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EL ORO Y LA PLATA COMO MEDIO PARA RECUPERAR LA CORDURA
La ONU en la desolada tierra de Irak...
Para comenzar debemos aclarar que el sistema de gobierno al que denominamos democracia es un fraude para cualquiera que tenga la honestidad de reconocerlo.
Cuando hoy, día 17 de Marzo, 2003, estamos a punto de presenciar la entrada de las tropas norteamericanas, inglesas y tal vez españolas en la desolada tierra de Irak, cuando estamos a punto de asistir al asesinato indiscriminado de ancianos, mujeres y niños inocentes, ante la pasividad de la ONU, esa farsa de organización internacional pretendidamente democráctica, donde hasta hoy cinco países tenían derecho a veto —contradicción flagrante con los supuestos principios democráticos de dicha institución— y ante la aún más penosa e indolente postura del conjunto de países árabes o musulmanes, no nos queda más remedio que plantearnos una serie de preguntas vitales sino queremos ver el comienzo —ahora sí— de un verdadero control a escala planetaria del Imperio de los EE.UU.
Para comenzar debemos aclarar que el sistema de gobierno al que denominamos democracia es un fraude para cualquiera que tenga la honestidad de reconocerlo. Hitler era un demócrata que estuvo a punto de hacer desaparecer a la raza judía. EE.UU., una nación que alardea de ser "la mayor democracia del mundo", no dudó a la hora de lanzar bombas atómicas sobre indefensas ciudades pobladas únicamente por civiles, asesinando a todos sus habitantes y borrando de la faz de la tierra dos poblaciones que hasta ese momento se habían llamado Hiroshima y Nagasaki. La OTAN, que teóricamente es la encargada de velar por que los principios democráticos sean respetados en el mundo y que es la representante de un conjunto de naciones democráticas, ha ha estado a punto, con sus actuaciones militares, casi de exterminar al pueblo albanés, afgano, irakí, checheno o bosnio. Bush padre es un demócrata que asesinó a cientos de miles de inocentes civiles durante la Guerra del Golfo en los años 1990-91. Y hoy, también los demócratas Bush jr., Blair y Aznar, violando cualquier tipo de resolución surgida de la cadavérica ONU e ignorando cualquier veto de su Consejo de Seguridad (y eso sin hablar de por dónde se están pasando el NO a la guerra del 90% de la humanidad), se preparan para hacer lo único que la democracia sabe hacer: matar inocentes, ¡y eso cuando quitar de en medio al psicópata Saddam sería una cuestión horas!
A pesar de esta constatación, continuamos tercamente aferrados a la idea de que la democracia es el único sistema válido para regir los destinos políticos de la humanidad, pero alguna vez tendremos que despertar del sueño en el que nuestras vidas se desenvuelven, porque la realidad es que la democracia no es sólo una sofisticada máquina de arrasar pueblos enteros por medio del hambre o de las bombas "inteligentes", sino que como propuesta existencial ha sido incapaz de dar respuesta a las verdaderas preguntas que todos y en cada momento de nuestra vida deberíamos de estar haciéndonos: quiénes somos, de dónde procedemos a dónde nos dirigimos. Nuestra actitud hacia la muerte resulta, cuando no patética, infantil. La realidad es que ignoramos lo que nos aguarda tras la muerte. Y sin embargo, continuamos viviendo como si las tragedias diarias que afectan a una tercera parte de la humanidad —humanidad de la cual formamos parte— no tuviesen nada que ver con nosotros. Nuestra vida se resume en encontrar un buen trabajo, tener una casa y comer diariamente. Por supuesto que existen todo tipo de celebraciones culturales, artísticas, deportivas, musicales y todo el largo etcétera que ya conocemos. Pero en la noche, antes de quedarnos dormidos, ¿qué es lo que tenemos? ¿Tenemos realmente alguna certeza? ¿Creemos realmente en algo? ¿Es la vida un pasatiempo o, como dijo un trastornado mental —un científico— la vida es producto de la casualidad?
Si realmente EE.UU. ataca Irak, cosa decidida e inminente, a pesar de que el 90% de la humanidad está en contra de esta guerra, entonces el destino de los seres humanos, el destino del planeta entrará irremediablemente en un periodo de la historia que significará que tanto los humanos como el lugar que nos acoge entraremos a formar parte de un imperio mundial, militar, tecnológico y económico que hará realidad las peores pesadillas futuristas imaginadas por escritores de ciencia ficción y dibujantes de comic.
El Nuevo Orden Mundial —ahora con mayúsculas— encabezado por EE.UU. nos sumirá de lleno en un estado totalitario donde solamente habrá un único cuerpo de policía, un único hipermercado, un único estado, un único banco, una única creencia. Entraremos de lleno en el estado fiscal, policial y militar que los señores del dinero fijen a escala global. Porque no olvidemos que detrás de los políticos, que son en realidad marionetas de esta tragicomedia denominada "política internacional", están los amos, los auténticos gobernantes, los gerifaltes que manejan la economía escala global, los banqueros.
Pero a estos personajes muy poca gente los conoce, a pesar de que son los responsables directos de la corrupción social, política y económica que asola el planeta. La gente tiene derecho a saber que estos personajes son quienes atesoran el oro y la plata —así como todo tipo de cosas con valor intrínseco— oro y plata que nos han arrebatado por el hábil juego de magia que consiste en cambiarnos dichos metales por simples trozos de papel.
Pero que tomen buena nota estos siniestros personajes que acaparan el oro y la plata contribuyendo así a la miseria, pobreza y mortandad que sufren diariamente decenas de miles de personas en todo el mundo. Que tomen nota de lo que Wagner vaticinó: "el que posea el oro poseerá el poder, pero el precio que tendrá que pagar, a perpetuidad, es que no podrá conocer el amor, nunca será querido por nadie, morirá siendo el seres más miserable de la tierra porque morirá desconociendo la calidez de un corazón que lo ame".
Todos deberíamos ser conscientes de que es debido a las exigencias de la diosa a la que está encomendada la democracia, la economía, lo que está envenenando los ríos, los mares y los océanos; la atmósfera acumula toneladas de chatarra espacial y el protector filtro de ozono tiene una herida irreversible que se agranda día a día. El cambio climático es un hecho. Los casquetes polares se están derritiendo, llueve cuando no tiene que hacerlo y hay sequía cuando debería llover. El veneno producido por las instalaciones industriales está produciendo monstruosas mutaciones en los peces, en las aves, en la flora, en los animales terrestres. Pero peor aún son las mutaciones en los seres humanos, en niños que ninguna culpa tienen. Hiroshima y Nagasaki, Chernobil, la Guerra del Golfo en el 90-91, las de Yugoslavia, Bosnia, Chechenia y Albaniadejaron tras de sí una secuela de destrucción y muerte que ha llegado hasta nuestros días en forma de malformaciones genéticas en los fetos y en los recién nacidos, generación de todo tipo de cánceres en las personas que se vieron expuestas a las radiaciones del uranio; tierras contaminadas casi a perpetuidad; cielos contaminados que arrojan sobre los bosques lluvias ácidas que los corroen; deforestación incontrolada de los bosques tropicales de personas que ven morir de hambre a sus familias y que no ven otra alternativa que la de cortar árboles milenarios con el fin de vender la madera con la venta de la cual darán de comer a sus familias…
Un tercio de la humanidad desconoce lo que es comer diariamente, no sabe lo que es el agua potable (6.000 niños mueren diariamente debido a que no tienen acceso a dicho agua) y en su vida han tomado una medicina. ¡Este es el resultado de 2.000 años de civilización! Este y el descubrimiento de que alguien está interesado en hacernos creer que la vida es, o bien un juego, o bien un pasatiempo. Pero todos, en nuestro interior, sabemos, o más bien intuimos, que no es así, que hay algo más, algo que no nos han contado, algo crucial que nos haría entender todas esas cuestiones que, como si fuesen ladrones en la noche, se pasean a hurtadillas por nuestro corazón, sin que sepamos qué hacer para evitar que continúen apareciendo.
"La vida es fruto de la casualidad", decía un "científico" oficial en un artículo de una revista. ¿Qué clase de persona es aquella que es capaz de declarar tal aberración? Miremos, imaginemos el universo, pensemos por un momento en las estrellas, en los planetas, en las galaxias, preguntémonos sinceramente cómo un planeta como la Tierra puede estar suspendido en la inmensidad del espacio girando sobre sí mismo y orbitando además alrededor del sol. Convirtámonos en océano, seamos corrientes submarinas que transportan comida en su seno y la reparten por todos los mares del mundo dando de comer a millones de peces y otros seres marinos, reflexionemos en el comportamiento de los animales, en la maravilla vegetal que se desborda en las selvas vírgenes del Amazonas, fijémonos por un ligero instante en una de las más pequeñas criaturas de la creación: un mosquito, por ejemplo, en su complejidad, en su capacidad para volar, en su capacidad para picar y cuestionémonos, con nuestra mano situada en nuestro corazón: ¿de verdad puede ser la vida un producto de la casualidad?
No deberíamos, por el contrario, cuestionar la labor de unos "investigadores-científicos-magos" que crean hipótesis tras hipótesis que en cuestión de días son abrogadas por nuevos descubrimientos? ¿No se mueven en realidad estos "magos" en un terreno movedizo en el que ni ellos mismos conocen la salida, en el que un nuevo paso adelante supone hundirse un poco más en la ciénaga de la ciencia oficial?
De la misma manera que la democracia ha demostrado ser un fraude, la ciencia oficial peca de lo mismo. ¿A dónde nos ha conducido una ciencia atea y laica? Por más que cerremos los ojos la "ciencia" nos ha conducido a las puertas de la extinción de la raza humana y a la del planeta que nos acoge.
Por eso resulta desalentador comprobar hasta qué punto estamos hipnotizados, dormidos, hechizados con respecto a las verdaderas cuestiones: en el terreno personal somos unos auténticos desconocidos para nosotros mismos, y a nivel mundial, la riqueza está injustamente repartida. Continentes enteros se mueren de hambre y de sed, mientras los criminales continúan atesorando, —aprovechando el sortilegio al que nos tienen sometidos—, el oro y la plata en cámaras acorazadas. Sortilegio que comenzó en 1789 y que se ha ido depurando y perfeccionando desde entonces. Fue precisamente la aparición de los "asignados" el inicio del conjuro que nos hace creer que un billete de 500 euros vale efectivamente 500 euros. Esta es la magia económica que ha subyugado a las naciones y ha ido, paulatinamente, retirando de la circulación el oro y la plata de las que estaban constituidas las monedas, por cromos de colorines que representan —ya ni siquiera ese oro o esa plata— sino que representan a otro cromo de color verde pálido llamado dólar. En el caso de que usted se viese en el dilema de tener que elegir entre un trozo de papel o un trozo de oro, ¿qué eligiría? Si eligiese el trozo de papel debe usted saber que forma parte del grupo de los hechizados.
El papel moneda tiene valor porque el estado así lo ha decidido, y porque nosotros lo hemos aceptado, pero la realidad es muy distinta. Pregúntese usted qué cuesta en realidad un billete de 500 euros: unos céntimos incluida la imprenta. Pero como es un dinero impuesto resulta que vale 500 euros, porque el Banco Nacional de un país así lo ha decidido y, sobre todo, y ahí reside el papel de la magia, porque nosotros permitimos que lo valgan. Ahora nos han "impuesto" el euro, pero seguimos bajo la hipnosis colectiva por la cual otorgamos un valor falso a algo que no lo tiene.
Seamos serios, aunque sea una sola vez en nuestra vida, reflexionemos acerca de la importancia que el tema del hambre mundial tiene con respecto al oro y la plata y llegaremos a la conclusión de que el hambre que mata a decenas de miles de personas cada día está relacionada directamente con la no utilización del oro y la plata en las transacciones. Si en lugar de realizar transacciones mágicas en las cuales nos intercambiamos trozos de papel sin valor y volviésemos a la utilización del oro y la plata en las transacciones comerciales entre nosotros —o incluso al trueque— acabaríamos con la especulación de las corporaciones crediticias usureras que operan en todo el mundo amparadas bajo el "prestigioso" nombre de "honorables" corporaciones de crédito mundiales como el F.M.I., el Banco Mundial, el Club de París o la Reserva Federal, al tiempo que recuperaríamos una libertad que perdimos aquel fatídico momento en el que comenzamos a entregar nuestro oro y nuestra plata a cambio de cromos de colores. Ese fue el momento de la introducción de la magia en nuestras vidas y, por ende, de la falsedad y la hipnosis. Recuperaríamos la libertad con respecto al estado, que es quien fija el precio de estos pedazos de papel sin valor alguno, porque el oro y la plata tendrían un precio acordado de acuerdo a la oferta y a la demanda y no al que imponen en la actualidad familias como los Rotschild en Londres cada mañana.
Si en África, en lugar de cobrar sus exportaciones de gas natural, de oro, de uranio o piedras preciosas, exigiesen el pago en oro o plata o en trueque en especie, en lugar de en dólares, que no son más que un montón de trozos de papel, entonces comenzarían a disponer de una riqueza verdadera, que no estaría sujeta a las "misteriosas fuerzas del mercado". Contarían con algo que tiene valor en sí mismo, con algo con lo que podrían comprar y vender en cualquier lugar del planeta. Volverían a recuperar la cordura. Acabarían con la magia impuesta por unas corporaciones crediticias internacionales que nos han hecho creer que un billete de 500 euros cuesta 500 euros, cuando en realidad sólo vale céntimos de euro. Saldrían de las garras de unas "instituciones" que otorgan créditos a los países para después, además de exigir su devolución más sus aterradores intereses, impondrían exigencias políticas y económicas que revertirían negativamente en los habitantes de dichos países, convirtiendo naciones con incontables recursos naturales en exiguos países atracados literalmente hablando por dichas instituciones.
Volver a la utilización del oro y la plata significaría volver a la utilización de unos metales en los que apenas incide la inflación, y con los cuales es muy difícil jugar al terrorífico juego del "ajuste", de la "inflación" y de la "devaluación de la moneda". Usted mismo puede hacer la prueba. Corte en dos pedazos un billete de 1.000 $ y parta en dos trozos una moneda de oro. Con la mitad del billete se reirán de usted en cualquier lugar donde pretenda comprar algo con él. Con el pedazo de oro comprará usted lo que quiera en cualquier lugar del mundo. Más claro el agua.
Los pueblos cuyo patrón de intercambio ha estado basado en la utilización del oro y la plata como medio de pago han sido, sin excepción, pueblos florecientes y prósperos y, lo que es más importante, pueblos libres a los que los estados no han podido engañar con el cambio o la devaluación de la moneda de papel. Ocurrió sin ir más lejos en España. Recordemos que en Abril del 39, cuando España amaneció convertida en un régimen nacional-socialista, las calles de Madrid aparecieron sembradas de billetes de papel sin valor alguno de la extinta república. ¿Porqué no tenían valor?: pues evidentemente la respuesta es muy sencilla: porque únicamente eran trozos de papel.
¿Por qué el oro y la plata están custodiados en cámaras acorazadas bajo la tierra del planeta?, pues porque sus propietarios saben que poseen algo que tiene valor en sí mismo. Y eso sucede mientras continentes enteros mueren de hambre y sin que nuestros representantes políticos se atrevan a levantar la voz ante este y otros asuntos de parecida índole. Ante este estado de cosas, habría que preguntarse por que ninguno de nuestros representantes en el Congreso plantea una política justa en la que esté contemplado el reparto igualitario de la riqueza. ¿Quizá ese sea su trabajo? ¿Quizá el trabajo de la casta política es hacernos olvidar que media humanidad se muere de hambre mientras nos hacen intercambiar entre nosotros cromos pintados en colorines?
Niéguense los países árabes a aceptar el dólar como pago por el petróleo. Niéguense los países sudamericanos a cobrar las exportaciones de maderas preciosas en dólares. Niéguense los hindúes a aceptar dólares por las ventas que realizan a los EE.UU.: en unos días, en un día, veríamos el actual sistema capitalista neoliberal derrumbándose como una montaña de naipes. Veríamos entonces cómo la "globalización" resultaría imposible de llevar a la práctica.
Niéguense todos los países que mantienen deudas usureras con el F.M.I. o el Banco Mundial o instituciones similares, a devolver no el préstamo, sino los intereses de dicho préstamo: en uno días, en un día, veríamos el actual sistema capitalista neoliberal derrumbándose sobre sus cimientos tal y como lo hicieron en su día las Torres Gemelas, allá por el 11 de Febrero del 2001.
Se acabó el vender petróleo a cambio de dólares o, lo que es más grave, a cambio de dígitos en las pantallas de los ordenadores de los Bancos Nacionales de estos países. Papel ya tenemos nosotros, ahora queremos, a cambio del petróleo, productos en especie o directamente cosas que tengan un valor intrínseco: oro o plata.
Se acabó el destinar sumas desorbitadas de los presupuestos nacionales de todos los países para devolver los intereses de las casas de licantropía que actúan en todo el planeta. Ahora esa riqueza irá destinada a gastos sociales, a dar de comer y beber a la gente, a construir hospitales, a construir orfanatos, a crear fondos para atender a perpetuidad a las viudas, a invertir en el saneamiento de las ciudades, a sanear el entorno social, político y económico de los países.
Comprendámoslo ya. El asunto es económico. Ahí es donde deben ir a parar todas nuestras flechas. Los partidos de izquierda y de derecha son sólo pantallas decorativas para tapar lo que se esconde detrás: el juego sucio de unos personajes miserables que condenan a la ruina y a la pobreza a la mayoría de los países a perpetuidad, sabiendo como saben, que con un único movimiento, con la repartición de la riqueza que atesoran sin saber en realidad para qué, podrían convertir la Tierra en un vergel, en el que pasarían de ser los criminales de la historia a los benefactores de ésta. Pero en su mano está la elección. Y en las nuestras declarar abiertamente lo que sabemos: que el mundo está en peligro y sus habitantes también. Y que por todos los medios debemos hacer lo imposible para que esos cawboys modernos no impongan una forma de vida ruin cuyas bases hay que buscarlas en el asesinato del pueblo nativo americano.
Para quien busque una salida hay buenas noticias. Existe una alternativa social, política y económica que puede significar la salvación tanto de la raza humana como del planeta Tierra. Y esa solución se llama Islam.
José Ciudad Naranjo
Secretario de la Asociación Cultural Ansel de Turmeda Al-Taryuman
Palma de Mallorca
Tel.: 971 71 84 00
* A toda la información alojada en Ibérica 2000, sobre las guerras, sus atrocidades y sobre sus grandes mentiras vendidas... (http://www.iberica2000.org/Es/Busquedas.asp?Palabra=guerras) (A numerosos artículos...)
>> Autor: José Ciudad (22/03/2003)
>> Fuente: José Ciudad
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