Zapatero, un estadista en ciernes |
(1845) |
OPINIONES... |
Ni milito en el PSOE, ni nunca milité en ese ni en ningún otro partido. Lo aclaro para aventar sospechas; para que no se vea a través de mis palabras una debilidad o una predisposición ideológica. Además, una cosa sería ser o pasar por socialista y otra muy distinta profesar el pesoísmo... |
El caso es que el presidente Zapatero, sus ideas políticas y su política práctica en correspondencia con ellas, hasta hoy, me parecen objetivamente irreprochables. Creo que así le parecerá a todo aquél que no prefiera el maquiavelismo ni la violentación moral —y menos claro está la física— como método político.
Después de tres cuatro años angustiosos, manejados por unos políticos que evocaban constantemente más a los componentes de una banda de facinerosos que a unos servidores del bien común, la figura del actual Zapatero —con independencia de los reparos o ascos que pueda hacerse a toda política convertida en praxis-—, está en el buen camino.
Está, sobre todo, devolviendo al lenguaje la dignidad perdida; haciendo todo lo posible para que haya correspondencia entre el significante, el significado asignado en los diccionarios a las ideas y al sentido más excelso de cada significado. Está devolviendo su inteligibilidad a palabras como equilibrio, justicia, nobleza, compromiso, lealtad, sensatez, concordia, paz, integridad, incluso la palabra Europa. Todas ellas semiprostituidas en aquella otra boca que nos causaba tanta repugnancia; una repugnancia más que personal o política, metafísica...
Está devolviendo, además, dignidad al espíritu de "la españolidad"; eso que han hecho odiar dictadores y ultracentralistas; ese espíritu tan maltratado en los últimos tiempos al que sin duda ahora habrá de ofrecer mucha menos resistencia el otro espíritu, el espíritu centrífugo que se exacervaba por momentos en la periferia y que ahora se aquieta por el arte de tratarlo Zapatero....
Zapatero no sólo parece un hombre bueno e inteligente. Es coherente, se esfuerza en la coherencia y está dando muestras de ello en cuantas ocasiones se presentan.
Una coherencia que se ve palpablemente es eje esencial de su talante y de su preocupación. Sus errores no empañarán ya, seguro, la buena estrella con la que ha empezado a gobernar. A esa estrella ayuda su entereza y flexibilidad.
Virtudes que brillaron por su ausencia en su predecesor. Un predecesor que llamaba firmeza a su desprecio por la mayoría de españoles que se opusieron a la invasión de Irak, y conciencia a lo que justamente, de acuerdo con una formación básica occidental, la traicionaba.
El caso es que a Zapatero se lo ha puesto muy fácil el inquilino anterior de la Moncloa. Bastará que se ajuste al guión. Tan malamente se condujo su predecesor, que a poco que se aplique Zapatero todo el mundo podrá apreciar la notable diferencia que hay entre la voluntad de rectitud y el oportunismo asociado a la golfería institucional.
Zapatero tiene ocasión de pasar a la Historia no como un político más, sino como un gran estadista. Y ni qué decir tiene que un estadista es aquel político que no sólo piensa en su generación —y no se diga en sí mismo, en sus correligionarios y en su lucimiento personal—, sino también y sobre todo en las siguientes generaciones...
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por: Jaime Richart (17/10/2004) |
Fuente/Autor:
Una recopilación de Jaime Richart. |
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