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Tolerancia y confianza

(1714)

REFLEXIONES...
El avance de una sociedad o civilización debiera medirse no sólo por su sensibilidad en predicarla, sino también para practicar la tolerancia.


"...en nuestras socieda­des, se va asen­tando rápidamente un clima de des­confianza ge­ne­ral. Y todo en su conjunto apunta a un in cres­cendo cuyo fi­nale tiene los visos de ser preludio de la catás­trofe que se avecina.
Y por si fuera poco, el cam­bio climático, el cata­clismo si­lencioso, avanza como la lava de un vol­cán para contribuir más al de­sastre. Acentuada la intolerancia pero también sin confianza, las sociedades se van haciendo cada vez más agresivas, en su seno y entre ellas."

Jaime Richart.

NUESTRO mensaje al mundo, de la mano de unos niños canadienses...
Una petición expuesta ante los representantes reunidos de la ONU... donde sobran más comentarios.




El avance de una sociedad o civilización debiera medirse no sólo por su sensibilidad en predicarla, sino también para practicar la tolerancia.
Pues bien, en lugar de avanzar por caminos de magnanimidad, la intole­rancia se extiende.

Y lo que es peor, se agrava la crueldad precisa­mente en el país donde los indicadores del progreso más brillan y más atraen: un país donde las armas se ponen al alcance de cualquiera; donde desde su fundación vive un clima mitad mafioso mitad policíaco; empe­ñado en considerar las ejecu­ciones humanas como medidas que sirven de es­carmiento cuando, con el paso del tiempo, está probado que el resul­tado es cada vez más desalentador y el sa­crificio lo sufren casi exclusi­vamente los excluídos del sistema social, sean cul­pables o no; país al que los gobiernos de países como España se empeñan en imitar, aunque a la postre sólo lo consigan en los aspectos más indeseables...

En las sociedades opulentas es donde más se agudiza el egoísmo, y la confianza, la fides, que fue recuperándose despa­ciosamente después de la Segunda Guerra Mundial tanto entre los individuos como entre las naciones, resbala de nuevo por la pendiente.

Y cuando los pueblos persisten en atenerse a las leyes del mercado estricto y no quieren inter­venir ni reglar el tráfico social y económico mediante fórmu­las prestadas del colecti­vismo, la cohesión social se agrieta más y más.

Siendo así que el desenvolvimiento eco­nómico de libre con­currencia de­pende sustancialmente de la confianza y la con­fianza pierde fuerza a pasos agigan­tados, el propio mercado se verá pronto afectado gravemente por perturbaciones relacionados con la falta de ella.

Porque sin confianza no es po­sible la tran­sacción ni el merca­deo sin extorsión, pero tampoco un país puede re­girse tranquila­mente por el pacto social, ni el ciu­dadano sentirse go­ber­nado.

Así es que no es ya sólo la inclinación congénita del ser humano a la domi­na­ción, a la prepotencia y a la des­trucción común a todas; ahora, en nuestras socieda­des, se va asen­tando rápidamente un clima de des­confianza ge­ne­ral.

Y todo en su conjunto apunta a un in cres­cendo cuyo fi­nale tiene los visos de ser preludio de la catás­trofe que se avecina.

Y por si fuera poco, el cam­bio climático, el cata­clismo si­lencioso, avanza como la lava de un vol­cán para contribuir más al de­sastre. Acentuada la intolerancia pero también sin confianza, las sociedades se van haciendo cada vez más agresivas, en su seno y entre ellas.

No es pesimismo irreflexivo. Es que, como dice Chomsky,: cuando las cosas no cambian estemos seguros de que irán a peor...

* Información extraída de... (Enlace...)
* Toda la información alojada en Ibérica 2000, por este mismo autor... (Enlaces...)

Insertado por: CERCLEOBERT (13/09/2004)
Fuente/Autor: Jaime Richart.
 

          


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