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LA MUERTE INDIGNA
Opinión y opiniones...

Hay muchas razones para sentir que uno va a morir indignamente y con indignación.

Pero la peor quizá de todas es morir no como uno quisiera, si no como nos impone el legislador, es decir, el poder, con argumentos doctrinarios. Máxime si se tiene en cuenta que, como decían los antiguos, una muerte digna honra a toda una vida…

El asunto de la muerte es muy serio, mucho más importante que el asunto de la vida opípara, los rescates y la prima de riesgo. Pero mucho más serio todavía es morir sin sufrimientos evitables: otra piedra de toque de la inteligencia colectiva de una sociedad.

El orbe capitalista alberga en su seno sociedades compuestas por puñados de judeo cristianos y catolicistas dominantes, hipócritas hasta la náusea como los fariseos del evangelio que se caracterizan por algo puntual: pueden matar por sofisticadas razones económicas, geoestratégicas o por capricho a millones de seres humanos de culturas ajenas; pueden asolar el planeta y hacer desaparecer centenares de miles de especies, pero impiden morir tranquilamente a quienes no pertenecen al colectivo sanitario o simplemente al poder; es decir, matan a quienes desean vivir, pero no permiten morir sin sufrimiento a quien desea evitarlo.

Este país es un pozo de inmundicias, de insensateces y de necedad en todos los ámbitos, en todas las esferas y en todos los colectivos dominantes. Hasta tal punto eso es así, que millones de ciudadanos no sentimos deseo alguno de participar en las alegrías que los medios fabrican y potencian a través del deporte o de otros triunfalismos infantiles y baratos.

Los áticos decían que cuando los dioses quieren castigar a un pueblo lo entregan en manos de los jóvenes. No se puede decir que sean precisamente muy jóvenes los gobernantes de este país, pero tienen la suficiente cantidad de vida como para, aparte los motivos mencionados, no atisbar siquiera lo que representa la muerte indigna y retorcerse de dolor, como fue el caso de mi madre y de tantos millones. Por eso digo que ese obligar a los demás a morir como a ellos les parece que se debe morir, se explica también porque ellos, los necios, se sienten excluidos del trance.

A lo largo de mi vida he podido constatar, aunque sólo sea por el alarde de muchos de los profesionales de la salud confiados y vanidosos, que quienes forman parte del poder o pertenecen a la clase sanitaria o son allegados o amigos, no han tenido problemas para morir con muerte digna, que es lo que deseamos los demás...

Desde luego yo deseo lo peor a todos esos gobernantes y políticos de espíritu rastrero, a las conferencias episcopales y a tantos indecentes meapilas de este país; de manera que, cuando les llegue su hora, mueran en un grito que se oiga en las antípodas y en todos los parlamentos...

Decía que este es un asunto muy serio. Tan serio que, al menos para quienes con suerte nos queda de vida una quinta parte de la vivida, por sí solo bien merece una revolución...

Jaime Richart
29 Junio 2012

>> Autor: Jaime Richart (29/06/2012)
>> Fuente: Jaime Richart


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