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Hambre cero mundial

(1772)

LA POBREZA ES LA ÚNICA ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA QUE EXISTE
Para los cínicos que nos gobiernan lo mejor es emprender guerras preventivas y ocultar los graves problemas y desigualdades que aquejan a la mayor parte de la Humanidad.

Para los que somos calificados como ingenuos urge emprender una acción global a favor del diálogo, la convivencia, el desarrollo sostenible y la cooperación entre pueblos y culturas, donde impere el respeto a la diversidad y la serenidad ante los conflictos emergentes...

HAMBRE CERO MUNDIAL.
Por: Frei Betto (EL SUCRE)*
22 de septiembre de 2004.

El viejo Marx tenía razón: aún no salimos de la prehistoria de la humanidad. Somos 6.100 millones de habitantes en esta nave espacial llamada Tierra, de los cuales 4.000 millones viven debajo de la línea de pobreza. Viven con menos de U$S 30 por mes. De ellos, 1.200 millones están debajo de la línea de la miseria, de los cuales 841 millones están amenazados por la desnutrición crónica.

Cada 24 horas mueren de hambre en el mundo 100 mil personas, entre las cuales 30 mil son niños con menos de 5 años de edad. El día 11 de septiembre, el derrumbe de las torres gemelas de Nueva York cumplió tres años. Hubo una inmensa conmoción internacional. Cada día, el hambre hace desmoronarse a 10 torres gemelas repletas de niños. Nadie llora ni se conmueve. ¿Por qué?

En los días 20 y 21 de septiembre, en ocasión de la apertura de la Asamblea General de la ONU, el presidente Lula lanzará en Nueva York el Hambre Cero Mundial. Estará respaldado por cerca de 55 jefes de Estado, inclusive el papa Juan Pablo II°.

Si el hambre es el principal factor de muerte precoz y vergüenza para la civilización del siglo XXI, ¿por qué no provoca movilización? Por una razón cínica: al contrario del terrorismo y de la guerra, del cáncer y de otras enfermedades, el hambre hace distinción de clase. Sólo alcanza a los miserables. Y en general, apoyamos campañas en beneficio propio. No siempre demostramos sensibilidad cuando se trata de derechos ajenos.

Lula aprendió, con la historia de la esclavitud en el Brasil, que un problema social sólo encuentra solución cuando se transforma en una cuestión política. Durante más de 300 años la esclavitud fue considerada legítima y legal. Pero poco antes de 1888, pasó a ser tratada como una cuestión política. Vino entonces su abolición oficial (pues todos sabemos que aún hay, en nuestro país, estancieros que mantienen trabajadores en un régimen de esclavitud).

El Hambre Cero beneficia hoy a millones de brasileros (as), entre los cuales hay 5 millones de familias que reciben renta mensual del programa Bolsa Familia. Por ser una política pública no-asistencialista y sí de inclusión social, atrae la atención de otros países. En función de este interés, estuve en Paraguay, Argentina, Perú, Guatemala, Italia, España y en la ONU. Hay iniciativas semejantes en Chile, en Argentina, en México y en Guatemala.

Crece la conciencia de que el hambre es un flagelo a ser combatido inmediatamente. Debemos empeñarnos para que la pobreza, a semejanza de la esclavitud y de la tortura, sea considerada crimen hediondo, grave violación de los derechos humanos.

El presidente Lula quiere evitar en el exterior -como lo logró en Brasil-, que se pretenda combatir el hambre apenas con distribución de alimentos. Si un país rico envía toneladas de comida a las regiones más pobres del mundo, incurre en cuatro errores: justifica sus subsidios agrícolas; destruye las culturas locales; aumenta la dependencia de los beneficiarios; y favorece a los políticos corruptos que distribuirán los donativos.

Ya bastan el fracaso de la Alianza para el Progreso en los años 60, y de la Revolución Verde en la década siguiente, para saber por donde no ir.

La propuesta es movilizar recursos mundiales, de los cuales Brasil no será beneficiario, para no levantar sospechas de promover una causa propia. Esos recursos, supervisados por la ONU, financiarían proyectos de emprendimientos, cooperativismo y desarrollo sustentable en las regiones más pobres. Pues el hambre no se combate con donativos, ni sólo con transferencia de renta.

Precisa ser complementada por políticas efectivas de cambios estructurales, como las reformas agraria y tributaria, capaces de desconcentrar las rentas fundiaria y financiera. Todo esto amparado por una política audaz de insumos y créditos a las familias beneficiarias, que deben ser blanco de un intenso trabajo educativo en la línea de Paulo Freire, de modo de volverse protagonistas socioeconómicos y sujetos políticos e históricos.

''''''''''''''''Yo tuve hambre y me diste de comer'''''''''''''''', dijo Jesús encarnado en la figura del pobre. Combatir el hambre es una exigencia evangélica, un imperativo ético, un deber de ciudadanía y solidaridad, para que podamos sacar a la humanidad de esta prehistoria en que miles de millones de personas aún no tienen asegurado el derecho animal más elemental: comer.

* Frei Betto es escritor, autor y organizador, en compañía con otros autores, de ''''''''''''''''Hambre Cero'''''''''''''''' (Garamond), entre otros libros.
redaccion@argenpress.info
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* Información extraída de...

Insertado por: CERCLEOBERT (23/09/2004)
Fuente/Autor: Frei Betto.
 

          


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Guerra contra la miseria

Es tarea de los Gobiernos controlar las injusticias de los poderosos y formar a los ciudadanos en una conciencia social básica. Lo que no hagamos en justicia nos será arrebatado por la fuerza, o mediante el terror.

José Carlos García Fajardo*

http://www.nuncamas.net/



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Según Ernesto Sábato “No se puede postergar la decisión de comprometernos ante la terrible crisis que atraviesa el mundo. El fundamento de una esperanza surgirá en medio de ese compromiso. Debemos penetrar en la noche y, como centinelas, permanecer en guardia por aquellos que están solos y sufren el horror ocasionado por este sistema mundial y perverso. Tenemos el deber de resistir y de ser cómplices de la vida aún en su suciedad y su miseria. Un gesto absoluto de confianza en la vida y de compromiso con el otro. Así lograremos trazar un puente sobre el abismo.”



El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo publica cada año un Informe sobre la situación de los habitantes del planeta cuya lectura es apasionante. Se impone hablar menos de cooperación con “el tercer mundo” y preguntarnos por qué los pueblos del Sur pasan hambre de alimento, de salud y de educación. Es tarea de los Gobiernos controlar las injusticias de los poderosos y formar a los ciudadanos en una conciencia social básica. Lo que no hagamos en justicia nos será arrebatado por la fuerza, o mediante el terror.



En el Informe de 1998, ya denunciaba la ONU que el 18% de la población del planeta controla más del 80% de los recursos de la tierra mientras que el 20% más pobre sólo tiene acceso a un 1% de esos bienes.



Más de mil millones de habitantes del planeta sobreviven con menos de un dólar al día, y 20.000 personas mueren de hambre cada día. En la cumbre de la ONU celebrada en Nueva York el año 2000, los Estados miembros se comprometieron a reducir a la mitad el número de menesterosos en 2015, pero, a los cuatro años de esa cuenta atrás, poco se ha hecho para cumplirlo.



Hace unos días, Luis Inacio Lula da Silva, en la Cumbre de la Iniciativa contra el Hambre y la Pobreza, calificó el hambre como "la peor de las armas de destrucción masiva". El texto subraya que, con el avance tecnológico actual, la persistencia de esta plaga es "irracional, inaceptable y vergonzosa". Se calcula que para librar ese combate harán falta unos 50.000 millones de dólares anuales. No sólo la miseria, sino el ahondamiento de las diferencias entre clases, sociedades y hasta naciones del planeta constituyen una bomba de relojería que no precisa de ninguna ideología fundamentalista para explotar en el mundo desarrollado. Una minoría harta y una mayoría que la contempla a través de los medios de comunicación, no pueden convivir sin graves problemas.



El hambre del mundo son 900 millones de estómagos vacíos, la mayoría localizados en Asia y África, según el último informe de la ONU. El número de personas desnutridas crece cada año en cinco millones, lo que autoriza a la FAO a diagnosticar una clara "recesión en la guerra contra el hambre". Todavía es mayor la cifra de los que viven en situación de extrema pobreza, que supera los mil millones.



Ocho instrumentos fueron aprobados en Naciones Unidas para acabar con la miseria en 2015. De esas medidas depende la paz mundial en el siglo XXI. El esfuerzo que se precisa es pequeño si lo comparamos con los beneficios que puede reportar a todos los habitantes del planeta, pobres y no pobres: un mundo más justo, más humano, más próspero y más seguro.



Los instrumentos para facilitar la generación de los recursos necesarios son: Impuesto sobre los movimientos de capital. Impuesto sobre el comercio de armas. Emisión de deuda pública para financiar los incrementos futuros de la ayuda al desarrollo. Lucha contra la evasión fiscal y contra los paraísos fiscales que anulan la capacidad recaudatoria de los países en desarrollo. Mejora de las remesas de los inmigrantes, cifradas en unos 86.000 millones de dólares anuales, que superan el monto global de la ayuda y tiene un efecto directo en el crecimiento. Es preciso acelerarlas y abaratarlas. Donaciones por tarjeta de crédito asociada a los objetivos del Milenio que permita a los usuarios donar automáticamente una pequeña suma por cada transacción realizada. E incrementar la inversión en los fondos éticos, o inversiones socialmente responsables (ISR), vinculadas a objetivos de promoción de empleo, respeto ecológico y otros requisitos sociales. España y otros países están abiertos a condonar la deuda a los países que la apliquen estrictamente al desarrollo.


Si estos propósitos parecen difíciles, ya en el Informe del PNUD de 1998, se declaraba que el gasto anual para cubrir estas necesidades básicas suponía 40.000 millones de dólares anuales, durante diez años, en los países en vías de desarrollo. Enseñanza Básica para todos: 6.000 millones. Salud reproductiva para todas las mujeres:12.000 millones. Salud y nutrición básicas:13.000 millones. Agua y saneamiento para todos: 9.000 millones.


Para conseguir estas cifras, hoy elevadas a 50.000 millones al año, el Informe denunciaba que en un año se habían efectuado estos gastos: Cosméticos en Estados Unidos 8.000 millones. Helados en Europa 11.000 millones. Perfumes en Europa y EE.UU. 12.000 millones. Alimentos animales domésticos Europa y EE.UU. 17.000 millones. Cigarrillos en Europa 50.000 millones. Bebidas alcohólicas en Europa 105.000 millones. Drogas estupefacientes 400.000 millones. Gasto militar en el mundo 780.000 millones. Baste recordar que, sólo en EEUU, se ha duplicado el gasto militar desde esa fecha con los resultados que todos padecemos.


Al presentar a la opinión pública el Informe, la ONU lo calificó de “información subversiva”, que es preciso considerar para poder subvertir un orden social injusto.




* Profesor de Pensamiento Político (UCM) y Director del CCS


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Nombre: -  (28/09/2004) E-mail: -
 




Riqueza multimillonaria escandalosa frente a hambre evitable
por Susana Pezzano

Venezuela, 26 de septiembre de 2004



Hay cifras escandalosas. Fortísimas bofetadas en plena cara. Una de
ellas es la lista de las 400 personas más ricas de Estados Unidos
que elabora anualmente la revista Forbes. Sus fortunas superaron el
billón de dólares, un monto equivalente al PIB de los cuatro países
del MERCOSUR: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

Hay datos más escalofriantes. La riqueza de los diez privilegiados
empresarios que encabezan la lista, estimada en 227.000 millones de
dólares, alcanzaría para saldar de una vez por todas una tercera
parte de la angustiante deuda de América Latina que asciende ya a
789.400 millones de dólares.

Hay comparaciones que duelen. El patrimonio acumulado del dueño de
Microsoft, el famoso Bill Gates, con su cara de niño estudioso y
distraído, va por los 48 mil millones de dólares. La cifra se
aproxima bastante a los 50 mil millones que se requiere anualmente
para reducir a la mitad, en el año 2015, los altos niveles de
pobreza que hoy afectan al 66 por ciento de la población mundial.

Las disparidades son monstruosas. Cuatrocientas personas atesoran el
equivalente a lo que producen 225 millones de habitantes. Si sólo
los diez primeros del ránking estadounidense donaran toda su
riqueza, aliviarían el drama de la deuda que consume a todo un
continente. Un solo hombre posee la suma que pondría fin a la
tragedia de 1.200 millones de personas que sobreviven con un dólar
diario y acabaría con los padecimientos de miles de millones que
carecen de agua potable, una vivienda digna y niveles mínimos de
educación. Son los millonarios del imperio contra los nuevos
condenados de la tierra de Frantz Fanon.

El presidente brasileño, Lula, advertía en vísperas de la Asamblea
de las Naciones Unidas que los mágicos 50 mil millones equivalían
a "dos meses de los subsidios agrícolas concedidos por los países
desarrollados y a sólo tres semanas de lo que el mundo gasta en
armamento''. Se necesitan con urgencia pero no aparecen.

Motivados por Lula y sus colegas de Chile, Francia y España, 133
países suscribieron el 21 de septiembre, en Nueva York, la
Declaración de la Cumbre contra el Hambre y la Pobreza. Con tono
admonitorio afirmaban que "el mayor escándalo no es que exista la
hambruna, sino que persista cuando se dispone de los medios para
eliminarla".

Tres días después, al conocerse el anticipo de las lista de Forbes
que se publicará completa el 11 de octubre, esas palabras suenan
terribles, como aquellos latigazos de Jesús expulsando a los
mercaderes del templo. En el año 2003, el exclusivo club de los
estadounidenses que tenían más de 1.000 millones de dólares contaba
con 222 "socios". Hoy son 313 miembros.

No es lo único que aumenta en Estados Unidos. También crece el
número de pobres. Según CNN, en ese mismo año 2003, unos 36 millones
estaban en ese rango, es decir 12,5 por ciento más que en el 2002.

Con razón, al comenzar el siglo XXI, el profesor de economía de
Princeton, Paul Krugman observaba con pesimismo que la distribución
de la riqueza en su país, en las últimas tres décadas, había
retrocedido a niveles de los años veinte. "En 1970 -se lamentaba- el
máximo responsable de una empresa cobraba 40 veces el salario medio
de un trabajador y en el año 2000 cobra mil veces más. En los
últimos 20 años la renta en Estados Unidos creció el 30%, pero en
las familias de clase media la renta solo ha subido un 10%"

Primera conclusión, la desigualdad no es sólo un problema norte-sur,
también es un problema en el interior de las sociedades opulentas
del norte. Inequidad que se irá agravando si, como pronostica el
economista egipcio Samir Amin, estamos ingresando en la etapa
del "capitalismo senil".

Mientras se avecina el cataclismo, la fortuna de Bill Gates supera
las reservas internacionales de los cinco países de la Comunidad
Andina -Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela- que en
conjunto ascienden a 41.176 millones de dólares. Representa el doble
del PIB de Ecuador (23.912 millones de dólares) o aproximadamente la
mitad del PIB de Chile (93.347 millones de dólares).

Los cinco miembros de la familia Walton, propietarios de los
gigantescos supermecados Wal Mart tienen una riqueza estimada en 90
mil millones de dólares. Su compañía encabezó la lista de las
empresas más grandes del mundo, según la revista Fortune de julio
del 2004, con un volumen de ventas de 260 mil millones de dólares,
superior al PIB de 36 millones de argentinos.

La segunda conclusión es preocupante. Como consecuencia del fenómeno
de la globalización, el Estado pierde terreno. Se torna raquítico e
impotente frente a las dimensiones y ganancias avasallantes de las
empresas que terminan imponiendo sus reglas de juego. George Soros
tumbó la libra esterlina. La retirada de una transnacional puede
desestabilizar un gobierno.

Otras comparaciones son aún más odiosas. Si se suma la fortuna de
Gates, sus famosos 48.000 millones, y la de su ex socio y cofundador
de Microsoft, Paul Allen, estimada en 20.000 millones, se obtiene
una cifra equivalente al total de la Ayuda Oficial al Desarrollo
(68.500 millones de dólares) otorgada por los países
industrializados a todas las naciones en desarrollo, durante el año
2003.

Para mayor indignación, el tema puede mirarse desde otra
perspectiva. Las riquezas acumuladas por Gates y Allen son mayores
que los 65.000 millones de dólares que perdieron los países en el
2003, a raíz de las 700 catástrofes ocurridas a lo ancho y largo del
planeta, con un horrible saldo de 75.000 muertes, según cifras de
Naciones Unidas.

Los ejemplos abundan. Algunos suenan hasta estrafalarios. Las
fortunas de dos gigantes de la informática -Michael Dell, de las
computadoras Dell (14.200 millones de dólares) y Lawrence Ellison,
de Oracle (13.700 millones)- equivalen nada menos que al total de
los 30 mil millones de dólares anuales que envían, como remesas a
sus familiares, los 10 millones de latinoamericanos que viven en
Estados Unidos.

La tercera conclusión es que el mundo se está tornando cada vez más
desigual hasta alcanzar niveles casi degradantes de la condición
humana. Para decirlo en palabras del periodista Ignacio
Ramonet:"Nunca los amos de la Tierra han sido tan poco numerosos, ni
tan potentes". Lamentablemente América Latina ostenta el récord de
desigualdad, superando a Europa del Este y a gran parte de Asia. La
CEPAL denuncia que, en varios países de nuestra región, el 10% de
los más ricos recibe un ingreso medio 20 veces superior al del 40
por ciento más pobre.

Contrariamente a las tesis neoliberales sobre el supuesto "goteo"
del crecimiento económico hacia las capas mayoritarias y carenciadas
de la población, las estadísticas demuestran que América Latina es
una fábrica de pobres. La única riqueza que aumenta es la que se
concentra en pocas manos.

Un estudio del Banco Mundial, difundido en mayo, confirma que "el
10% más rico de los individuos recibe entre el 40% y 47% del ingreso
total en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas, mientras
que el 20% más pobre solo recibe entre el 2% y el 4% de los
ingresos".

Nuevamente la revista Forbes señala con un guiño hacia adonde
dirigir las pistas de tanta inequidad. A principios de octubre del
3003, reveló una misteriosa reunión de lo que bautizó como el "clan
secreto de Carlos Slim", el poderoso empresario mexicano que
encabeza la lista de las fortunas latinoamericanas con unos 7.500
millones de dólares.

El encuentro en un paradisíaco lugar mexicano congregó durante tres
días a la treintena de hombres de negocios más acaudalados de
América Latina para analizar "las perspectivas de la región". Poco
trascendió de lo acordado, más allá de unas retóricas preocupaciones
por "la cuestión social" y un voraz interés por los suculentos
contratos de que se desprenderán de la Iniciativa para la
Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IRSA)

De la mano de Forbes se conocieron, en cambio, más datos sobre la
riqueza de los millonarios latinoamericanos. En el año 2003,
solamente las 22 personas más ricas de la región tenían un
patrimonio conjunto de 47.000 millones de dólares (1.000 millones
menos que Bill Gates) que representaba el 4 por ciento de las
fortunas mundiales. Con cinismo, podría afirmarse que nuestros ricos
se asemejan a la "cola de ratón del león".

Pero su poderío se agiganta hasta tornarse omnipresente, contrastado
con el 44 por ciento de los habitantes de esta región cada vez más
miserable -nada menos que 227 millones de latinoamericanos- que
viven bajo la línea de pobreza o los 102 millones de indigentes.

El sociólogo chileno Manuel Antonio Garrentón advertía que uno de
los principales problemas que afronta América Latina es el aumento
de la pobreza y el nuevo tipo de exclusión que divide entre los que
están dentro y los que "quedan fuera", aludiendo al mundo rural, los
indígenas, el sector informal, los desocupados y quienes tienen un
empleo precario. Esa masa de excluidos, decía con espanto, "son
vistos como innecesarios y parecen sobrar" .

¿Cuánto tiempo podrá mantenerse la tensión entre los poquísimos
ricos que tienen mucho y los muchos pobres que carecen de todo? La
ecuación contiene demasiada violencia para ser tolerable.
Parafraseando la frase de Pascal podría afirmarse que "no pudiendo
hacer fuerte lo que es justo, se ha hecho justo lo que es.
terrible ".

Artículo de www.profesionalespcm.org
Nombre: -  (01/10/2004) E-mail: -
 

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