Di, pregona y difunde |
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UNA ANTIGUA AMIGA |
-Di, pregona y difunde...todo y cada una de las imágenes de las que habéis sido testigos. Todo es tan maravilloso que, desde luego, no debe ser callado. Pero hazlo como si se tratase de un juego, es decir, ni mientas, ni siquiera describas la verdad, ni expliques, ni siquiera dialogues... Habrás de servirte de esta estratagema que jamás falla.
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Corría el año..., qué más da. Puede ser hoy, pudo ser ayer, y podrá ser mañana. Los niños siempre son niños, y debemos quererlos y respetarlos, pues son cosecha inigualable. Salió Oiluj- de 14 años de edad- a pasear por las inmediaciones de la casita de campo donde pasaba los fines de semana, en compañía de sus progenitores. Anduvo escoltado por su fiel perro “Naybet”, que le lamía en sus mejillas, como cuando se dan besos de caridad entre hermanos. Me tropecé con él, y le dije: “¿Adónde vas con tanta prisa, muchacho? Quizá, a disfrutar del campo en este día de asueto, tan hermoso, tan alegre...”. “Desde luego, señor Zepol. Usted ya sabe cómo disfruto de la naturaleza en compañía del chucho...”, me afirmo.
No habían pasado más de dos horas, cuando el simpático del muchacho regresó a la velocidad que le daban sus piernas, y, al parecer, sus miedos, dado el semblante de susto que presentaba su rostro. “¿Qué te sucede jovencito?”, le pregunté. “Verá usted, he bebido agua en la fuente de Nas Odnesor, y, a continuación, oí una voz como venida del cielo”, me contestó.
Dicha voz, me informó que “la felicidad no está en este mundo, sino en el otro”. Después, “Naybet” y yo caímos en un profundo sueño, y por nuestras mentes pasaron- al galope- cientos de personas encapuchadas, que portaban antorchas con mangos negros y pronunciaban la palabra “hambre”. Continuando diciendo: “Pan, pan para todos nuestros hermanos que sufren la más cruel de las enfermedades: hambre”.
Al poco, mi sueño o visión me llevó a una gran gruta donde se pronunciaron las siguientes invocaciones: “¡Señor, que vean!, ¡Señor, que oigan!, ¡Señor, que anden!...”.Al final, y entre humos y nieblas, surgieron gentes con rostros irreconocibles- ni vivos ni muertos-, que se zambulleron en enormes bañeras... Todos cantaban y alababan al “Dios de todas las religiones”.
“Así finalizó nuestra noche, la noche de las antorchas”, señor Zepol. “¿Cree usted, en verdad, que alguien admitirá nuestras extraordinarias vivencias? Me llamarán mentiroso, embustero, exagerado... Aunque poseo un positivo testigo: mi camarada Naybet”, me comentó. “Nadie propagará esos improperios contra ti y el can, muchachote”, le dije.
Di, pregona y difunde… todo y cada una de las imágenes de las que habéis sido testigos. Todo es tan maravilloso que, desde luego, no debe ser callado. Pero hazlo como si se tratase de un juego, es decir, ni mientas, ni siquiera describas la verdad, ni expliques, ni siquiera dialogues... Habrás de servirte de esta estratagema que jamás falla.
Coméntale a tu profesor que, a ser posible, os ponga una redacción pequeña- como deberes para casa-: un cuento. Pues bien, como tal narración tu imaginación tendrá rienda suelta para poder explayarse, y así, el mundo entero conocerá vuestra experiencia única e irrepetible. Hablad de vuestro cuento, nadie se lo creerá pero todos serán voceros del mismo, todos serán voceros de “La noche de las antorchas”. Será como un acto de amor hacia los que viven contemplando los horrores de la guerra, etc. Mas nunca jamás sin amor has de describirlo (hasta los pobres ''perros callejeros'' necesitan unas migajas de amor…para seguir viviendo).
Me encontré con una antigua amiga, quien me dijo: “Porque cuando apago la luz de la mesita de noche, al objeto de dormir unas pocas horas (con mi edad son pocas las horas de sueño que aprovecho…, tan sólo cinco o seis), mi cerebro que no duerme–y saliendo de la noche oscura de mis pensamientos, –entre sueños y ensueños, me habló–: a)De los peces mil colores; b)de la mujer asesinada por su pareja sentimental sin que nadie ponga solución efectiva a estas muertes violentas, y c) de la guerra que sacude los cinco continentes del Globo Terráqueo…”,
¡Ya me encuentro sola! De regreso, y cuando me hallo en mi casa, sobre la una de la madrugada, solamente escucho el ruido al paso de los últimos coches-sus ruedas.-. Doy dos vueltas al cerrojo de la puerta– ¡hay tantos ladrones hoy en día!–, y busco silencio–mi silencio– en mi soledad.
El día ha sido francamente penoso: hablar con amigos que no lo son, saludar a personas que casi no conozco, recomendar a ciertos jóvenes–tunantes por naturaleza–que se presentan a oposiciones del Estado (lo cual hice por mero compromiso, aunque no puse mucho interés en tales recomendaciones, y entiendo que resultarán ineficaces), escuchar mentiras que luego se convertirán en verdades.
Siento, a veces las pisadas de alguien que camina cerca de mí, y creo–ilusión pérdida–, que me están espiando, que saben –algo o todo– de mi cita que tuve ayer con la señorita… (por así llamarla), dado que está casada, con marido y escopeta, con escopeta y marido.
No tropecé con almas que amé– hombres y mujeres, compañeros míos–, porque habían fallecido. Y pensar que pude haber sido el último hombre/mujer sobre la tierra, si al salir por la mañana temprano la ciudad estuviera ya muerta…Y pensar que pude haber sido el último hombre/ mujer sobre la tierra…, sin llegar a tener el tiempo necesario para escribir mi último poema. ¡Día infeliz el por mí pasado!
La Coruña, 17 de enero de 2011 Copyright ©Mariano Cabrero es escritor
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por: Mariano (17/01/2011) |
Fuente/Autor:
-La Coruña( España )/ Mariano Cabrero Bárcena |
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