'DAÑOS COLATERALES' EN NUESTRA SALUD, DE LAS INDUSTRIAS ESPECULATIVAS. Traficando, con nuestra salud...
La salud de los ciudadanos hoy es fruto de transacción económica en los parqués de las bolsas de todo el mundo. Y esto está trayendo graves consecuencias como el aumento del número de muertes por efectos adversos de los medicamentos, que en Estados Unidos (país del que tenemos cifras concretas) suman 305.000 personas cada año.
La especulación económica o financiera ha acabado por convertirse en el motor económico del capitalismo global. Hoy en el mundo se mueve más dinero por la economía especulativa que por la productiva. La primera es aquella dedicada a hacer crecer la riqueza medida en cantidades de dinero, sin ninguna relación con el crecimiento de los objetos reales ni con los valores humanos.
La Isla de las flores.
Este fenómeno está impulsado sobre todo por las grandes multinacionales que operan en el planeta como si de un mercado global se tratara, no sin la anuencia de los gobiernos, que por activa o por pasiva impulsan su modelo.
Hace unos días una persona bien informada me comentaba que cierta gran corporación farmacéutica ganaba más moviendo su dinero en los mercados financieros que vendiendo medicamentos. Contrasta esto con el ímpetu con el que las industrias, y en concreto la farmacéutica, ponen en intentarnos convencer de que su principal preocupación somos las personas. La salud de los ciudadanos hoy es fruto de transacción económica en los parqués de las bolsas de todo el mundo. Y esto está trayendo graves consecuencias como el aumento del número de muertes por efectos adversos de los medicamentos, que en Estados Unidos (país del que tenemos cifras concretas) suman 305.000 personas cada año.
No es ningún secreto que las grandes compañías tienen como fin principal el aumento de sus beneficios anuales y la satisfacción de las avaras expectativas de sus accionistas. Pero sí conviene desenmascarar en la medida de lo posible algunas mentiras sobre las que se asienta el “triunfo” de algunos sectores. Hace unos días el responsable de la supervisión de los códigos éticos de la industria farmacéutica española (Farmaindustria) se explayaba sobre las bondades de los laboratorios con un largo artículo en el periódico El País. Estas compañías están muy preocupadas por la mala imagen que poseen entre la ciudadanía.
Esto, según se ha publicado recientemente, ha producido que su valor en bolsa se haya estancado y ya se sabe que el modelo capitalista de crecimiento no permite estancamientos: beneficio o muerte. El divulgador de Farmaindustria cometió algunas imprecisiones sobre las que basó sus argumentos. A saber: alegaba que la industria farmacéutica “se caracteriza por ser, entre otras cosas, líder en inversión en investigación y desarrollo”. Lo cierto es que dedica más dinero a la promoción de sus remedios que a la investigación de nuevas terapias. Además, buena parte de la investigación se realiza en instituciones públicas y con ayudas públicas. Con ese dinero aportado por los contribuyentes consiguen medicamentos que patentan durante más o menos 20 años; obtienen el monopolio de algo subvencionado por la ciudadanía, al menos en parte.
(imagen omitida)
Pero una vez en el mercado muchos de estos fármacos patentados los compra el Estado a través de la Seguridad Social. Es decir, el público paga dos veces: parte de la investigación de muchos remedios y la compra de los mismos para su uso.
Continúa el responsable de la patronal afirmando que la farmacéutica es una industria “capaz de innovar en todos los aspectos empresariales”. Pero como se ha publicado en diferentes ocasiones, la gran mayoría de los fármacos patentados en los últimos 25 años no eran nuevos, ni mucho menos, sino meras copias de otros ya existentes a los que se les ha realizado algún cambio sin importancia. Esto, además de una tomadura de pelo colectiva, es un fraude científico.
Achaca también el portavoz de los laboratorios a los mismos la capacidad de “crear empleo sostenido cualificado”. Pero durante los últimos lustros una de las principales características de la actividad económica de este y otros sectores son las fusiones entre compañías, que suelen conllevar el despido de trabajadores. Pfizer, la primera corporación farmacéutica del mundo, ha anunciado hace poco que va a echar a la calle a 10.000 de sus empleados. Para el gerente de la ética de Farmaindustria –organización que representa a 280 laboratorios- sus productos son “lo más seguros posibles, de la mejor calidad y altamente eficaces”. No corroboran estos argumentos las múltiples causas que estas compañías tienen abiertas en los tribunales por graves efectos adversos causados por sus preparados. Ni las múltiples retiradas de fármacos o agravamiento de las advertencias sobre los mismos que ha realizado la Agencia Española de Medicamentos en los últimos años. Ni las enormes cifras de muertes que causan y que documento en el libro Traficantes de salud. También alega esta persona que las farmacéuticas tienen “una extraordinaria vocación de servir a la sociedad en aquello que resulta más sensible cuando falta: la salud”. Olvida que una de las estrategias que utilizan estos laboratorios para ampliar su mercado es inventarse enfermedades para convertirnos a todos en pacientes: colesterol alto, hipertensión, menopausia o disfunciones sexuales, son ejemplos de ello. El portavoz de los laboratorios concluye: “No es ningún sueño. La tenemos aquí. Es la industria farmacéutica”. Amén.
Datos sobre el autor:
Miguel Jara es escritor y periodista free lance, autor del libro “Traficantes de salud” (Icaria Editorial).¨ traficantesdesalud@gmail.com * Traficantes de SALUD(Enlaces...)
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