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ECOLOGÍA
El agotamiento de los recursos del planeta no es ya un asunto de “la Ecología”;
un avatar sólo para la sensibilidad ecológica.
Una casa con terreno se puede hermosear por dentro mediante arte decorativo o por fuera poniéndole un jardín. Pero si la casa amenaza ruina, la jardinería y la decoración, en tanto que habilidades humanas no nos servirán de nada: tendremos que recurrir a la arquitectura o a la gran ingeniería según el volumen de la construcción y la gravedad del mal. La jardinería y la decoración responden a una sensibilidad estética, pero la arquitectura en ese caso ya no lo es: es sencillamente una “necesidad” si queremos conservar la casa.
Lo mismo sucede con la Ecología, Ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio en que viven. También, rama de la sociología que estudia las relaciones entre los grupos humanos y su entorno físico y social. Un tratado que se afana, en definitiva, en cómo conservar la Naturaleza. Pero en todo caso puntualmente, caso por caso. No obstante, si la Naturaleza entera amenaza derrumbarse por los persistentes embates a que el ser humano la somete, entonces la Ecología por sí sola no sirve. Hay que recurrir a otra dimensión inteligente mucho más amplia que la Ecología, más cercana a la jardinería que a un método de fortificación. Hay que recurrir a otra arquitectura, a otro método seguramente todavía no inventado, para intentar reponer las cosas de la Naturaleza en su sitio en la medida de lo posible sabiendo que hemos de renunciar ya a una considerable parte de lo perdido. Eso, o consideramos a la Ecología como la primera Ciencia de la Humanidad cuyas inmediatas generaciones corren el peligro de sucumbir, de tener que limitarse a subsistir o de vivir rodeadas sólo de artificio y aspereza.
Hoy mismo -pero cada día lo son- se nos da la noticia de las atrocidades que se están cometiendo en lo poco que queda de Amazonas con talas tremebundas de maderas preciosas. Parte del género humano del primer mundo gusta de abrir puertas, ver frisos y pisar parquets hechos de cadáver; cadáveres de árboles que han tardado siglos en crecer, a cuya caza clandestina, furtiva o descarada otra parte se dedica a reducir tranquilamente para ellos...
Ecosistemas completos se sacrifican al coche que nos sepultará y a beneficios efímeros en comparación con todo lo irreversible. Bosques, glaciares, lagunas, humedales, corales, mares, cientos de miles de especies de animales y de plantas... todo agoniza o desaparece de un día para otro sin remisión, sin compasión, sin que ningún ser humano, por sí mismo o respaldado por ejércitos, sea capaz de contener la matanza a que se comete a la Naturaleza y de decir ¡basta!
Sí, porque si existiera alguna clase de guerra que hubiéramos de justificar éticamente en la época actual en la que una minúscula parte del género humano, enloquecida, no deja piedra sobre piedra, no sería la guerra fingidamente preventiva para robar a otros paises, sino la librada para defender a capa y espada un río, un bosque, un lago, un ecosistema o una colonia de buitres...
>> Autor: Jaime Richart (22/10/2005)
>> Fuente: Jaime Richart
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