Pero uno de los casos más llamativos de supremacía sobre su homólogo en España es el de la malvasía canela, un pequeño pato buceador que llegó a nuestras lagunas y pantanos a comienzos de los 80 y, lento pero imparable, se ha instalado en 21 provincias en las que está acabando con la malvasía cabeciblanca, mundialmente amenazada. El poder de la malvasía canela reside, según el GEIB, en la ferocidad reproductiva de los machos, «que son polígamos y más dominantes, agresivos y astutos en el cortejo que los autóctonos», por lo que cuentan con más posibilidades de ser aceptados por las hembras cabeciblancas.
Al fuerte retroceso de la especie nativa ha contribuido también el visón americano, que está haciendo desaparecer al europeo en el centro de España desde que se escapó en los años 50 de una granja de Segovia. El visón americano es un fuerte competidor por su mayor tamaño y agresividad, por sus camadas numerosas y porque entra en celo antes que el europeo y se aparea con sus hembras produciendo un embrión inviable. Además, es portador de enfermedades que afectan ya a los ejemplares europeos en España, y depredador de aves nidificantes en el suelo.
Por escapes de granjas se introdujo también el coipú, un roedor con apariencia de rata grande. No tiene un homólogo nativo con quien competir, pero es «un herbívoro generalista» que está dañando a las plantas locales. A su vez, infiltrado en las palmeras ornamentales que llegaban del Norte de África llegó a Almuñécar en 1993 el picudo rojo, un insecto rojizo originario del Sudeste Asiático y Melanesia que está dañando las palmeras de Canarias, del Sur y del Levante.
Al galápago de Florida lo trajimos, sin embargo, como «animal de compañía», y cuando nos hartamos de él lo soltamos en jardines públicos donde no tardó en hacerse con el espacio de las tortugas ibéricas (galápago europeo y galápago leproso). Además de poder vivir en condiciones naturales que los otros galápagos no toleran, alcanza tallas superiores a las de los nativos, produce una mayor descendencia, tiene una madurez sexual más temprana y su dieta es más variada. La UE prohibió su importación en 1997 porque transmite salmonelosis a sus propietarios, pero ni su cría ni su venta están prohibidas en España.
En cuanto a las plantas invasoras, son tan «ferozmente colonizadoras» que hasta la FAO ha exigido seriamente a los gobiernos que tomen medidas para frenar su expansión. En su "Top 20", el GEIB describe el alga asesina, la mimosa plateada, el ailanto o árbol del cielo, el helecho de agua, el carquejo, la uña de gato, la chumbera, el plumero, el jacinto de agua y la falsa acacia como «las más agresivas» en nuestro territorio. La mayoría de ellas han llegado a través de la jardinería, aunque también han sido consecuencia de descuidos, como el alga tóxica "Caulerpa" que acabó en aguas del Mediterráneo tras escaparse por un desagüe del acuario de Mónaco.
Los expertos en invasoras consideran especialmente «destructivas» a las acacias, como la mimosa plateada, cuya facilidad para germinar tras los incendios le permitió colonizar las zonas arrasadas por el fuego, empobreciendo la diversidad florística e inhibiendo el crecimiento de otros vegetales. A incrementar la frecuencia de incendios contribuye, por otra parte, el plumero o hierba de las Pampas. Pero si hay una planta invasora habitual en nuestro entorno es el ailanto, que por su tolerancia a la sequía y al tipo de suelo «ha colonizado los márgenes de carreteras y cunetas, dañando el alcantarillado, los cimientos de los edificios y las aceras».
En los ríos, el camalote (jacinto de agua) ha ocupado casi 100 hectáreas del Guadiana poniendo en peligro los sistemas de riego y la fauna acuática, ya que su concentración reduce el nivel de oxígeno e impide el paso de la luz del sol. Efectos similares tiene el helecho de agua en este río y en el Guadalquivir.
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La silenciosa colonización de las Islas Canarias Por ARTURO ASENSIO.
«El islote ha quedado limpio de conejos. En un año y medio conseguimos erradicarlos, y todo sin usar veneno», presume orgulloso Aurelio Martín, profesor de biología de la conservación natural en la Universidad de La Laguna, Tenerife. Pese a la crudeza de su frase, este experto en invasoras tiene motivos para sentirse satisfecho: ha logrado salvar en el islote de Montaña Clara a numerosas especies de flora autóctonas que corrían el peligro de desaparecer debido a la presencia del conejo español (Oryctolagus cuniculus).
«Colocamos unas 300 trampas. Al final, dimos los conejos a un centro de beneficencia para que se los comieran», añade contento. Día tras día, el equipo minó el suelo de artefactos, convencido de que así lograría su meta sin tener que recurrir al veneno, una práctica extendida que sin embargo acarrea consecuencias sobre otras especies. «En todo ese tiempo sólo tuvimos dos muertes accidentales de otros animales», declara triunfante.
La tarea de Aurelio Martín no responde a ninguna excentricidad. La conservación de la biodiversidad en las islas se ha convertido en una de las prioridades del Convenio de Diversidad Biológica auspiciado por Naciones Unidas, según el cual las islas son particularmente vulnerables al asalto de las especies invasoras.
«Esto es así debido a que la flora y la fauna insulares suelen ser más pobres en número que en las zonas continentales, lo que hace a su vez que estén acostumbradas a tener una menor competencia entre ellas para sobrevivir. Así, cuando llegan las alóctonas, las especies locales no ofrecen demasiada resistencia a la invasión», explica Mario Sanz, de la Gerencia Territorial del Catastro de Segovia y experto en plantas exóticas.
La pérdida de biodiversidad como consecuencia de las invasiones biológicas es especialmente grave en el caso del archipiélago canario, que con más de 4.000 especies propias puede presumir de tener un altísimo grado de endemicidad (es decir, especies únicas). La región macaronésica (a la que pertenecen Canarias, Azores, islas Salvajes, Cabo Verde y Madeira) se caracteriza por contar con hábitats muy singulares como es la laurisilva, un bosque tropical remanente del Terciario (hace unos 60 millones de años), cuando este tipo de vegetación se extendía por toda la cuenca mediterránea y Europa.
La laurisilva, así llamada por ser un bosque dominado por árboles con hojas en forma de laurel, acoge un sorprendente número de especies endémicas, únicas de ese hábitat. Según Juan Carlos Moreno, Director General del Medio Natural de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias, la cantidad de endemismos podría ser aún mayor dado que cada seis días se descubren nuevas especies en las islas. De hecho, la zona de Cruz del Carmen, en Tenerife, representa el punto más caliente de biodiversidad por kilómetro cuadrado que hay en Europa.
Sin embargo, actualmente Canarias está en peligro: la llegada de especies foráneas es frecuente pero invisible, y la posibilidad de que proliferen aquéllas de climas cálidos está aumentando con la «tropicalización» del archipiélago. El resultado es que una de cada dos especies de flora ya es extranjera.
Hoy, cualquier planta o animal exótico que haya pasado ya alguna aduana de la Unión Europea puede ser introducida en Canarias sin obstáculos. La ley autonómica sólo puede intervenir cuando la especie ha demostrado ser invasora: es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la plaga del picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), un insecto responsable de la muerte masiva de la palmera autóctona canaria (Phoenix canariensis). Esta planta ya estaba amenazada por la hibridación con otras palmeras extranjeras importadas que son, precisamente, las portadoras del insecto.
Para los expertos, la plaga se antoja muy difícil de controlar. «Mientras más pequeña es la especie y cuanto más grande es su área de distribución, más difícil es», dice Mario Sanz. De momento, la Consejería ha aprobado un decreto específico para proteger la identidad genética de esta especie de palmera y una ordenanza por la que se establecen medidas fitosanitarias para controlar la población del insecto. Sin embargo, a diferencia del conejo en Montaña Clara, el picudo está lejos de erradicarse. Y el problema va más allá de las fronteras canarias: cada especie endémica que pierde el archipiélago es una especie que pierde el mundo.
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Información extraída íntegramente de... (Enlace...)Información relacionada y enlazada, desde Ibérica 2000:*
Peces en ríos revueltos (Enlaces...)*
Invasión del Ebro por el Mejillón Cebra. *
Especies invasoras: Una amenaza para la fauna autóctona.*
Grupo Especies Invasoras. G.E.I.*
I Congreso Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras.*
Los grandes Siluros de Mequinenza. ¡Descontrol en el río Ebro!
>> Autor: Redac.Ibérica2000 (17/11/2006)
>> Fuente: elmundo.es
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