Virilidad y feminidad |
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TOLERANCIA... |
Este es un asunto -como quizá todos- que lo mismo se puede tratar con toda la complejidad del análisis en profundidad, que con absoluta simplicidad. |
Por eso mismo, al lado de despropósitos y procacidad a espuertas hay tratados, volúmenes, bibliotecas enteras para desmenuzar la psicología, el comportamiento y la entidad u ontología de hombres y mujeres en los aspectos que implican a toda la personalidad, incluido, claro está, el sexual.
Por eso no voy a meterme a intérprete ante ese muro que representa el magma del superentendido. Me aniquilaría si me atreviera a debatir el tema con él. Pensaría inmediatamente que yo pretendía llevarle la contraria o que mis ideas estaban trasnochadas. Mejor dicho, superadas, como se dice ahora al hablar de un medicamento aunque la naturaleza humana no ha cambiado; pues sigue siendo cierto que el más pacífico puede convertirse al pronto en predador...
Me limito aquí a dar una exigua pincelada, que para más de una o de uno podrá ser eventualmente un mal brochazo, sobre qué es en mi consideración virilidad y feminidad, cualidades que resultan de la escisión andrógina...
Pero no se me negará que, en España al menos, hay una tendencia muy marcada a considerar la índole sexual solo desde el punto de vista funcional.
No se negará que “todo” comentario, explícito o de pasada, tiende a suprimir los rasgos específicos biológicos de los sexos orillando el efecto ineluctable que causan la testosterona y los estrógenos en el macho y en la hembra. El axioma es claro: “sólo hay personas”.
Según esta tesis, el efecto que causen en la psicología individual ambas hormonas es mucho menor que el flujo y reflujo cultural heredados y ampliamente contestados por la libertad política y moral “ganadas” por las democracias en las que hay tanto explotador de la una y de la otra.
Sea como fuere en esto, la androginia es la “tesis” oficial. Y la tesis es: unos están para concebir, otros para inseminar y otros, en ese sentido, para simplemente existir y disfrutar. Todo funcionalidad pura. No hay matices individuales más que en lo formal, en el mayor o menor tamaño del pene y en la mayor o menor receptividad de la vagina. En todo lo demás hay un afán irresistible en suprimir la diferencia de tacto y sensibilidad entre la mujer y el hombre. ¡Qué lástima...!
No interesan mucho los matices, ni el estilo, reducido éste a un estereotipo más de los varios asociados a la “moda mental” y a la presión del feminismo en este país. Y ello pese a que los matices son indispensables para reconocerse cada cual a sí mismo y para no perder la noción de la identidad propia y de paso no perder el sentido de la realidad en su máxima amplitud. Y los matices tienen mucho que ver con virilidad y feminidad: no estoy dispuesto a transigir.
Sin embargo, siendo “real” e incontestable que las dosis en la combinación de estrógenos y testosterona en cada cual determinaría el grado de mayor o menor potencia reproductora del macho y de mayor o menor fertilidad de la hembra, por un lado; siendo iguales en derechos hombre y mujer, y estando, por otro, establecidas las diferencias sociales sólo por la capacidad para servir en y a la sociedad... capitalista (sociedad, por cierto, tan ávida en España de semejante equiparación hasta el punto de arrollar toda originalidad, toda excelencia), todo lo demás está supeditado al axioma y al interés de ese “sólo hay personas”...
Sí, hay sólo personas, pero invito a superar entre todos las diferencias y distancias imaginarias o reales, a limar asperezas y a iniciar una tregua en la guerra de los sexos concluyendo que tanto la mujer -la hembra- como el hombre -el macho- no alcanzan su absoluta plenitud hasta que, ante lo sublime, no han sido capaces de llorar. Aquí, en ese punto y momento emocional es cuando sólo cobra realismo y autenticidad la androginia por la que esta sociedad tanto trabaja...
* A todos los artículos alojados por Jaime Richart, en Ibérica 2000... (Enlaces...)
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por: Jaime Richart (30/08/2006) |
Fuente/Autor:
Jaime Richart |
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