sierra y Cuenca; la de la derecha se dirige a la vieja Casa de los Esquiladores de las Merinas que pastaban en la Serranía conquense siguiendo una importante cañada ganadera.

Al frente sigue nuestra ruta de nuevo bien asfaltada, y comienza lentamente el descenso hacia el surco de Uña, con su cantíl del Turonense bien visibre desde todas partes. Ya en el surco, se cruza el río Júcar y nos encontramos con la carretera de Cuenca a Tragacete; se toma rumbo al oeste, es decir, hacia la izquierda.

Desde aquí, son observables los expectaculares precipicios formados por el potente banco masivo de Turonense, coronado en su parte alta por el pinar sobre espolones rocosos y tormos, que constituyen a su vez, el borde sur de la muela de las Majadas o de la Madera.

Tras unos pocos kms. Se llega a Uña, en donde se debe visitar la laguna, creada y represada por una barrera tobácea. Conviene visitar los manantiales que alimentan a la laguna, y para ello se ha de rodear el pueblo y acceder a la piscifactoria, en el otro extremo de la laguna (7ª parada). Al final de la misma y al pie de los grandes cantiles se localizan unos estanques de agua que son los puntos en donde surge tras su recorrido subterráneo.

Regresando al pueblo, se puede tomar luego el camino que contornea la laguna, por encima de la barrera tobácea, por donde ya no cae el agua al haber sido derivada hacia el canal construido para abastecer la central hidroeléctrica de Villalba de la Sierra.

Una vez atravesado el antiguo cuartel de la Guardia Civil, se puede descender por una senda a la izquierda para ver de cerca la barrera tobácea con sus cortinas estalacmíticas y las ruinas del viejo molino que se asentaba a sus pies.

Desde Uña, se toma la carretera de Cuenca por Villalba, y entre pinares se llega, a unos 6 kms, y a la derecha, a un apartado de la carretera que nos ofrece una magnífica vista de la importante hoz creada por el río Júcar, que circula a más de 200 metros de profundidad, en cuyas paredes quedan recortados los cantiles de rocas calcáreas que el río a tajado, separados por plataformas labradas sobre rocas más deleznables y que la erosión a evacuado, como la que constituye el propio mirador (8ª parada).

A unos pocos metros, hay que desviarse a la izquierda para dirigirnos a la Ciudad Encantada, visita obligatoria de la Serranía: tras unos 6 kms de estrecha y sinuosa carretera, se llega al aparcamiento (9ª parada). La finca donde se enclava la Ciudad Encantada, es de propiedad particular, por lo que se debe abonar una entrada para visitarla.

El recorrido por ella es ya clásico, y las expectaculares formas, conviene recalcarlo una vez más, están relacionadas con la superficie de arrasamiento de la Serranía, con la presencia del nivel de rocas masivas calcáreas de Turonense y con la disolución.

Desde la Ciudad Encantada se puede regresar a Cuenca por el valle de Valdecabras, siguiendo la carretera que hemos traído hasta este punto en su prolongación hacia el sur, bien señalizada.

Se atraviesan algunas zonas similares a la Ciudad Encantada. Luego se desciende al valle de Valdecabras, pequeño surgo intromontañoso de gran belleza labrado por el río del mismo nombre.

La salida de la Serranía se realiza por una angosta hoz que el río ha creado en su salida hacia el oeste para buscar al Júcar, del que es su afluente.

De nuevo se repiten las angosturas y pasos estrechos para finalmente abocar a la depresión periférica de Mariana, recorrida en este segmento por el río Júcar, y que, inmediatamente, se introduce en el último eslabón serrano, al que taja mediante la hoz ya muy próxima a la ciudad de Cuenca, y paralela a la del Huécar, situada algo más al este.

Otra variante para regresar a Cuenca desde la Ciudad Encantada es retroceder hasta el mirador sobre el río Júcar, ya visitado, y tomar la ruta de Villalba de la Sierra pasando por la ventana del Diablo (10ª parada), oquedad en la roca desde la que se tiene una expectacular vista del río Júcar. Desde Villalba de la Sierra la carretera se dirige a Cuenca empalmando con la ruta anterior poco antes de entrar el la hoz, a 6 km de la ciudad.

Bibliografía de Francisco Alonso Otero de “Serranía de Cuenca”.

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>> Autor: cipi-cpn (16/07/2003)
>> Fuente: Ibérica 2000. correo@iberica2000.org


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