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LA EDAD DE LA MENTIRA
La nueva Edad de la Historia...

Cuando transcurra el tiempo y esta época tenga que rendir cuentas ante la Historia, bien podría calificarse como la Edad de la Mentira, porque es ella la esencia holística (del Todo) de la que se nutre occidente, como en otras edades fue la piedra, el hierro, el bronce o el cobre.

Norteamérica y Europa, con sus comparsas, de la mentira han hecho la contemporaneidad, una materia prima del Poder, un arma nuclear; sobre ella se alza el nuevo orden caótico mundial.

Es cierto que en cualquier tiempo las naciones, como los seres humanos, se han mentido entre sí, pero el pueblo, aunque lo sospechase no lo sabía, ni tenía pruebas ni apenas criterio: se nutría de lo que el Poder le contaba y le mentía, y nada podía hacer. Pero -nos decimos- si las de hoy, al menos fueran mentiras verosímiles, bien urdidas, fabuladas por cerebros privilegiados, todavía nos quedaría el consuelo de ser gobernados por inteligentes aunque sean criminales. Pero resulta que no es así, que además de sádicos, cínicos y déspotas son idiotas, y se dirigen al pueblo como si el pueblo también lo fuera...

La prensa no informa, engalana la mentira: conforma y deforma; el derecho internacional ha recibido un tiro en la nuca, y todos cuanto simulan pensar, más o menos plañideramente entonan el "aquí no pasa nada". Alguna voz perdida aquí o allá se deja oír. Sólo unos cuantos brotes de cordura de individuos concretos o de locura quijotesca en cinco años, a duras pena ha tenido cabida en las columnas periodísticas y medios. Se les ha dado cobertura en éstos, además, a medida que a la porción del mundo dominante: la económica, la financiera y la mediática va conviniendo dar la vuelta al asado para, entre todos -ellos que lo dan y los demás que lo consumimos-, degustar con más fruición las imposturas...

El poder es como el pan comunal: hay que repartirlo. Cuantas menos manos lo administren, mayores injusticias se producen. El ocaso de la URSS nos ha conducido hasta aquí, a la ley del se busca vivo o muerto. Y todo en nombre de la democracia. Por cierto, ¿qué democracia?

Cracia procede de la raíz indoeuropea *kar- que en sánscrito produce karkara (duro), en gótico hardus (fuerte), en griego kark...noj (cangrejo, cáncer) y en latín cancer. En griego, esta misma raíz, pero con grado cero y alargamiento *krt-es- da lugar a la palabra kr£toj (poder, fuerza), y llega al castellano como cracia...

La etimología es el arte de sondear el significado profundo de las palabras, y en este caso nada más significativo que descubrir un origen común entre el cáncer y la cracia. El uno y la otra fueron en algún tiempo la misma cosa enfermiza para los hablantes de aquella "agráfica" lengua indoeuropea, o, al menos, nos sitúa sobre la pista de que en un tiempo anterior al desarrollo de los primeros estados, se concedía un significado nefasto al poder.

Hoy es imposible siquiera debatir sobre esta democracia. No se puede dudar de ella. Sería como negar la existencia del dios al que se rinde culto, en plena misa. Se les llena la boca de la palabra democracia a quienes más abusan de ella. Sería recomendable que, por economía lingüística y rigor semántico, se dijese solamente "cracia", pura, dura y tumoral cracia.

La Edad de la Mentira está en las antípodas de la Edad de Oro, de la Ilustración, de las Luces o de la Ilusión. Al igual que la edad Moderna empieza, según unos con la toma de Constantinpla o con el Descubrimiento otros, la Edad de la Mentira se inaugura con el derrumbamiento de las Torres Gemelas y se funda oficialmente en las Azores: muy cerca de la Atlántida sumergida, al final del abismo. La leyenda cuenta que no fueron humanos los que la entronizaron, sino tres perros sarnosos.

>> Autor: Jaime Richart (20/02/2007)
>> Fuente: Jaime Richart


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