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Escribo sobre lo que no sé...

(2335)

YO AQUÍ, EN LAS WEBS, CASI POR NORMA, SÓLO ESCRIBO SOBRE LO QUE NO SÉ.
Lo que sé es tan poco y son tantos que aparentan saber mucho, que poco puedo añadir.

Por eso en general he de reconocer que escribo sobre lo que no sé o apenas sé. Pero lo hago con la intención y la esperanza de construir ideas lógicas que aplaquen la inseguridad psicológica resultante de saberse uno sometido a la mentira y a la manipulación instituídas. Pues la mentira y la manipulación son los rasgos sociopolíticos que distinguen a estas sociedades cien por cien metalizadas por encima de toda otra consideración. Sobre todo la república que arrastra al resto del mundo y cuyas estructuras se levantan sobre cimientos podridos de imposturas. Esa donde los medios, desde sus comienzos, no sólo las divulgan: también son sus propulsores. Esa democracia artificial, falsa por sus imposibles proporciones demográficas; esa ramera; ésa, la “democracia mediática” por antonomasia...


Imágen de Luis Sebastián, para Ibérica 2000... (Enlace...)

Así pues, desde la plataforma de las meras impresiones, desde la desconfianza, desde la sospecha, desde la certeza de que detrás de lo que conocemos o creemos conocer porque nos han hecho el “don” de permitirnos conocer se esconde siempre otra realidad, empieza mi prospección mental. La realidad oficial, la externa, la cáscara, el envoltorio de los sucesos en un sistema donde la prestidigitación manejando la mentira es el arma principal del poderoso para hacerse uno de sus dueños, apenas me interesa. Lo que sé es que la “verdad” es siempre la otra; la trama que demandan el sentido común y la lógica del intelecto cuando, como en las novelas policíacas, no encajan en la cabeza del investigador las coartadas de todos los villanos de la obra.

Sabemos que la verdadera verdad se esconde siempre detrás de la envuelta en celofán. No es nuevo. Siempre fue así...

Pero esto no ocurre sólo en los asuntos graves del día a día, de la información social, de la política, de la economía... También en los asuntos de la Ciencia, de la Historia, de la Medicina, de la Farmacopea, de la Física o de la Astronomía. Es decir, en el saber todo. Todo lo que nos es revelado ha debido pasar antes por el filtro de lo que "conviene" y lo que "no conviene" que sepamos. Se nos da cuenta de las cosas por lo que conviene, no por cómo son. Los censores y los autocensores son incontables, y legiones quienes sostienen la carpa del circo. Los mismos libros de texto están elaborados con similares ingredientes y el mismo espíritu escamoteador. Por eso a nadie extrañe que uno acabe absolutamente radical. En política y en todo...

No sé si será cuestión de edad, pero recuerdo perfectamente este mismo recelo con veinte años menos. Pero esa permanente desconfianza que, sin pretenderlo, nos han inoculado los resortes de todos los Poderes es clave para lo que quiero significar aquí. Pues reconstruir para uno mismo, antes, y hoy publicando en las webs la realidad, mi realidad, a base del cálculo de probabilidades de cada cosa es lo que hace del acto de escribir una tarea apasionante en ocasiones y exasperante en otras. Incluso me atrevo a decir que también la desconfianza ciega —como otrora fue el trasunto de la virginidad femenina y más tarde la fidelidad— es motor y leit motiv a un tiempo para quien se dedica a la literatura convencional en Occidente. Pues todos los sentimientos y los enredos gracias a cuya pericia literaria nos mantiene enfrascados en su libro el autor, tienen mucho que ver con la urdimbre de los engaños y con la lucha permanente entre las gentes de buena fe y las que abusan de ella. Raro es el crimen que no va precedido de una impostura grave y sostenida. Rara vez urdida con fineza; casi siempre burda y carente de la lógica más elemental. Pero a todos los responsables, en cada ámbito de su competencia, les da igual. El material con que se trabaja es, en la inmensa mayoría de los casos, el esparto.

En las dictaduras todo se oculta, todo es opaco, nada se sabe. Apenas algún rumor. Pero en las democracias mediáticas, pareciendo que se sabe todo, todo es mentira, confusión, ruido, contradicción, aturdimiento deliberado para que no nos enteremos de nada. ¿Cómo, si no, mintiendo al pueblo, puede uno imaginar que un país civilizado lleve a otros países guerras tan moralmente injustificadas e ignominiosas? Se nos cuenta ahora que en Vietnam, a lo largo de cinco años. murieron 3 millones de sus habitantes y 58.000 soldados estadounidenses. ¿Cuántos iraquíes han muerto en esta ocupación infame al lado de los 1.500 “propios”? Nadie lo sabe... Se habla de más de cien mil. Yo creo que son varios centenares de miles. Pero para publicar la cifra de los muertos “enemigos” en Vietnam, el mundo ha tenido que esperar treinta años. ¿Tendrán que pasar otros tantos para conocer la vergüenza, es decir, la cifra real de los muertos en Irak y en Afganistán?

Pero en todo caso, la mejor manera de despejar lo nebuloso, lo vidrioso, los confuso es ordenar por separado los componentes del conglomerado situado en el pensamiento propiamente dicho sobre la cuestión que se nos ofrezca. Porque el conglomerado, a su vez, está compuesto a menudo de ideas contrapuestas. Ellos, Poder y medios, fabrican siempre sus tesis. Como no confiamos en absoluto porque estamos ya hartos y escarmentados, nosotros nos vemos obligados luego a fabricar nuestras antítesis. Y desde aquí, llegamos a la síntesis. Nos atrae la intriga, y la incertidumbre nos divierte manteniéndonos a la expectativa. Pero no por mucho tiempo. Pronto la pura intuición nos facilita la conjetura más correcta: hay muy pocas variantes en lo que sucede en la sociedad y en lo que en ella cada cosa es. Pues a las verdades de la sociedad se llega muy pronto: se repiten una y otra vez. A las de la Naturaleza nunca enteramente, pues la Naturaleza sorprende por sistema. La desconfianza hacia los pronunciamientos de las Ciencias simplemente nos hace mantenernos precavidos y escépticos frente a ellos. Y tratándose de la Medicina o de la Farmacopea, lo que hace nuestro recelo es reforzar la resolución de acudir al médico sólo en ambulancia....

Además, por si fuera poco, está muy claro que los "descubrimientos" oficiales nos los dosifican. La difusión viene ya desde el principio planificada. Así es que a nosotros lo único que nos cabe hacer es desmenuzar, despiezar lo dado; adivinar la secuencia de lo que vamos observando y sacar nuestra propia consecuencia. Y esto es lo que puede ser una prueba excitante para los que escribimos sin otro fin que el escribir en sí mismo. Para los que escribimos como quien pinta un cuadro o compone una pieza musical —guste o no guste a los demás— por el mero placer de pintarlo o de componerla; para quienes escribimos pensando que si nuestro escrito ayuda a pensar un poco a alguien, será sólo un efecto "colateral", pues lo principal era lograr, siquiera parcialmente, un cierto orden mental sobre los hechos y despejar lo que suscitó en nosotros los interrogantes. Para eso iniciamos la hazaña de escribirlo...

En suma, hacer un planteamiento de lo detectado como problema, hacer problema de lo no detectado como problema por los demás, o intentar resolver personalmente el problema después de planteado, es la cuestión que cada día nos acucia. Y todo desde la libertad de pensamiento plena. Téngase además en cuenta que la resolución de un problema empieza con un buen planteamiento; del mismo modo que la curación posible de una enfermedad empieza a partir del diagnóstico acertado. A "planteamientos" simplemente me dedico. Muy poco, a juicios de valor.

En cambio, escribir sobre lo que sabemos realmente tiene una bien distinta finalidad. Quien escribe sobre lo que "sabe", lo hace para informar, para enseñar o para adiestrar. Aunque también, de nuevo —lo siento—, para engañar...

Pero el asunto pedagógico es un jardín en el que en este momento no me meto. Es muy peliagudo y exige tratamiento aparte. Los criterios, sistemas y concepciones del cómo transmitir conocimientos llenan bibliotecas enteras.

Lo que quiero dejar bien sentado aquí es que yo no pretendo, ni jamás he pretendido, hacer pedagogía. Ni siquiera con mi larga prole. Pues en este asunto he creído siempre que sería suficiente dar ejemplo. He creído que de un buen ejemplo es de donde se obtienen las mejores referencias y los mejores resultados. Y puedo decir que, en mi caso el método ha funcionado a satisfacción, pues ni yo ni mis descendientes vivimos infelices (salvo por la percepción del desvencijamiento de esta sociedad y de la Naturaleza, sobre los que con tristeza o irritación escribo). Y yo, nunca pretendí otra cosa que evitarles la infelicidad sin que tuviesen que perder para ello la consciencia ni renunciar a una robusta personalidad...

* Todos los artículos alojados por este mismo autor, en Ibérica 2000... (A numerosos enlaces...)

Insertado por: Jaime Richart (01/05/2005)
Fuente/Autor: Jaime Richart.
 

          


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Comentarios

Me gusta tu reflexión, puedo ver en tí el lado sensible de las cosas.DAR EJEMPLO creo que esa es la clave,y desde luego no cambies esa robusta personalidad que nos hace falta para enterarnos de cosas tan útiles como las que escribes.Mas allá de que estemos de acuerdo o no con ellas.Un cordial saludo de esta amiga de la casa de Iberica 2000
Nombre: Stella  (02/05/2005) E-mail: stellagyurkovits@latinmail.com
 
Totalmente de acuerdo... Al escribir, algunos intentamos ordenar o descubrir los secretos y las trampas que nos rodean y nos inquietan.
Nombre: Antonio Marín Segovia  (03/05/2005) E-mail: -
 

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