Enmienda a la totalidad |
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DESCOMPOSICIÓN DE LA SOCIEDAD CAPITALISTA Y EN ESPECIAL LA ESPAÑOLA... |
--Ya que no podemos remediar nada de lo que sucede en ella, algunos nos dedicamos a bucear en las turbias aguas que discurren bajo la sociedad capitalista, para sacar a flote sus miserias. Nuestra enmienda va dirigida a la totalidad, no sólo a porciones de ella. |
Si hubiese alguna parcela institucional o estructural honesta, quizá mereciese la pena defender el sistema. Pero el nivel de descomposición de la sociedad capitalista y en especial la española cuya gangrena a duras penas puede contener el partido en el gobierno, es sobrecogedor. El otro partido mayoritario de España representa la corrupción en sí misma, y los dos partidos de la estadounidense, diferentes sólo en apariencia, representan además la plena decadencia de una sociedad vertebrada sobre el derecho a depredar.
Nada se salva a mi juicio en esta colectividad. Ni siquiera el desarrollo falsamente “sostenible”, humo de pajas y otro modo suave e hipócrita de contribuir a la depredación. Ni en el terreno organizativo, ni en el reparto de la riqueza ni en el del reconocimiento de la inteligencia, ni en la inteligencia colectiva en sí, dominada por grupos de poder sin rostro, hay otra cosa que fuerza motriz generadora de beneficios puntuales de todas clases, que nada tienen que ver con el merecimiento ni con el esfuerzo de los beneficiarios. En una palabra, no rige el bien común, que es desde la noche de los tiempos sociales el fin de la política, lo mismo que como premio a la buena voluntad se justifica el beneficio.
Ya hablé hace unos días de la crónica ausencia de los mejores. Me refiero a esos que prefieren no ostentar un cargo o responsabilidad ni siquiera transitoriamente, pues saben que al día siguiente de tomar posesión de su cargo se van a encontrar con el muro del poder de hecho que permanece siempre emboscado y en la sombra viendo pasar ante sí a los figurantes a lo largo de los lustros, y cuya resistencia no les va a ser posible vencer. Los héroes y las heroicidades sociales en esta clase de colectividades, auténticas ratoneras, son estériles. La única salida que tiene el individuo honesto e inteligente está en sustraerse a la tentación de representar a nadie ni a nada...
Y esto no sólo es aplicable a las responsabilidades políticas y mercantiles. En nuestras sociedades mediáticas la influencia pública del pensador, del artista, del escritor no deriva de la excelencia de su obra sino de su notoriedad. Y esa notoriedad, esos atributos asignados a menudo por poca cosa, por falsas o manipuladas aportaciones (Recuérdese con qué descaro un tal Mario Conde fue investido a sus poco más de 30 años de edad Doctor Honoris Causa -honor sagrado reservado a los sabios provectos- incluso antes de haber demostrado sus capacidad para la ingeniería fraudulenta como banquero) es lo que les lleva a opinar a muchos de todo, con tanta incompetencia como impunidad. Pues "hoy las intervenciones de los intelectuales no dependen de su compromiso ideológico, sino de las exigencias comerciales, editoriales y publicitarias del grupo en que estén integrados, que es quien decide los propósitos y modalidad de sus comparecencias" (Vidal-Beneyto).
Los verdaderamente inteligentes no se manifiestan o lo hacen muy ocasional y discretamente. Esperar que la inteligencia creativa se mida a navajeros virtuales, sería ya de por sí una necedad. De ahí que la verdadera emigre, se escabulla o se limite a subsistir aunque la obra producto de ella quede inédita...
Pero por eso mismos, los que poseemos una inteligencia media pero ni ostentamos cargos, ni estamos comprometidos con ideologías, ni pertenecemos a colectivos, ni hemos tenido jamás carnet, conformándonos con sintonías ocasionales con nuestros contertulios y lectores, no sólo tenemos derecho a opinar de todo. Tenemos la obligación de sacar a relucir la basura que asoma por las rendijas de esta sociedad podrida, empezando por los propios medios formidables responsables de muchas cosas graves pese a que otras menos graves las magnifiquen.
La cosmovisión de la sociedad opulenta no nos permite hacer apartijos, ni excepciones, ni concesiones a ninguna institución, dimensión, superestructura, corporación o profesión. Sólo podemos señalar puntuales esfuerzos personales y notables sacrificios, logros y celo por parte de personas aisladas que ejercen sin aparatosidad. Pero corporativa e institucionalmente, nada se salva. Todo pasa por el cedazo de la corrupción cada vez más extendida; corrupción que se expande como una plaga sin vacuna ni profilaxis, hasta que el sistema explote. El terrorismo esporádico, real o inventado, causa infintas menos víctimas que la corrupción. La diferencia, además, entre aquél y ésta es que en ésta son anónimas.
Por eso, que no esperen de nosotros vítores a nadie que no sean individuos que muestran superior inteligencia y sensibilidad sin escudarse en el grupo, clase o género en el que tantos brillan artificialmente.
Los mejores no participan del circo social escenificado sobre podredumbre. Lo único que puede consolarnos es que, mientras en los regímenes totalitarios y dictatoriales la porquería subyace oculta, en la democracia liberal española la corrupción es el menú, y en la estadounidense hace mucho que de la corrupción, entendida como el cohecho y la prevaricación por norma, ya se ha pasado a la absoluta perversión que es la propensión, justificación y alarde del crimen por el crimen.
01.10.06
Jaime Richart
Insertado
por: Jaime Richart (02/10/2006) |
Fuente/Autor:
-Jaime Richart |
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