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LA AMAZONÍA NO ES UNA ISLA.
Selva de Madidi. Bolivia.

Mientras la pobreza, la marginalidad y la exclusión arrecian en las ciudades y prometen nuevos vendavales políticos en toda Bolivia, el conflicto suscitado en relación al Parque Madidi encubre una nueva forma de colonialismo: el ecológico.

Por una visión ambientalista propia por José Luis Ríos Cambeses * y Pablo Cingolani **

(imagen omitida)


Foto:
(Expedición Real Jardin Botánico de Madrid).

Los ataques a la decisión de la Prefectura de La Paz de vertebrar el departamento no hacen sino desnudar visiones e intereses contradictorios con los de un pueblo y una nación que necesitan desarrollarse de manera imperiosa.

El nerviosismo que desató entre diferentes sectores la decisión de la Prefectura de La Paz de abrir las vías de vertebración definitiva del departamento, a través de apoyar la prosecución de los trabajos de caminos que desarrollan los
Gobiernos Municipales de Apolo, Pelechuco e Ixiamas, caminos de penetración que integran el territorio amazónico paceño, merece ser analizado con el mayor rigor posible.

¿Porqué tanta histeria?
¿Porqué tantas acusaciones sin fundamento, incluida la de saqueo de los recursos naturales por parte de las primeras autoridades departamentales?
¿Porqué atacar públicamente y con tanta saña una decisión
soberana de la actual administración departamental encabezada por Mateo Laura Canqui?

Pareciese que para algunos, el Madidi fuera otro país y no parte del territorio paceño y, por ende, de Bolivia.

Pareciese, incluso, para cualquier observador más o menos avispado, que esta ofensiva mediática contra la Prefectura -parte del Gobierno por si acaso-, viniese de un otro gobierno o de la propia oposición al gobierno dentro del propio gobierno, así todas las instancias en aparente pugna pertenezcan a uno solo.

En ese sentido, es que deberíamos plantearnos el siguiente interrogante:

¿Qué intereses hay detrás de una política de conservación a ultranza en una de las regiones más pobres de toda Bolivia?

(1)
Sería deseable que todos los protagonistas de este conflicto esencialmente mediático, asuman que el debate de ideas y el diálogo es la única fórmula que puede aportar soluciones efectivas.

Seguir lanzando temerarias e irresponsables acusaciones en torno a una complicidad de la Prefectura con empresarios madereros y auríferos

(2)
y/o bravuconadas como soltó por ahí algún dirigente apoleño

(3)
no contribuyen en nada para tal efecto.

Si en pleno siglo XXI, una administración prefectural caracterizada por su humildad y su visión concreta de los problemas regionales, decide dar los pasos necesarios para integrar el territorio del departamento, rompiendo la última
frontera interior de la República, es decir la que separa a los departamentos de La Paz y Pando, esta decisión -que nace de la voluntad popular expresada en los municipios y las organizaciones sociales de la zona y no del capricho de nadie-
debería ser valorada como lo que es:

una muestra de buscar alternativas y promover el hallazgo de soluciones integrales, participativas y concertadas en
la convicción de que para aplicar el desarrollo sostenible “la mejor forma de promoverlo es la de aprender andando.”

(4)
El Norte, deudor ecológico.
Lo otro es una peligrosa hipocresía que no mide con honestidad el nivel de sacrificio que se impuso históricamente y que se sigue imponiendo a los pueblos
amazónicos, los únicos capaces de encontrar las soluciones de fondo a los problemas de viabilidad de las selvas y las áreas protegidas que las protegen.

Precisamente, el reclamo de apertura de vías camineras vino de ellos. Lo mínimo que deberíamos hacer es escucharlo.

Si hace un siglo, se esclavizó a etnias enteras, produciendo un genocidio en pleno siglo XX sólo comparable al de los nazis y el stalinismo de cuatro décadas después, con el afán de lucro desmedido producto de la explotación indiscriminada del caucho amazónico; hoy, con el pretexto de la conservación, no podemos seguir condenando a los sobrevivientes a vivir dentro de unas áreas protegidas y sus zonas de influencia bajo un aparente “arresto domiciliario” de las mismas, producto de una visión etnocentrista injusta y ahistórica que pretende que sigamos pagando los costos del desarrollo en la persistente relación desigual Norte-Sur.

Eso debe cesar: debemos construir una visión propia de la problemática ambiental, una visión nacional de la política ambiental, una visión que ponga por delante los intereses de esos sobrevivientes y los de nuestros pueblos.

Una visión que tome en cuenta un dato fundamental, ya advertido por algunos de los participantes en la archifamosa Cumbre Ecológica de Río 92 donde estuvieron presentes, por primera vez en la historia, todos los Gobiernos de la Tierra: Los países del Sur somos deudores financieros (por los perversos mecanismos políticos de endeudamiento que imponen organismos como el FMI, agregado nuestro), los países del Norte son deudores ecológicos.

Después de la derrota tecnológica y militar sufrida hace 500 años, hemos sufrido un atropello ecológico continuo y sistemático de parte de las actuales naciones industrializadas que se perpetúa incluso en los marcos de la construcción democrática del Estado nacional boliviano.

Es tan grave ese atropello y esa degradación ambiental que sufrimos que las mayorías nacionales que son indígenas se han convertido en sinónimo de “indigentes”. La pobreza en el área rural boliviana es vergonzante.

Esto se agrava en pleno siglo XXI. La pregunta es: ¿Cómo es posible que, como humanidad, seamos capaces de generar tanta riqueza, tanto adelanto tecnológico, y sin embargo no podamos desterrar del planeta el hambre, el cólera, la mortalidad infantil, la falta de vivienda y de servicios básicos?

Una respuesta lúcida y sensata de un representante gubernamental con visión ecologista pero anclada en nuestra realidad, podría ser:

“La amenaza mayor en la actualidad viene de las economías super desarrolladas y no de las nuestras.

Ustedes se han beneficiado por siglos de los intercambios desiguales para financiar el extravagante, exorbitante e inimitable consumo y despilfarro en el que viven. Antes pues de imponernos condiciones ambientales unilaterales, que
incluyan la imposibilidad de construir caminos por nuestras áreas protegidas, deberían ajustar no sólo sus economías financieras sino, y sobre todo, sus economías productivas, contaminantes y muy destructivas que amenazan vía el
calentamiento global con destruirnos a todos, para empezar a ustedes y a sus propios ecosistemas y, por ende, a nosotros”.

Neocolonialismo ecológico.

Desde nuestro punto de vista, el principal y primer problema ecológico es el hambre.

Es preciso desarrollar esfuerzos sostenidos en relación a los estudios de esa biodiversidad maravillosa que poseemos pero aplicados en especial a la biodiversidad agraria y agroforestal.

Somos el centro genético de irradiación de la papa, la quinua y el amaranto, entre algunos de los supertubérculos y supercereales originarios de la región andina.
¿Cuántas especies de plantas alimenticias y medicinales, ancestralmente utilizadas por los pueblos indígenas amazónicos, pueden convertirse en parte de la solución de dramas que traspasan nuestras fronteras?

Sin embargo, “la vocación principal de organizaciones como
el World Wildlife Fund va hacia la biodiversidad silvestre, que también goza de atención preferente por encima de la biodiversidad agrícola y agroforestal, en la estrategia de conservación de la IUCN (The World Conservation Union, la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza en español)”

(5). Esto encierra una nueva versión de colonialismo, en este caso colonialismo verde o ecológico.

Lamentablemente, son organizaciones similares a la citada WWF y que trabajan dentro del Parque Nacional Madidi quienes han atacado con vehemencia los planes de vertebración vial.

Desde nuestra visión de desarrollo, detrás de un proyecto de vertebración, deben entrar los proyectos que aprovechen la increíble diversidad etnobotánica que atesoramos no sólo en Madidi sino en Apolobamba y en todo el Norte del departamento de La Paz.

Esos proyectos deben explotar el valor económico de la biodiversidad en todas sus manifestaciones posibles y convertirse en el garante de la sostenibilidad de un proceso de planificación estratégica de todo el Norte del departamento. De lo contrario, la permanente presión sobre recursos naturales escasos, terminará convirtiendo al Madidi en la última frontera agropecuaria e incluso cocalera. Incluso, esa presión a la que aludimos no sólo
se experimenta ya en el sur del área protegida (Sector Apolo) sino que viene de afuera de la mano de la migración campesina desordenada que vive el Departamento de Puno en la hermana República del Perú.

(6)
Seamos sinceros con nosotros mismos: No vamos a poder preservar a las especies animales endémicas de esos territorios si, previamente, no preservamos la vida y
la dignidad de las personas que viven dentro de las áreas o cerca de ellas.

Aquí no puede haber duda sobre de que lado estamos: estamos del lado de los pobres y de las naciones pobres por su camino propio y su derecho a todos los beneficios de que gozan hoy los pueblos y las naciones ricas del planeta.

Queremos, aunque el camino es evidente que está y estará lleno de piedras y aunque algunos no crean, desarrollo sostenible.

Un desarrollo sostenible que confronte los problemas de ser parte de la periferia, de una nación dependiente y con problemas estructurales que conspiran contra el éxito del proceso, concretamente el problema tierra-territorio que en
el Norte paceño es también el escenario de otra guerra de baja intensidad y, en definitiva, parte de lo mismo: las demandas sociales que cuestionan la viabilidad de un área protegida de casi 20 mil kilómetros cuadrados (la mitad de
la extensión del reino de Bélgica) son parte de ese “arresto domiciliario” que aludíamos más arriba.

Los pobladores de la zona están cansados del discurso de que poseemos “una de las áreas protegidas de mayor megadiversidad del mundo entero” y no tengan un camino, no tengan una fuente de ingresos, no puedan brindarle educación ni salud a sus hijos, no tengan, en definitiva, oportunidades ni equidad.

Un departamento como La Paz que preserva sus ecosistemas en más del 30 por ciento de su territorio a través de cuatro áreas protegidas no puede sino reclamar que las mismas cumplan funciones económico- sociales que beneficien a
todos los paceños. De eso se trata, por ejemplo, la venta de servicios ambientales.
¿De eso se trata, Sr. Ministro de Educación?

(7)
Un departamento como La Paz que, en la actualidad, es el territorio donde se explota la mayor cantidad de castaña del mundo (segunda exportación no tradicional de Bolivia) y no recibe ningún beneficio de la misma, es lógico que quiera vertebrarse e incorporar esas regiones a su vida diaria porque, en definitiva, es parte del sentido común si hay voluntad de hacerlo.

Esos dilemas (que asustado planteó un medio de comunicación escrito y que resolvió declarándolo casi insoluble!!! (8)) debemos resolverlos como parte de un debate abierto de cara al conjunto de los sectores sociales y sus instancias
representativas, tomando en cuenta las cinco dimensiones de la sostenibilidad:

la política, la social, la económica, la cultural y la ambiental. Unilaterizar cualquiera de ellas siempre es riesgoso. Unilaterizar la dimensión ambiental en
realidades tan complejas y abigarradas como la nuestra no sólo es riesgoso sino suicida.

Si pretendemos seguir trabajando de manera arbitraria y sin un verdadero consenso social y sin atender demandas históricas que son impostergables desde nuestro compromiso y nuestra visión de desarrollo, no habrá Amazonía para nadie
en el futuro próximo.

Por el contrario, queremos una Amazonía para todos pero en especial para quienes viven en ella y por eso se pretende iniciar un proceso de desarrollo con preservación pero también con generación de riqueza, respeto a la identidad y
justicia social.

El otro camino, insistimos, es irresponsable y conllevaría incubar el huevo de la serpiente de la destrucción del Madidi en el mediano plazo. Por eso, mientras sigamos aceptando la voz de los pueblos y sigamos siendo instrumento soberano y
democrático de su voluntad, no podemos ni vamos a aceptarlo. Los caminos, van.

La Amazonía no puede seguir siendo una isla.

El debate está abierto.

Notas:
(1)
De acuerdo al Atlas de Municipios de Bolivia, los municipios de Ixiamas, Apolo y Pelechuco rondan el 100 por ciento de pobreza extrema y, en ese sentido, son comparables con el arquetipo regional de pobreza en Bolivia: el Norte potosino.

(2)
Ver, como ejemplo, La Prensa, 12 de Junio de 2003.

(3)
Ver La Prensa, 17 de Junio de 2003. Lo sorprendente es que estas versiones sean publicadas sin chequear la información.

(4)
Comisión Amazónica de Desarrollo y Medio Ambiente: Amazonía sin Mitos. BID-PNUD-TCA, 1992, pág. 65. La Comisión Amazónica de Desarrollo y Medio Ambiente fue convocada en junio de 1991 por Enrique Iglesias, Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Fernando Zumbado, Director Regional para
América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, y Luis Carrera de La Torre, Secretario Pro Tempore del Tratado de Cooperación Amazónica, para la elaboración de un informe que pueda contribuir a los debates
en relación a los bosques tropicales en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo y Medio Ambiente que se realizó en Río de Janeiro, Brasil, en 1992. La comisión estuvo integrada por los ex Presidentes Virgilio Barco de Colombia, Rafael Caldera de Venezuela, Oswaldo Hurtado de Ecuador, José Sarney de Brasil, Luis Adolfo Siles Salinas de Bolivia, Lachmie Persad Frederick Ramdat Misier de Suriname y Shridath Ramphal, ex Secretario General de la Mancomunidad Británica- Guyana, así como por Gabriel
García Márquez, Javier Pérez de Cuellar y José Goldenberg, entre otras personalidades.

Muchas de las ideas y conceptos aquí vertidos responden a la
línea del documento citado.

(5)
Joan Martínez Alier: De la economía ecológica al ecologismo popular. Icaria, Barcelona, 2 ed., 1994. Pág. 170. Martínez Alier fue candidato de los verdes al Parlamento de Madrid.

(6)
Las insistentes denuncias sobre la inexistencia del Hito 27 en el límite binacional Bolivia- Perú en el sector del Río Colorado fueron en ese sentido. A propósito, la actual Cancillería de la República no informó aún sobre la reposición pactada entre ambos Estados para mayo del presente año como parte de los compromisos de la Agenda Tuto- Toledo. La reciente toma violenta del principal yacimiento gasífero del Perú, Camisea, situado más cerca de la frontera binacional que de Lima, por un grupo armado irregular plantea también visualizar la necesidad de vertebración como un problema urgente de seguridad nacional. Mientras las ONGs ambientalistas plantean que ese territorio sea parte
de un “corredor de áreas protegidas o de biodiversidad”, lo más peligroso es que, dada la vulnerabilidad de nuestra frontera noroeste, se convierta en un corredor de exportación de insurgencia.

(7)
Ver La Prensa, 13 de Junio de 2003. Hugo Carvajal aseguró que la venta de oxígeno del Norte paceño sumada a la del Parque Nacional Noel Kempff en Santa Cruz reportaría al país 150 millones de dólares anuales.

(8)
Ver página editorial de El Diario, 16 de Junio de 2003.
* José Luis Ríos Cambeses es diputado del MNR por el departamento de La Paz.

** Pablo Cingolani es asesor político del Prefecto del Departamento de La Paz.

Más información en Internet:
La flora amazónica.

>> Autor: cipi-cpn (18/06/2003)
>> Fuente: pablocingolani@yahoo.com.ar


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