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¿Dónde estaban hace años cuando debieran haber comenzado a alertar sobre lo que se avecinaba; cuando, en lugar de atronar a gobiernos, a industrias y a ciudadanos con los negros vaticinios de la Ciencia no cómplice del progreso bajo sospecha, se dejaban ir, como hacen siempre hasta que ven las orejas al lobo?

Y si en relación a esto en algo se esforzaban, era para extender cortinas de humo con engañosos optimismos y no menoscabar los monstruosos intereses de la industria mundial, de los gobiernos y de la superestructura económica del tinglado occidental. Aquí tenemos ahora las consecuencias de sus insufribles y sempiternos conchavamientos.

También ellos son culpables por auxiliar al crimen. Pero ahora empieza el crujir de dientes. Porque ahora, cuando tiene muy mal remedio, ya no es posible mantener por más tiempo el secreto. Sin embargo ahora su alarma, la de los medios, ya sirve de bien poco...

Siguiendo como hasta ahora, causaremos pronto la extinción de 16.000 especies animales y 60.000 vegetales. El 70% de los fármacos actuales, por ejemplo, no son el producto de la tecnología farmacéutica, sino de la naturaleza. Para qué seguir...

Lo saben y lo sabemos todos ya perfectamente. Pero como no nos dejan vivir y día a día nos van acortando un poco más toda esperanza, recrudeceremos el sermón para contestar al suyo silencioso; para condenar una vez más el pecado nefando de los dioses modernos: esos semidioses para quienes se acuñó, y sólo para ellos, la palabra “bestia”...

Construir precisa de mucho. Destruir, de muy poco. Para un atentado basta una carga explosiva y un solo individuo que la active. Se puede reducir a la nada a una ciudad de cinco millones de habitantes en unas horas con una atómica de potencia media, un avión y un piloto que abra la escotilla. Millones de años fueron necesarios para formar diez toneladas de crudo: se liquidan en una sola sesión de Formula1...

Unos pocos, necios, sordos y ciegos, de generación en generación, en estos últimos 50 años, son los causantes del terrorismo climático. Ellos, los de la industria del coche los primeros, los de la madera y el papel después, y los que levantan construcciones destinadas al vacío son los culpables engolados de lo que ya tiene mal remedio porque además se niegan a dar marcha atrás. Es más, arredran.

Consentidos por los gobiernos de las naciones unas veces, azuzados por ellos mismos otras, y participando el propio gobierno en la orgía últimamente a través de la doctrina reciente de la neoeconomía aplicada a la política mordazmente “conservadora” neoliberal, ellos son los verdaderos terroristas para la vida en todas direcciones...

Por cierto, ¿alguien ha oído al Vaticano amonestarles por la amenaza que ha representado siempre su voracidad y absoluta falta de escrúpulo, sabiendo como sabe que ellos son los auténticos terroristas climáticos?...

Pues sobre todos ellos debiera lanzarse la humanidad para arrojarles al infierno y poner fin a la agonía a que están sometiendo a la madre Tierra.

La salvación de la vida sobre ella, sólo está en la deconstrucción. Sólo con el desmantelamiento controlado pero acelerado de una civilización tan voluptuosamente pueril y monstruosa como ésta nuestra occidental, podríamos acariciar un decoroso y suave regreso a la caverna para poder volver a empezar...

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