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De hecho, la única posibilidad real y efectiva de juzgar los horrendos crímenes contra la humanidad y evitar la impunidad de los más grandes criminales de la historia, es acudir al principio de persecución universal de los delitos.

Está bien. En España la jurisdicción universal se materializa en el art. 23.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. Pero claro, choca frontalmente con la Realpolitik y es anulado por ella; papel mojado. Sólo deja de serlo cuando el reo a perseguir es un tirano asiático o africano. Pero si el justiciable es occidental, y en concreto estadounidense o israelí, ese principio de jurisdicción universal mueve a risa.

Buen ejemplo de ello fue la promesa a comienzos de este año de nuestro ministro de Asuntos Exteriores a su homóloga israelí, ante las acciones judiciales iniciadas por la muerte de civiles en Gaza. Las "buenas relaciones bilaterales" aducidas entonces por el ministro, primaron sobre el espíritu de la jurisdicción internacional. Entonces, pero es la norma en la práctica internacional.

Esta inadecuación entre la letra, el espíritu y la aplicación de la ley es crónica en Celtiberia. Por consiguiente no me llama la atención que lo sea también en esta materia. Lo que sí es novedoso es que habiendo por aquí tanta basura sin barrer, debajo de la alfombra o barrida a medias, incite la Ley Orgánica a los jueces instructores y a los tribunales españoes a rebuscar las inmundicias en extra muros.

Teniendo en cuenta que España debe ser el primer país del globo en el número de leyes, en el de burlas a la ley y el de burladores de postín, lo deseable serían dos superleyes: una que limite la avalancha de disposiciones destinadas a incumplirse, y otra que corrigiese y aun condenase las absoluciones, el archivo y los sobreseimientos de escándalo que tan en evidencia ponen a la justicia de este país.

* El control de los medios de comunicación (Enlace...)

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