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Tiempos de confusión...

(1840)

REFLEXIONES... ANTE LAS ELECCIONES EN USA.
Vivimos tiempos críticos, pero además confusos. Puede que sea un tópico ya sin interés.

Pero si no por insistir en una obviedad nos libramos de sus efectos cegadores, sí protestando por lo catastrófico de una propensión insana rentabilizada por los más despiertos pero desaprensivos, quizá podamos protegernos de ellos...

El caso es que se han ido dejando atrás pautas y guías morales sin haberlas ido sustituyendo por otras. No hay referencias aquietadoras, sino síntomas inquietantes.

Un niño a duras penas sabría decirnos qué es el bien, pero tampoco creo que lo tengan muy claro sus padres.

Por eso ¿qué podrán enseñarle?
Sabe cuál es "su" bien como cada cual sabe cuál es el suyo, pero ignora qué es el bien en sentido absoluto. Y dudo también que la mayor parte de los que pertenecen a las clases dirigentes lo sepan, y mucho menos que crean que el bien común sea lo que debe primar sobre todo lo demás. Lo he recordado otras veces.

Lo refiere Montesquieu en uno de sus ensayos. Refiere el caso de aquel senador de la antigua Grecia que salió del Senado dando saltos de alegría porque habían elegido a otro ciudadano con más merecimientos que él.

Aunque sea una alegoría, aunque sea un modo de fabular, a cualquiera se le caería la cara de vergüenza hoy día si se viera en el trance de tener que confesar por qué está en la Política...

Se ha enseñoreado la anomia; vivimos tiempos sin normas a pesar de haber tantas y de legislarse tanto.

Se imponen pero no se las imprime de la fuerza moral imprescindible para asumirlas los destinatarios con la necesaria convicción positiva, quizá por lo que decía: el concepto de bien común está siendo desplazado violentamente por el “bien privado”, o quizá más propiamente por el de “bien común privatizado”.

Algunos políticos se afanan denodadamente en restablecer algo de claridad, calma y la convivencia en paz en buena parte perdidas de un tiempo a esta parte. Mientras que otros, como los administradores estadounidenses y sus compinches, no tienen en la cabeza otra cosa que guerra, avasallamiento y aniquilación.

Ya venía el mundo occidental en general, y España y Estados Unidos en particular, dando muestras de una preferencia muy marcada y extendida por la mediocridad frente a la brillantez, por la ramplonería frente al matiz, por lo grosero frente a lo noble, por la vulgaridad frente a la distinción, por la mentecatez frente a la inteligencia...

Y es así como se fue preparando el final infeliz en el que acaba el despropósito emborronando el arte y la mentira burda la diplomacia: la fuerza venciendo a la razón. Ese fue siempre el proceso...

Empezaron a manifestarse en la política esas preferencias cuando se otorgó una confianza, un cheque en blanco al portador, a tres chalanes; dos a este lado y el otro al otro lado del Atlántico.

Tipos con labia de baja intensidad y escasas circunvalaciones cerebrales: las pocas que suelen tener los que sólo tratan de favorecerse a sí mismos y a los aduladores; las pocas tienen los que reaccionan desmedidamente frente a cualquier mínimo contratiempo; los mismos que se creen dueños y señores de la grey humana que mangonean, como así lo cree el maltratador doméstico...

Los gestos esforzados dirigidos a la concordia y a la armonía por parte de quienes no se han apartado del "buen camino", sólo los valoran esos políticastros aficionados en tanto puedan darles voluntariosamente alguna dosis de razón, no en cuanto que procuran y ofrecen civilizadamente el compromiso.

En otro orden de cosas quizá de menor enjundia en la sociedad, no hay más que echar un vistazo a la televisión y al cine de importación que es casi todo. A conceptos y palabras que fueron referentes sólidos como las estrellas fijas -los ideales- no les queda ya mas que un valor residual y prácticamente anacrónico.

Los usan algunos pragmatistas en su sentido estricto y tradicional sólo para pasar mejor por moderados o neo-salvadores del fetiche de la seguridad, pero no tienen fe alguna en sus significados ni en su misión última redentora.

Todo esta confundido: amor y sexo, amistad y amiguismo, belleza y fealdad, bien y mal. El Mal se sitúa ahora en el Islam, fundamentalista o no, y el Bien, en apropiarse de lo ajeno si se está provisto de poder político, económico y armamento, etc. etc.

Los absolutos han desaparecido como por arte de ensalmo o se han ido desdibujando poco a poco.

La palabra amor, por ejemplo, ya no tiene interés como sentimiento asociado a generosidad. Ha sido sustituida por sexo. La abnegación no lo tiene como decisión moral que sacrifica disposiciones propias para facilitar las ajenas.

La amistad ya ni se menciona sustituida por otros significantes pendientes de definición pero que sugieren algo pasajero u ocasional que nada promete ni compromete.

El otro día un político se lamentaba de algo sucedido entre sus correligionarios, y lo calificaba de "poco edificante". ¿Como se atreverá a emplear esa palabra, si es que sabe lo que significa, quien jaleó y celebró la invasión de dos pobres países por una superpotencia sin otro propósito que saquearles con excusas?

Pero lo cierto es que de la confusión siempre sacan partido los descuideros, los ventajistas, los astutos y los malvados. Es lo que está sucediendo hoy día, como nunca sucedió. O no sucedió con las mismas consecuencias devastadoras y generalizadoras...

No soy en modo alguno de los que mitifican el academicismo. Es más, desconfío de toda actividad académica.

Para mí el axioma de Emerson según el cual los buenos libros sustituyen a la mejor universidad, sigue vigente. Y sigo convencido de que se puede ser un extraordinario jurista, historiador, filólogo o filósofo sin haber pasado por la universidad ni siquiera el instituto.

Por muy provechosa que pueda ser la actividad académica para los talentos medianos, la encuentro incluso contraproducente para los espíritus creativos.

Pero es que la creatividad, aún la más independiente, parece haberse agotado como consecuencia indirecta de esa misma confusión de la que se ha adueñado la atmósfera occidental. Lo chocante es que la sociedad no parece acusarlo especialmente. Le parece “normal” convivir con ella. Se está acostumbrando...

Si el principio de todos los códigos occidentales: "la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento" fue siempre un sarcasmo, una ofensa a las clases más desfavorecidas, hoy, más que nunca, la confusión entre lo recto y lo desviado, lo correcto y lo incorrecto, lo normal y lo extravagante, lo justo y lo injusto eleva a ese precepto a la categoría de una fatwa, un decreto, en manos de policías y contramaestres que pueden perjudicarnos arbitraria y caprichosamente.

Tal es la perplejidad y la dificultad para distinguir entre el bien y el mal, que no será difícil sorprendernos a nosotros mismos preguntándonos al ver un uniforme si habremos hecho algo perseguible; sobre todo si en medio de los avatares de la vida no tenemos ningún padrino.

Pedía Confucio a Dios que le enseñara a distinguir cuándo no debía intentar cambiar las cosas y cuándo debía intentarlo. Dios hoy le hubiera respondido que ni El mismo lo sabe...

El caso es que si gana Bush, no será la mediocridad renovada y sobreexcitada lo que sobrevenga. El diablo no está en el infierno que no existe. La Bestia proseguirá su reinado sobre la tierra. Más o menos eso es lo que dice la Biblia...

Jaime Richart.
richart@telefonica.net
* Todos los artículos alojados por este autor, en Ibérica 2000... (Enlaces...)

Insertado por: Jaime Richart (15/10/2004)
Fuente/Autor: Jaime Richart.
 

          


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