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POR QUÉ Y PARA QUÉ ESCRIBIR
¿Una expansión? ¿Una terapia? ¿una diversión? ¿Un pequeño negocio?
Desde que el individuo separa en su mente el sujeto del objeto, comienza el pensamiento propiamente dicho.
Y después del trueque pero antes del mercado y de la imprenta, las ideas que fluían no se vendían: se expresaban gratuitamente en una academia o en la plaza pública.
Desde luego yo nunca he escrito para ganar un céntimo. En primer lugar porque la materia de mi interés, el ensayo (aparte los artículos periodísticos) es un género al que es poco aficionado este país. Luego, porque quienes siempre se llevan el gato al agua publicando fueron, y son, los catedráticos y los periodistas: una garantía de calidad, pero sobre todo de academicismo, para las editoriales. Y, por último, porque siempre tuve al arte y al pensamiento como excelsas frivolidades que no se prestan al comercio, aunque el capitalismo, que nada sustrae al comercio, los entregue a él. En todo caso hasta la mitad de mi existencia la lectura me daba vida. En la segunda mitad me la empezó a dar también el escribir. Lectura y escritura son desde entonces para mí el alimento primordial, como siempre lo fue también la música. Además, después de haberse pasado uno la vida leyendo a los consagrados por los siglos, se siente la obligación de dejarse orientar por ellos y todos te incitan de un modo u otro a pensar por cuenta propia. De ahí que no me interesen gran cosa mis contemporáneos, por más galardones y reconocimientos que hubieren recibido. Es más, en el capitalismo y en el mercado cuanto más notoriedad alcanza el escritor más recelo me infunde. Las ventas masivas no acreditan calidad ni ingenio. Las mayorías no tienden a elegir precisamente lo singular, a menos que medie algún tipo de escándalo. El caso es que a menudo me tropiezo con ideas más valiosas entre personas comunes que entre celebridades.
En el espacio capitalista es muy común, en cambio, comprar y vender tanto el arte como las ideas. Sólo se considera prostitución la venta del cuerpo. El capitalismo siempre ha relacionado prostitución y sexo, pese a que el sexo es el más natural de los placeres. Pero no llama prostitución a vender la voluntad o la conciencia. Pues, ¿qué es si no trabajar en lo que se aborrece pero ha de aceptarse para sobrevivir, como a menudo ocurre con la prostitución del cuerpo? Y es que el capitalismo lo pervierte todo: la política y la religión tienen ya más fama como objetos de comercio, que como actividades al servicio del bien común de los cuerpos y las almas...
Sea como fuere, he de decir que he escrito siempre sobre todo para poner en orden mis ideas. Aparte de dos opúsculos publicados por Ediciones Libertarias y de cuya suerte me desentendí desde el primer momento, no he vuelto a publicar en la imprenta. Medir el nivel de acierto o interés de un libro de ensayo de rabiosa actualidad por el número de venta de ejemplares, es como calcular la inteligencia de una persona por el número de títulos más o menos académicos enmarcados en la pared de su casa o su despacho. ¿Es más inteligente el que posee cinco títulos que el que tiene cuatro o ninguno? Creo que no, que, al menos para los que no prestamos culto a la personalidad, los talentos consagrados por Academias, Universidades y Certámenes no siempre pero casi siempre son justo la garantía de que habrán de repetir, adornado y actualizado, lo que les enseñaron sus maestros. La educación en sumisión lo avala. No esperemos de ellos teorías rompedoras, espectaculares o contra el sistema funesto. Sé de sabios que no sabían leer ni escribir y de coleccionistas de títulos que no tenían ni una sola idea propia; su memoria y su memorización constante les incapacitaba, o bien sus ideas, que pasaban por propias, sólo eran un revoltijo de los miles de ellas concebidas por otros. Eran, simplemente, unos eruditos extraordinarios, un almacén de citas, que, por otra parte, se repetían constantemente.
Por ello vi el cielo abierto cuando irrumpió la Internet. Desde ese momento tomé conciencia del asunto en todas direcciones. Y una de ellas fue la posibilidad de que cualquiera se apropiase de mis escritos y los firmase otra persona; lo mismo que podría hacer yo con los de otros. Pero como ya he dicho que lo único que me propongo al escribir es organizar mejor mi pensamiento sobre cualquier cosa y, como dice el proverbio árabe "palabra que dices, ya no es tuya ", me es indiferente que eso ocurra. Dedico todos mis esfuerzos a la prosodia y desde entonces me conformo con imaginar que mis ideas puedan inseminar la conciencia o el pensar de otros. Y desde luego, por cada escrito me bastan un solo lector y otro, o el mismo, que lo comprenda.
Esta es la historia de mis devaneos en relación al acto de tanto escribir, por si a alguien pudiera interesar…
* A todos mis artículos alojados en Ibérica 2000... (http://www.iberica2000.org/Es/DirectorioAut.asp?Id=10280) (A numerosos enlaces...)
>> Autor: Jaime Richart (25/08/2010)
>> Fuente: Jaime Richart
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